El nuevo Museo Nacional de Qatar ha recibido la visita de miles de personas en su primer fin de semana.
No ha pasado desapercibida la inauguración del nuevo Museo Nacional de Qatar, edificio diseñado por el arquitecto Jean Nouvel. La imagen que ha inspirado al francés no es otra que la formación sedimentaria conocida como rosa del desierto sacada de escala, o casi mejor dicho, a escala urbana.
No podemos aislar este edificio de otros de singular factura: la Biblioteca Nacional (Rem koolhaas), el palacio de congresos QNCC (Arata Isozaki), el Museo de Arte Islámico (Pei), la facultad de estudios islámicos (MYAA), el parque tecnológico y científico QSTP (Woods Bagot) o el centro de investigación Sidra Hospital (Pelli Clarke Pelli) son solo algunos… esto sin incluir las edificaciones del mundial de fútbol 2022 (Fenwick Iribarren, Foster, Zaha Hadid -QEPD- entre otros).
Una descomunal inversión en cantidad y calidad para un estado que siendo del tamaño de Murcia posee la mayor renta per cápita del planeta. Pareciera que los Medici han vuelto a la vida. Aun con formas abstractas y futurista, pocas veces podremos contemplar edificios tan cercanos a Palladio y su teatro olímpico donde lo importante es eso: la escena.
Qatar es inmensamente rico, pero sólo desde el año 1996 cuando la política de apostar por el gas licuado empezó a dar sus frutos. Dos generaciones antes, los habitantes de esta península rocosa prácticamente se morían de hambre en lo que era un rincón olvidado del mundo. Algunas generaciones previas se dedicaban a la pesca de perlas o a la piratería. Desde siempre fueron nómadas, no estableciendo sus actuales asentamientos fijos hasta finales del siglo XIX. En una cultura en la que prima la tradición oral y tanto los enseres como hasta los alojamientos debían ser transportados de un lugar a otro, no existía un legado que pudiéramos considerar patrimonio histórico. Es por tanto política de Estado crear el soporte físico adecuado para mostrarse al mundo.
Sus dirigentes emprendieron esta revolución de arriba abajo para mirar a los ojos al resto con orgullo. Si preguntamos a los habitantes locales, probablemente no sepan de autores, de escala o de narrativas formales, pero sí les brilla el rostro cuando visitan estos lugares novedosos.
Esta necesidad identitaria se ve reforzada por la política de países vecinos que les bloquean. Así que si no querías sopa, toma dos tazas. Si el nuevo museo de Nouvel es más grande, más impresionante, más caro y más publicado que el Louvre de Abu Dhabi, pues mejor.
Desde nuestra perspectiva, esto nos sorprende pues nos pasa lo contrario: tenemos un exceso de identidad, la postmodernidad casi nos parece ridícula y, como movimiento pendular, rechazamos la mayoría de las adscripciones identitarias. No nos engañemos, toda arquitectura, a una u otra escala, es política 1 y aquí esto significa mostrar músculo.
Aún es pronto para saber del acierto o no de estas inversiones. Que una arquitectura pueda llegar a ser representativa de una sociedad, es un camino de ida y vuelta. Más allá de un fondo para el autorretrato fotográfico (selfie, le llaman), se necesita tiempo para que sus habitantes puedan tejer los recuerdos necesarios en ellos: experimentar el tacto de un material concreto, escuchar las palabras de alguien conocido, descubrir algo interesante en esos espacios, enamorarse… qué se yo, lo que hace que la ciudad de cada uno sea la suya.
Hola, Diego. Tenía mucho interés en leer sobre este edificio a partir de tu experiencia como habitante de la ciudad, sigues ahí, verdad? El caso es que cuando nosotros visitamos Doha y nos encontramos contigo, viendo las obras desde un autobús turístico que recorría una autopista, nos pareció un edificio pequeño porque creo que sólo vimos el lado corto del solar o algo así. No me queda claro por tu texto si finalmente tú has podido visitarlo ya o no y más allá de esa interesante reflexión que haces sobre la memoria de los lugares y las sociedades, tienes algunas impresiones más que compartir.
Sobre los recuerdos, o la historia, al menos se me ocurre apuntar como valioso que los qataríes no parecen estar recurriendo (o al menos por lo que cuentas en tu texto) a historicismos occidentales como sí hicieron muchos edificios americanos cuando su sociedad se enfrentó, no hace mucho tiempo atrás, a la misma situación, la ausencia de una auténtica historia o tradición propia en arquitectura, y recurrió a la europea, con la excepción de Wright y unos pocos en su búsqueda de un auténtico estilo americano propio.
En todo caso, hay muchos temas abiertos en la continuidad de la arquitectura icónica que por mucho que haya sido criticada, sigue sin desfallecer y no obstante, estaría bien si nos puedes contar cómo es el edificio más allá de estas importantes y necesarias contextualizaciones que haces.
Un abrazo, Diego!
En este artículo puedes obtener información valiosa sobre el edificio:
https://amp-theguardian-com.cdn.ampproject.org/v/s/amp.theguardian.com/artanddesign/2019/mar/27/flying-saucers-have-landed-qatar-supersized-national-museum?amp_js_v=a2&_gsa=1&usqp=mq331AQCCAE%3D#referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.com&_tf=De%20%251%24s&share=https%3A%2F%2Fwww.theguardian.com%2Fartanddesign%2F2019%2Fmar%2F27%2Fflying-saucers-have-landed-qatar-supersized-national-museum