La obra del arquitecto y activista griego Stavros Stavrides sobre los espacios umbrales de la ciudad contemporánea nos ayuda a comprender la fuerte ligazón entre el medio urbano como espacio físico de relación y las insurgencias sociales acaecidas en los albores del presente siglo. En Hacia la ciudad de umbrales (2016) 1 , Stavrides trata la urbe como un sistema de espacialidades cuyo potencial no reside tan sólo en su conformación física o en los usuarios que la transitan y disfrutan, sino en las situaciones que se desarrollan en estos espacios de carácter fractal. Para ello, emplea el concepto de umbral en su acepción dentro de los rituales sociales, como lugares-pasaje o no-fronteras liminales propicios para el desarrollo de la alteridad. De esta forma, el uso social de estos umbrales urbanos potencia una espacialidad emancipadora o de insurgencia social que fomenta una identidad abierta a través de acciones de negociación social y encuentro con la alteridad. Se convierten, por tanto, en espacios para la resiliencia humana, para el intercambio de identidades y para el fomento de la solidaridad como fuerza creativa.
Aunque Stavrides ejemplifica sus escritos a través de los grandes escenarios públicos de la movilización social en el S. XXI – la Puerta del Sol en Madrid, la plaza Syntagma en Atenas o la plaza Taksim en Estambul- estos espacios umbrales se generan también en lugares modestos de nuestra cotidianeidad urbana. Cabe incidir que muchos espacios urbanos no adquieren significación únicamente por sus valores históricos-culturales o un diseño ad hoc que guíe las reglas de la interacción social. En muchos casos, el papel activo de los ambientes urbanos tiene que ver con su propia relación con el tejido social y su carácter de tipología urbana “no catalogable”, propia de los umbrales que refiere Stavrides.
La Huerta de Tetuán (2018). Fotografía de la autora.
Siguiendo esta reflexión, los vacíos urbanos constituyen el negativo de los ambientes a los que se otorga una significación en el espacio público actual y podrían ser considerados como parte del “cuarto espacio” del que habla Patricia Simões en sus investigaciones. La caracterización de este tipo de espacios surge como fruto de las interacciones que rayan la informalidad y en una suerte de in-betweenness en su carácter híbrido y en tránsito hacia un nuevo estado 2 . En relación a estos vacíos o no lugares, apunta Zygmunt Bauman en su obra que “el vacío del lugar está en el ojo de quien lo contempla y en las piernas del habitante […] son vacíos los lugares en los que no entramos y en los que nos sentiríamos perdidos y vulnerables, sorprendidos, alarmados y un poco asustados ante la vista de otros seres humanos” 3 .
Muchos de estos no lugares están formados por aquellos espacios residuales en proceso de resignificación 4 que abren las puertas a la reflexión ciudadana y a la participación social en su papel de escenario de interacciones sociales espontáneas.
Como ejemplo de estos espacios umbrales de la cotidianeidad, cabe destacar el caso del madrileño distrito de Tetúan. Como área urbana en proceso de transformación, la compleja realidad que incardina el tejido urbano y social del barrio -diversidad cultural, edilicia, programática, etc.- adquiere una lectura interesante en el uso experiencial y comunitario que los propios habitantes realizan de los espacios residuales de su entorno.
En este sentido, el carácter popular de Tetuán permite un cierto anclaje a sus raíces ante la reutilización y refuncionalización de determinados espacios 5 . Se trata de un proceso en activo que demuestra la capacidad resiliente de los vacíos del tejido urbano consolidado, convirtiendo estos espacios residuales públicos en lugares para el diálogo, la performatividad comunitaria y el escenario, finalmente, del desarrollo de la alteridad.
Estos espacios umbrales permiten romper la membrana cultural que nos rodea, enriqueciendo la experiencia urbana a través del intercambio con el otro y del disfrute de un medio por explorar. En definitiva, un entorno urbano sin jerarquías o precondiciones, que mide el pulso de la sociedad real, sus inquietudes y manifestaciones culturales.
¿Es la ciudad de umbrales el campo de estudio urbano contemporáneo o se trata de una realidad presente a lo largo del tiempo de la que sólo hemos sido conscientes en nuestra época?