Katsushika Hokusai, “Admirando la decoración floral” 1800-1805, Rijksmuseum, dominio público
Los análisis y las reflexiones sobre la calidad de la arquitectura que nos envuelve, han sido intensos e interesantes en los meses que llevamos de pandemia. Las semanas de confinamiento han puesto de relieve los puntos fuertes y las debilidades de nuestras viviendas y la idea del espacio intermedio se ha cristalizado como la vía para mejorar la arquitectura de proximidad de uso intenso y continuo. Se ha hablado mucho sobre los balcones, los pasillos y los rellanos como paradigmas del intermedio residencial y como de repente los hemos identificado como espacios susceptibles a mejorar la calidad de la vivienda.
Los espacios intermedios son la parte intrínseca de la arquitectura, una parte imprescindible y sin embargo raramente especificada en la definición programática de los proyectos. Son espacios que se sobreentienden, a los que diferentes culturas, ideologías y tendencias han tratado de diferente manera: el declive del espacio intermedio en las sociedades individualistas con importante división entre lo público y lo privado, y su presencia más marcada en las sociedades con un preferente uso de los exteriores o de los espacios públicos urbanos. Por eso, la presencia y el carácter de uso de los espacios intermedios refleja las características de una sociedad. A estos espacios se atribuyen una serie de acciones significativas o de rituales que complementan el uso de los espacios principales, aunque estos rituales no siempre son especificados.
En su libro “La Arquitectura de la Ciudad” Aldo Rossi conceptualizó estos espacios como tipos primarios, flexibles e irreductibles y por tanto atribuibles a proyectos de diferentes escalas, arquitectónicas o urbanas. El espacio es intermedio por su posición entre realidades, usuarios, materiales y tiempos, separa tanto como une y por tanto su diseño connota siempre una cierta intencionalidad. La casa japonesa es conocida por la omnipresencia de los espacios intermedios, con funciones compartidas y variables, derivada de la construcción modular, la flexibilidad, las particiones translúcidas y móviles. El término engawa, derivado de en – vínculo- se utiliza para designar el tipo de espacios que pertenecen al mismo tiempo a dos realidades; físicamente se concreta en la plataforma cubierta y elevada exterior (como en la pintura de Hokusai) que comunica diferentes espacios a lo largo del perímetro y sus usos son definidos por los rituales sociales de la esfera doméstica. Estando en engawa no estamos ni dentro ni fuera, sino en los dos al mismo tiempo. Es tanto una manera de ampliar al interior hacía el exterior como de introducir paisaje en el interior.
Para pensar los espacios intermedios de calidad, es necesaria la visión desde las dos realidades de las que forma parte, tanto en el sentido formal y material, como en el sensorial y funcional. El intermedio contiene los movimientos y las costumbres, ejemplifica las características y los significados de los espacios que comunica, los puede ampliar disolviendo los límites.