Imagen Centro Histórico de Santiago de Compostela: caserío y patios. Fuente: Google Maps
La rehabilitación de la ciudad pasa por mejorar las condiciones técnicas de sus edificios pero también por la mejora de los espacios vacíos, de los espacios intersticiales sean públicos o privados.
Mejorar la calidad de los espacios a los que se abren los edificios es fundamental para mejorar la calidad del interior de los edificios y para aumentar la calidad urbanística de la ciudad.
Últimamente, me encuentro reflexionando sobre la importancia de los espacios vacíos en la ciudad: el espacio intersticial que existe entre las construcciones; el espacio que podemos recorrer y el que no; espacio público o privado; el de las fachadas principales y el de las fachadas traseras; el que se muestra y el que se oculta a ojos extraños…
Como arquitecta tengo la oportunidad de visitar diferentes edificios para su estudio y, así, poder mirar, a través de ellos, hacia fuera. Desde el interior de cada estancia la percepción de la calle es diferente; pero, también resulta interesante observar el espacio exterior que se encuentra en la parte de atrás o en el interior de los edificios.
Son esos espacios traseros y patios interiores los que más me llaman la atención. Siento curiosidad por conocer qué hay al otro lado… Me interesa cómo se relaciona el edificio con estos espacios más íntimos, ocultos a los ojos de personas ajenas al edificio. Una parte de nuestra identidad se refleja en cómo vivimos el espacio público: calles y plazas; pero, la manera en la que cómo vivimos esos otros espacios es, quizá, más reveladora aún.
Desde hace años, las normas de habitabilidad en Galicia exigen que todas las estancias de las viviendas se abran a espacios exteriores “de calidad” exigiendo para ello unas condiciones en las que no encajan muchos de los espacios a los que se abren las estancias de edificios construidos antes de su entrada en vigor.
Bien podría servir la adaptación a la normativa vigente como excusa para considerar que resulta imprescindible mejorar las condiciones de estos espacios, mejorar su “calidad” para mejorar, con ello, la de las viviendas existentes.
Pero ¿cómo podemos mejorar estos espacios que fueron concebidos como secundarios y dotarlos de mayor calidad? Es un problema complejo pues las limitaciones son numerosas; difícilmente podremos aumentar su tamaño por lo que las intervenciones a realizar pueden pasar por la eliminación de elementos superfluos y el acondicionamiento de su superficie, el ajardinamiento, la mejora de las fachadas e incluso la apertura de huecos para permitir el acceso y uso público de este espacio.
En este sentido podemos aprender mucho observando el trazado histórico de las ciudades: observando sus espacios intersticiales puede verse claramente los valores a potenciar.
Me gusta recorrer la ciudad observando sus recovecos: las calles estrechas, los pasos, los atajos, las plazoletas… y a veces me cuelo en los edificios para ver más allá y, tras los edificios, ¡cuántos espacios hay ocultos!
Detrás de una fachada o de un muro, podemos encontrar grandes patios de manzana; pequeños patios de iluminación; patios de colegio; patios de conventos; patios institucionales; claustros; jardines interiores; huertas… ¡Huertas!
En Galicia hay patios de manzana que son vergeles. En la zona histórica hileras larguísimas de pequeñas casas adosadas dan fachada a una calle entera y, detrás de cada casa, su huerta. Y todas las huertas juntas, en el interior de la manzana, forman un jardín enorme. Un jardín verde oculto a la calle empedrada; un pulmón verde, olor fresco, cantos de pájaros, el sonido del viento entre las hojas. En medio de la ciudad, pero sólo para unos pocos.
Algunos de estos espacios intersticiales podían recorrerse, cual servidumbre de paso: un sendero interior a través de jardines, alejado del bullicio de la calle principal.
Actualmente, muchas de las huertas han sido ocupadas ilegalmente por los establecimientos en planta baja. Pero aún se conservan algunas en forma de jardín, sobre todo de instituciones públicas o privadas que han sabido ver en ellas el valor que aporta la naturaleza a cualquier edificación generando un espacio exterior de mayor calidad, incluso, que el de la empedrada calle principal.
¿Os imagináis qué lujo sería para la ciudad recuperar estos espacios simplemente para recorrerlos? Y al hacerlos públicos se convierten en espacios a mostrar, espacios principales. Al mostrar estos espacios querremos que sean de calidad y con ello ganarán en calidad las viviendas. Y habremos ganado todos.
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