¿Hacia un nuevo nomadismo global? Fotomontaje del autor basado en fotograma de la película I.A. de Steven Spielberg (2001)
Mientras les escribo, llueve en mi barrio. Esta confidencia poco tendría de interesante si no les aclaro antes que mi barrio se encuentra en el trópico, más concretamente en la península arábiga. Trasladarse al desierto y tener la percepción de que cualquier día termino ahogado entre lo que deberían ser dunas no deja de llamar mi atención.
Que el clima cambia no es ningún secreto. Lo ha hecho desde el inicio de los tiempos. Sin embargo nos enfrentamos hoy a un nuevo factor: el tiempo. Son numerosos los indicadores que llevan a concluir la aceleración y profundidad de dicho cambio; no es éste el espacio adecuado para explicarlo, quedémonos con que no se trata de un fenómeno pasajero.
El tiempo influye en una cuestión clave: la adaptación al medio, por lo que muchas especies se ven forzadas a modificar comportamientos. Que lo hagan en la forma adecuada y con la velocidad necesaria serán claves para su supervivencia. Si nos referimos a la especie humana a día de hoy, la forma de adaptarnos al medio la realizamos por medio de la arquitectura y el urbanismo.
En los últimos 12.000 años hemos visto cómo, lejos de frenar su crecimiento, las ciudades acaparan ya a más del 50 % de la población del planeta y se espera que alcancen un porcentaje mayor próximamente. El aumento de población global y la intendencia necesaria que conlleva la distribución de bienes y servicios, así como el abastecimiento de soportes vitales de agua, energía o seguridad alimentaria, hacen que la planificación y administración de las ciudades sea uno de los campos más apasionantes y con mayores desafíos a corto plazo. Es una tendencia que pareciera inamovible y en este marco trabajan las principales organizaciones internacionales. Sin embargo, con riesgo evidente de equivocarme, pronostico un cambio necesario: la revolución tecnológica que vivimos, junto con las consecuencias más evidentes y extremas de un cambio climático acelerado pueden hacer necesaria la revisión de este modelo de urbanismo sedentario.
No parece fácil que la humanidad perezca con el cambio climático, pero ¿estaríamos dispuestos a pagar el precio que conllevaría un hipotético deshielo del Himalaya y que puede afectar a 1.300 millones de personas? ¿qué haremos con ellas llegado el caso? Por desgracia, las noticias acerca de desastres naturales con elevadas pérdidas en vidas humanas no dejan de multiplicarse. Recientemente Japón ha revisado a la baja su PIB por impactos de desastres naturales, climáticos principalmente, y hasta la reticente administración norteamericana reconoce que el cambio climático les va a suponer un coste de cientos de miles de millones de dólares en los próximos años.
La revolución de las tecnologías basadas en la información y aplicadas de forma inteligente a la gestión de recursos permitirían organizar migraciones constantes de acuerdo a las necesidades y evoluciones climáticas. En España, a mediados de los años 50 del siglo XX, prácticamente el 50% de la población se dedicaba a la agricultura; hoy en día, apenas dedicamos a ella un 5% 1 . La diferencia es que mientras entonces se producía alimentos para 28 millones de habitantes, hoy se realiza para 47 y la exportación a terceros países. Y esto ya es en sí un paradigma anticuado: la robótica aplicada a la agricultura o los cultivos hidropónicos están liderando hoy una revolución agrícola que rompe la dependencia de ésta de extensiones físicas de terreno o del duro trabajo en condiciones infrahumanas.
Sé que suena un poco a ciencia ficción digna de Luc Bresson; un cambio de paradigma del modelo sedentario a un modelo de ocupación del territorio variable conllevaría cambios profundos en cuestiones que hoy entendemos básicas como son los derechos de propiedad, la identidad y referencias culturales, la movilidad, la producción deslocalizada o los estándares mínimos de convivencia, entre otros. Con perspectiva, desde el punto de vista del urbanista sería un reto apasionante, lleno de desafíos y –por tanto- de oportunidades. ¿Qué si no tendrá que cambiar? Recuerden lo que dicen, Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. ¿No creen?
Mientras, desde mi ventana en el trópico, sigo viendo caer la lluvia.