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La arquitectura en Antonioni

En estos tiempos de pandemia, el impacto y la importancia del espacio que habitamos en nuestro bienestar y en nuestra relación con los demás cobra aún más protagonismo. El desnudo espacio público, desproveído de gente, se vuelve triste y frágil y la casa en un lugar obligado a reconfortarnos.

Si existe autor de cine que muestra el papel de la arquitectura en la sociedad, ese es Michelangelo Antonioni. En su obra, podemos resaltar la trilogía de “La aventura” (1960), “La noche” (1961) y “El eclipse” (1962), con la participación de su estrella Monica Vitti y, posteriormente, “Zabriskie Point” (1970) como uno de los títulos más relevantes para esta temática.

 La noche (1961)

En este diálogo constante entre escenario y acción, el plano de fondo se vuelve tan o más importante que el primer plano, influyendo en los personajes y moldeando sus emociones. Para Antonioni, la arquitectura moderna era fría y dura para con el hombre, lo que dificultaba la interacción de las personas y creaba un estado de apatía y aburrimiento. En su famosa trilogía, la acción habla principalmente de las relaciones humanas, la incomunicabilidad y los desamores, pero, en el fondo, sentimos que la cámara nos lleva a percibir primero el entorno y luego a los personajes, como si existiera una relación de interdependencia entre los dos.

La arquitectura muchas veces se veía como una barrera para las personas. Centrándose en la arquitectura que deshumanizaba, retrataba largas escenas en las que elementos como enormes paredes de hormigón, pilares o fachadas de cristal ocupaban la mayor parte de la imagen y en las que el elemento humano perdía su relevancia. Un espejo, una ventana o incluso el propio mobiliario definían la secuencia narrativa y el comportamiento de los personajes. A menudo nos encontramos en ciudades vacías o en presencia de la arquitectura fascista italiana de Roma, racional e imponente, con grandes escaleras fuera de la escala del sujeto. También la Casa Milá, en Barcelona, fue escenario de una escena de su película The Passenger (1975), donde aquel lugar vibrante y de fantasía daba paso a otro encuentro.

La noche (1961)

 

En “El desierto rojo” (1964), su primera película en color, vuelve a retratar relaciones, esta vez en una ciudad industrial, donde las escalas de grises contrastan con los colores vivos, cuidadosamente elegidos, por ejemplo, para la vestimenta de los personajes o algunos elementos industriales contaminantes. También es habitual que haya escenas en esta y otras películas en las que los personajes estén de espaldas a la cámara, con el fondo como protagonista en la escena.

 El desierto rojo (1964)

Más tarde, en Zabriskie Point (1970), nos encontramos en una América posmoderna vista a través de los ojos de dos hippies, donde los carteles publicitarios se sobreponen al paisaje, los altos y austeros edificios reducen a los personajes en la imagen y el exceso de objetos de consumo es ironizado. Contrasta con una famosa escena de parejas tumbadas en la arena, metáfora que simboliza que aquel parece ser uno de los pocos lugares donde logran escapar de un mundo alienado.

Zabriskie Point (1970)

Antonioni asumía los contrastes entre campo y ciudad, lo moderno y lo clásico, lo industrial y la naturaleza como punto de partida para el estado anímico de los personajes. Sus personajes se encontraban atrapados en un mundo incapaz de responder a sus necesidades. Citando a Antonioni, «estamos atrapados en una cultura que no ha evolucionado de la misma forma que la ciencia«. Es un desafío construir una ciudad que nos haga sentir tan bien como la naturaleza, para eso podemos partir de un urbanismo verde y dinámico, de más y mejores plazas y jardines, pero también a nivel de edificaciones, con fachadas que nos inspiren e interiores que nos motiven. Cuando vemos ciudades modernas pálidas y vacías y centros históricos como escenario de vitalidad, significa que algo falta en los primeros. La relevancia del peso psicológico de lo que nos rodea es evidente, y en este campo, la arquitectura tiene esa capacidad poética de despertar emociones positivas.


Texto traduzido por Inês Veiga.
Por:
(Coimbra, 1991) ES Arquiteto recém-graduado pela Universidade de Coimbra, estando um ano de Erasmus na HCU em Hamburgo, cidade onde também realizei um estágio pelo mesmo programa. Considero a viagem das coisas mais importantes na formação do arquiteto e interesso-me particularmente pelo urbanismo e modo de habitar a cidade.

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