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Preguntas que todo estudiante de arquitectura te hará, EDICIÓN COVID

Pues aquí vamos de nuevo. A un mes escaso de volver a las aulas y con muchas dudas en el aire. En estos días es difícil aferrarse a cualquier certeza, pero es que además las que tienen que ver con el ámbito profesional y el académico son prácticamente inexistentes.

Dicho esto, empecemos por la más obvia: ¿Y AHORA QUÉ?

¿Y AHORA QUÉ?

Pues ahora ná”. Ahora es muy difícil trabajar y estudiar. Ni es fácil impartir clases de arquitectura a distancia ni mucho menos recibirlas. Es más, ¿Se puede estudiar arquitectura a distancia? Quizás si ninguna de las universidades a distancia imparte esta carrera es por algo… ¿Clases de horas por videoconferencia? ¿Correcciones por correo electrónico? Siempre he pensado que esa frase atribuida a tantos maestros de la arquitectura diferentes “a la escuela hay que ir, aunque sea a quedarse en los pasillos” era cierta. Pero, ahora, si el aprendizaje se vuelve tan solitario no sé cuántas de las mejores cosas de la universidad se perderán nuestros estudiantes.

Aunque no todo va a ser malo en este aspecto. Gracias, precisamente a esta situación, se ha puesto sobre la mesa el tema de la presencialidad e incluso si el formato de la clase tradicional tiene sentido. ¿Por qué no grabar en vídeo las clases teóricas e impartir solo clases prácticas? ¿Es, realmente, importante la participación? ¿Cómo se lleva a la docencia online asignaturas que son eminentemente prácticas?

Está claro que el sistema educativo necesita una buena actualización y son muchos los docentes que llevan años implementando sistemas muy diferentes a las clases magistrales en las aulas. Probablemente la actitud más inteligente a tomar, tanto por profesores como por alumnos, sea entender que este curso toca crear un nuevo modelo universitario basado en la semipresencialidad, que somos parte de algo histórico y que únicamente si estamos todos de acuerdo será posible enseñar y aprender.

¿HAY AUN MENOS TRABAJO QUE ANTES?

Pues probablemente esa percepción es errónea. Trabajo hay, pero seguro que no el que uno podría imaginar en los primeros años de carrera. La diversificación de los campos en los que actuamos los arquitectos no para de crecer. Así que, al ya de por sí amplio abanico de labores a las que nos podemos dedicar, ahora hay que sumarles las específicas del COVID: hay que repensar las viviendas, puede que plantearse qué es realmente una vivienda mínima, reconsiderar lo que ya se sabía de arquitectura hospitalaria y, en general, replantearnos en serio cómo se concibe una ciudad con distancias de seguridad entre sus ciudadanos. Si además tenemos en cuenta que el trabajo en remoto ha venido para quedarse, nos sale una situación en la que muchas ciudades periféricas van a convertirse en residencias permanentes de quienes trabajaban habitualmente en las grandes ciudades únicamente por motivos laborales.

Aunque dicho así suene muy bien, hay un gran “pero” esperando a la vuelta de la esquina. Se trata, por supuesto, de la incertidumbre. Nadie sabe con certeza que va a pasar, y todos somos conscientes de la situación precaria en la que están muchos de nuestros ciudadanos. Más pronto que tarde, esa caída del consumo, del turismo y de tantas otras cosas tendrá que pasar factura. La buena noticia es que al menos esta vez la crisis no viene de nuestro sector, sino que más bien ahora nosotros podemos ser parte de la solución.

Por:
(Murcia, 1986) Arquitecto y Arquitecto Técnico por la UCAM. Dirige el blog Pedacicos Arquitectónicos junto a Antonio Navarro y Juan Francisco Martínez además de MetaSpace Blog junto a Manuel Saga, desarrollando paralelamente su labor profesional en el campo de la construcción, el diseño y la docencia.

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