«Había una vez, tres hermanos cerditos que vivían en el bosque. Como el malvado lobo siempre los estaba persiguiendo para comérselos dijo un día el mayor:
– Tenemos que hacer una casa para protegernos de lobo. Así podremos escondernos dentro de ella cada vez que el lobo aparezca por aquí.»
Seguro que todos sabemos cómo continúa el cuento de los tres cerditos constructores. Es más, me atreveré a decir que, como buenos arquitectos orgullosos de nuestra profesión, muchos incluso lo habremos contado a hijos, sobrinos, hijos de amigos, hijos de vecinos… casi a modo de pseudo-proselitismo infantil. A fin de cuentas, sabemos bien que las protagonistas del cuento no son ni el lobo ni siquiera los cerditos, sino sus casas. Unas casas pensadas como lugar en el que cobijarse y protegerse de los peligros (el lobo) y de las inclemencias del tiempo (una de ellas incluso tiene chimenea para el invierno).
Hasta aquí todo bien. Incluso reducir la función de la casa a un lugar de mero cobijo podría interpretarse como la esencia de la propia vivienda. Sin embargo, el hecho de que esté redactado desde una perspectiva un tanto sesgada, que bien podría haber sido escrita por hispalyt, hace que la moraleja final no pudiera ser peor.
El cuento plantea como única opción correcta la casa de ladrillo y recalca que es tan obvio que optar por otras soluciones constructivas es de vagos (madera) o muy vagos (paja). El problema es que para ello se basa en un único criterio (inclemencias meteorológicas) de forma bastante dudosa, desprecia otros como el tiempo de ejecución o ignora otros tan importantes y contemporáneos como la huella ecológica, donde claramente se invierten las tornas. El resultado de la conclusión, por tanto, no podría ser más cuestionable.
Soy consciente de que se trata de un cuento infantil, no de un tratado de arquitectura o una comparación tipológica, y que, por un lado, explicar todo eso sería aburrido para un niño y, por otro, como no es el objeto del cuento, estaría fuera de lugar. Yo he optado por hacer lo mismo que con los cuentos con mensajes simplistas, machistas o cuyos valores no comparto: no contarlos para no contribuir a cimentar unas verdades absolutas que en realidad no lo son y que, sin embargo, se quedan enquistadas en forma de prejuicios incluso en muchos adultos.
Así que, niños, la próxima vez que oigáis que las casas de adobe o de madera son una mala idea o que solo sirven para cabañas en los Alpes o arquitectura vernácula, no dejéis que os cuenten un cuento: al fin y al cabo, por suerte, empezamos a tener buenos ejemplos de arquitectura que demuestran lo contrario: los edificios de madera de La Borda (LaCol), Entrepatios Las Carolinas (sAtt) o el equipamiento de barrio de Can Portabella (Josep Bunyesc), entre muchos otros, demuestran que hacer arquitectura contemporánea, incluso en vivienda colectiva o equipamientos en entornos urbanos, no solo no está reñida con utilizar sistemas constructivos tradicionales y mucho más respetuosos con el medio ambiente sino que es posible.