Collage de la autora: Lina Bo Bardi, fondos del Instituto Lina Bo e P.M. Bardi. Autor desconocido. / Simone Mareuil en un fotograma de Un chien andalou. Buñuel, L (Director). (1929).
En esta ocasión quería hablar del sueño como lugar de inspiración y la importancia de respetar el descanso. De lo que pensaba que querría al terminar la carrera, y del momento en el que llega el primer encargo. ¿Cómo lo ven ustedes?
Al empezar la carrera fui iniciada en la “siesta del arquitecto”. El rito consta de tres movimientos: ingesta de café, reclinación sobre mesa/sillón con los ojos cerrados, reposo en el intervalo entre la vigilia y el sueño (sin llegar a caer en él) hasta que la cafeína empieza a hacer su efecto.
Dicen que, Dalí acostumbraba a dar cabezadas sentado en la silla, agarrando un objeto pesado, con un plato metálico bajo el reposa-brazos.
Llaves, cuchara de postre o piedra, el impacto del objeto al zafarse de su mano contra el plato le devolvía a la vigilia. Otras prácticas creativas o indagatorias incluyen levantarse de madrugada para trabajar en lo que tenías pensado hasta que salga el sol, desayunar y volverse a dormir la siesta del cura.
Pasar el día en la calle, descansar todas las horas que el cuerpo quiera. Comenzar a trabajar en ello al día siguiente. Los que se encuentran más cómodos en la quietud de la noche pueden avanzar el proyecto en un par de amaneceres.
Este sueño interruptus, quizás sea útil durante un tiempo, aunque no a largo plazo.
Se da en la intimidad del estudio, pero no en la denominada empresa de arquitectura.
El proyecto-producto pasa por muchas manos y queda acotado a una jornada laboral estipulada —que mal que bien viene a regular nuestra rutina— para acabar arrojando una solución adecuada a los recursos disponibles, incluido el tiempo.
Hace diez años no tenía tiempo que desperdiciar durmiendo, pensaba que me perdía algo o que podría dar más. Es posible; pero la salud es más importante.
El sueño de aquel que empieza ya no es que le encarguen un gran proyecto con un presupuesto acorde, sino que aúne con su vida.
El sueño de la arquitecta es que llegue un cliente con ánimo de dialogar, un buen presupuesto y paciencia.
A la larga valoraremos esta última cualidad por encima de todo.
Aunque no eches horas extras, de alguna manera en la fase de proyecto uno se lleva el trabajo a casa, a otra parte, lejos de la pantalla. A la cena con amigos. Al lienzo.
Durante el fin de semana lo miras desde lejos. Casi llegas a dejar de pensar en ello. Tomas decisiones por el camino, al doblar la esquina para encontrarte con ella.
El encargo pasa a ser algo personal, especialmente tras dialogar cara a cara con los clientes.
Santiago de Molina trata la firma del arquitecto como “Signos de una extraña pero valiosa forma de compromiso con lo ejecutado.” 1 , sin mencionar la responsabilidad civil, ni para con la clientela. Se sobreentiende.
El proyecto es la empresa de concretar, transmitir y habitar lo que razonas con los ojos cerrados.
Se espera que sea intemporal, que sirva, que envejezca bien, que esté a prueba de todo, que en él Jan Jelinek 2 suene bien.
Las decisiones se toman mejor a cierta distancia; desde la premisa de que no se puede complacer a todos. Pero intentando hacer la vida lo más agradable posible en el futuro. Después de un buen sueño.