Leo una carta de Matthew Nowicki a su socio Albert Mayer que se publica en 1959 en la revista Perspecta y confirmo que el año del accidente aéreo en el que Nowicki falleció fue 1950, pero me quedo sin saber por qué la revista Perspecta publicó esa carta entonces. Ni Paul Rudolph entonces ni Robert A. M. Stern varias décadas después en Re Reading Perspecta lo aclaran.
Nowicki está trabajando en la nueva ciudad de Chandigarh (que luego pasaría a manos de Le Corbusier) y propone una división funcional flexible de la ciudad según sus actividades diarias (vivienda y trabajo) y vacacionales (ocio y recreo) que se traducen en una malla de supermanzanas (las primeras) que son las que aportan la textura y el patrón básico de la trama urbana, siendo las segundas las que aportan la gran escala, y aquí, frente a la distancia que Nowicki parecía tomar de la estricta funcionalidad de la Carta de Atenas, viaja mucho más atrás, a Hausmann en París (Nowicki habla del eje Place de la Concorde, Etoile, Bois de Boulogne) o incluso antes a la Roma de los Papas y Bernini, y también ahora a Pier Vitorio Aureli y su arquitectura (políticamente) absoluta.
Mientras leo la carta publicada de forma póstuma por Rudolph en la revista de Yale, pienso en mi vida ahora y cómo más que nunca también se divide, como la de tanta gente, en actividades diarias y actividades de ocio y recreo o vacacionales, siendo estas o bien el fin de semana aquí en Riad o las vacaciones de casi tres meses al año que como profesor universitario disfruto fuera de Arabia Saudí.
Descubro que en Madrid mi vida no se dividía así ya que el ocio y el recreo aparecían a diario en forma de actividad cultural, que no deja de ser una forma de ocio contemporáneo, y no entendía las semanas, como las entiendo ahora, como una sucesión de cinco días casi idénticos y dos diferentes donde desconecto de manera exagerada pero necesaria del resto de las actividades de la semana de trabajo. Sé que esto es lo normal y que quizá mi vida en Madrid, ahora lo confirmo también, tenía algo de privilegio, ahora perdido en ese sentido. Como el prisionero privado de libertad, pero sin su drama, cuento las semanas que faltan para las próximas vacaciones, sabiendo que cuando vuelva de ellas me enfrento a un año más, con la certeza de que no será el último, casi siempre.
La muerte sorprendió a Nowicki al borde de los cuarenta años. Un accidente, una fatalidad, mala suerte. Aún así, Perspecta encontró valioso el publicar una de sus cartas a Mayer casi una década después y sesenta años después, yo, un anónimo doctorando español residente en el oriente medio, la he leído con interés y cariño. Pienso en estos documentos a los que yo accedí en papel que ahora también están al alcance de cualquiera gracias a internet, y no puedo sino acordarme de La biblioteca de Babel, ese cuento de Borges donde anaqueles y estanterías infinitas contienen todos los libros posibles que se pudieran escribir, y creo que muy pronto nos enfrentaremos a ese problema de orden y caos irresoluble que quizá, complicará aun más -al contrario de lo que podría parecer- enfrentarse a un trabajo de investigación de una disciplina determinada, a una fracción del conocimiento, tan vasto será el archivo a consultar de información y textos previos relacionados con ese tema.
Esa ocupación, para los que a ella se enfrenten, les llevará de nuevo a esa dicotomía que Nowicki (y tantos otros en realidad) propusieron para la ciudad y por tanto para la vida, sucumbiendo a la posibilidad de una existencia donde el tiempo y el espacio no dicten los estrictos comportamientos que se espera de todos y cada uno de nosotros, siempre y en todo lugar, hasta nuestra muerte.
Me he sentido muy identificado con tu párrafo intermedio. Ay el privilegio Europeo… Cuan profundo lo llevamos y qué poco nos damos cuenta hasta que salimos fuera.
Pues sí, Manuel, un privilegio grande ser europeo o vivir en Europa, a pesar de sus defectos, que son muchos, son muchas más sus virtudes. Sólo hay que vivir (no viajar, eso no es suficiente) en otros países para comprobarlo, y no lo digo con aire de superioridad como europeo, aunque sí con cierto orgullo.
En todo caso, casi me refiero más a un asunto socio-cultural que a uno geopolítico en el texto, no sé si me entiendes. Un abrazo, Manuel!