Bebés de poco más de un año con pantallas delante de ellos a tres centímetros de su nariz, niños y niñas con edad suficiente para correr por la plaza, sentados y atentos a sus tablets, preadolescentes navegando en sus móviles por Instagram, Tik Tok o Whatssap en busca de la última actualización de estado. La mirada a la pantalla ocurre también cruzando la calle o cuando están en grupo. No observan lo que ocurre a su alrededor, todo se percibe y ejecuta desde la prisa por volver cuanto antes a la pantalla, un adiós furtivo, una mirada rápida y siguen, seguimos, habitando el espacio en estado de abducción 5G. Esto, está BORRANDO la ciudad del mapa.
El contexto, empieza a ser indiferente y la indiferencia es tremendamente peligrosa para avanzar en mejoras sociales o en cambios de modelo. Escribe Marshall Mc Luhan, que existe una correlación entre las protestas de los individuos antisistema con su capacidad para entender y mirar el medio tal y como es, y que por eso hacen una crítica sincera del orden establecido. Por tanto, podría afirmar que la ausencia de observación incide directamente en una ausencia de espíritu crítico y, por ende, de compromiso y lucha por el entorno.
La pantalla secuestra la ciudad de un plumazo y lo peor es que secuestra también a sus habitantes. La anciana que no tiene sitio donde sentarse en el metro, el sin techo que está tumbado en un cajero, la suciedad del contenedor, el coche aparcado encima de la acera y que no me deja pasar, la farola sin bombilla, el reloj parado…todo se esfuma y, por tanto, no hay nada de lo que quejarse, ni a la alcaldesa, ni al director de mi centro escolar, ni a mis padres porque seguramente también están pegados a la pantalla y… TODO ESTÁ BIEN.
El Ensayo sobre la Ceguera de Saramago se está tornando profecía, aquella pandemia que cegaba sin causa conocida a la población, es hoy metáfora válida de la situación que vivimos en parques, plazas, calles, e incluso patios de recreo de institutos donde quizá no dejan pasar con un piercing en la oreja, pero sí dan acceso a la pantalla del móvil. ¿Cómo vamos a conseguir que estos niños, niñas y jóvenes se comprometan y pasen a la acción para mejorar el medioambiente SI NO MIRAN?
Los Objetivos del Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas se quedarán como una bonita carta a los Reyes Magos del 2030 si no acompañamos a la juventud en la reconexión pausada y analítica de su entorno. Les estamos poniendo en los hombros la salvación del planeta sin darles marco alguno que les ayude a participar. Las escuelas, siguen encerradas en sí misma y sólo en algunos casos se hacen permeables a los problemas de su entorno. El Aprendizaje Servicio, por ejemplo, una corriente pedagógica difundida por la autora Nieves Tapia a través de sus libros “Aprendizaje y Servicio Solidario” o “La solidaridad como pedagogía” es una de las muchas vías para ayudar a reconectar con su ecosistema urbano e integrar a los jóvenes en su mejora. La sostenibilidad será inalcanzable si las desigualdades territoriales y sociales provocadas por el éxodo rural a la ciudad no se frenan y esto sería posible si cambiamos el currículo escolar e incluimos una mirada profunda hacia los contextos locales.