Centro de visitantes para el almacenamiento de preservación del Ártico, The Arc. Autor: Snøhetta Más sobre el proyecto: http://bit.ly/36PelWP
Nadie ha dictado el acta de defunción de la “arquitectura del espectáculo”. Pero lo cierto es que en los últimos años el número de obras cuyo objetivo principal era el mero impresionar, el causar un impacto masivo e indiscriminado en la retina, se ha reducido drásticamente. Tal vez, la tumescente crítica de arquitectura haya logrado por fin sus objetivos a la hora de denunciar sus abusos. Aunque quizás resulte más verosímil pensar que, como fenómeno, la arquitectura del espectáculo no fuese más que una tendencia que recorre la historia y que no hace sino aflorar y autoextinguirse, sin llegar desaparecer por completo…
Las causas de este cambio de signo puede que se encuentren más bien en el ocaso de un modelo de negocio, desplazado, lenta pero inexorablemente, hacia otros territorios de mayor rentabilidad. Si el empleo de los millones parecía dar réditos sociales, económicos y políticos prácticamente inmediatos con la erección de fachadas y formas inverosímiles, la inversión privada ha descubierto que con el espectáculo edificatorio, con la mera sorpresa, el negocio no era suficiente. Y encima el turismo no repetía la visita. Parecía inevitable: ahora todo el mundo quiere más. Y distinto. Pero ¿qué le queda por ofrecer a la arquitectura?
Si los estertores de lo espectacular pueden verse en el sinnúmero de diseños presentados como alternativa a la reconstrucción de la catedral de Notre_Dame, donde se ha planteado rehacer su cubierta con piscinas, un cohete espacial, invernaderos, agujas casi infinitas, garajes, techos de cristal y hasta un McDonals, lo cierto es que ese empleo de lo espectacular no ha manifestado otra cosa que su propia extenuación.. Ni siquiera los arquitectos que filantrópicamente han aportado su visión redentora han obtenido el impacto publicitario deseado.
Todo el mundo es consciente que otros modelos cuyo centro sea la arquitectura son necesarios. El medioambiente es uno de esos ejes sobre el que bascula el diseño del presente inmediato. Pero lo cierto es que por ahora no parece haberse superado el mero “ornamento de lo ecológico”. La parafernalia de placas solares, molinillos de viento y recicladores de agua, o más recientemente, los jardines en fachadas que absorben dióxido de carbono, son su imagen.
Desgraciadamente en arquitectura lo verdaderamente ecológico es todavía una promesa o está vinculado a soluciones sensiblemente ligadas a lo local1. Por bien intencionados que sean los círculos de arquitectos contra las catástrofes medioambientales, sus resultados no han pasado de los obtenidos por las cumbres del clima… A fin de cuentas parte de la profesión está convencida, y con argumentos, de que el hormigón es lo más ecológico que por ahora tenemos2.
Mientras, el mercado parece centrado en ofrecer otro tipo de experiencias a sus usuarios. Más bien sensacionales. El estudio Snøhetta ha diseñado en Noruega un restaurante bajo el agua. Cenar en un acuario rodeado de la fauna de la costa es toda una experiencia que nos hace concienciarnos de la riqueza del fondo marino. Una experiencia no novedosa, pero si significativa. El mismo estudio noruego ha proyectado un centro de visitantes en el cada vez menos helador Ártico3. La experiencia ecológica vende. Y es ahí donde lo ecológico parece encontrar su mayor apoyo por parte del mercado. Pero lo verde no es, ni de lejos, la única de las experiencias posibles sino solo un ejemplo que pone de manifiesto este cambio de foco sobre la “arquitectura sensacional”.
El listado de esas experiencias ha empezado a coger impulso y velocidad. Anestesiados ante los estímulos cotidianos nos hemos vuelto coleccionistas de experiencias. La arquitectura no es su soporte sino que recae en ella la responsabilidad de suministrarlas. Las más extremas se exploran ahora como negocio: Sentir la muerte de un modo distinto4, vivir las dificultades de habitar en Marte, en la blandura de la casa de Barbie o en la dureza de un refugio pos-apocalíptico son solo algunos ejemplos más del inmenso muestrario que se presenta como el más reciente campo de acción de la arquitectura post-tardo-neo-capitalista…
Costaba imaginar que la siguiente patochada tras la era del espectáculo era la de una arquitectura sensacional. Aunque en su peor sentido.