Seamos realistas: es imposible tener la pretensión de estar bien informado de lo que está pasando en el panorama de la arquitectura española, lo que no creo que me sirva de excusa para confesar que no tenía la más mínima idea de la existencia de Concéntrico hasta que fui invitado a clausurar esta quinta edición como parte del equipo Escala Humana juntamente con Núria Moliner y Jaume Clèries. No podemos estar más agradecidos a la organización. Ni más emocionados por lo que pasó allí. Gracias infinitas.
Pero mejor hago justicia al festival.
Logroño es una ciudad amable, con un centro urbano peatonalizado, paseable, bien conectado con el cauce del Ebro. Y con patrimonio. Mucho patrimonio. El Festival Concéntrico celebra el espacio público a través de intervenciones urbanas elegidas por concurso, intervenciones que, cuando funcionan (lo que sucede casi siempre), hacen entrar este espacio público en resonancia posibilitando que muchos de los habitantes de la ciudad, que ya lo viven a diario, lo perciban por primera vez. Concéntrico fuerza la consciencia sobre qué es la ciudad a través de una acción que eventualmente puede convertirse en reflexión. Estas intervenciones se complementan con debates y performances que se suman y potencian la idea madre.
No se puede hablar de Concéntrico sin hablar de su organización. El alma mater es Javier Peña, arquitecto que ha conseguido reunir un equipo de voluntarios entusiastas a los que hay que homenajear. La visión de Peña ha dotado al festival de dos lecturas: la local sobre el espacio público de Logroño, que, viniendo de fuera, juzgo clave para entender el éxito del evento al conseguir que las actuaciones comprendan todo el casco antiguo, permitiendo una reflexión sobre la ciudad en su conjunto, algo así como una visión en verdadera magnitud, y (la preferida por el arquitecto) la producida aprovechando lo que Logroño tiene de ciudad genérica que, tomada como caso de estudio, permita una reflexión sobre el espacio público extrapolable a muchos otros espacios urbanos de muchos otros países.
El resultado: gente. Mucha gente. Gente siguiendo las visitas guiadas al festival (la última contó con unas 250 personas, pero es que en la anterior habría fácilmente 150 más, básicamente público local). Gente, sobre todo niños, muchos niños, jugando con las instalaciones: gente, por tanto, disfrutando del espacio mientras adquieren una visión crítica de la que al menos los niños de mi generación no pudimos disfrutar. Concéntrico ya ha adquirido personalidad propia. La impresión que tuve fue que, aupado ya por sus cinco ediciones, tiene recorrido. Mucho recorrido. Después de la clausura estaba hablando con algunas voluntarias a las que les dije que el año que viene lo van a superar. Poniendo cara de miedo me dijeron que no sabían cómo. Ni yo. Pero lo van a hacer. Lo sé. Y volveré para verlo.
Fotografias gentileza de Javier Peña + Concéntrico