Arquitectura, simbolismo y poder: los spomenici de Tito

El Brutalismo, estilo arquitectónico surgido en el Reino Unido en los años 50, y cuyo nombre tiene su origen en el término francés béton brut (así llamaba Le Corbusier a su material preferido, el hormigón visto), está de moda: Instagram y Pinterest se han rendido ante su potencia visual, y cientos de imágenes en blanco y negro de edificios otrora considerados monstruosos en el imaginario social dan fe de ello.

Además, editoriales especializadas en arte y diseño han publicado en los últimos años monográficos sobre el tema, y Phaidon acaba de anunciar la apertura de la lista de reserva para su Atlas of Brutalist Architecture con el contundente eslogan: “878 Buildings, 798 Architects, 102 Countries, 9 World Regions, 1 Style BRUTALISM”

Coincidiendo con este momento de renovado interés por la estética brutalista, el MoMA acoge actualmente la exposición Toward a Concrete Utopia: Architecture in Yugoslavia, 1948-1980, que según sus comisarios persigue dar a conocer el extraordinario trabajo de los arquitectos de la Yugoslavia socialista. En ella se puede comprobar la excepcional variedad de formas y modos de producción y el distintivo y a la vez polifacético carácter de las obras de esa época; pero la muestra se centra en el aspecto constructivo y estético de esa “utopía de hormigón”, sin profundizar demasiado en su trasfondo ideológico.

 

La República Federal Popular de Yugoslavia fue fundada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y gobernada hasta su muerte en 1980 por Josif Broz Tito, líder de los partisanos que combatieron a los nazis en los Balcanes. Tito intentó alejarse tanto de los totalitarismos comunistas como de las democracias capitalistas, explorando una tercera vía propia que podría denominarse socialismo autogestionado. Se enfrentó además a una tarea política aún más ardua: consolidar la unidad de esa república multiétnica, y crear una identidad común para la nueva nacionalidad, la yugoslava. Y en esa búsqueda de identidad, la Arquitectura jugó un papel crucial como herramienta de propaganda.

Durante el período socialista se construyeron edificios administrativos, bloques de vivienda colectiva, centros educativos y museos para formar a campesinos y obreros… influenciados por el Estilo Internacional primero y por el Brutalismo después, y en ambos casos marcados por un singular carácter regionalista; pero nunca, hasta la exposición del MoMA, habían despertado demasiado interés más allá de las fronteras yugoslavas. Hay sin embargo una tipología que atrae desde hace años a fotógrafos y curiosos de todo el mundo, y cuyas imágenes se han hecho virales en las redes sociales: la de los monumentos erigidos para conmemorar las luchas partisanas contra el fascismo, los llamados spomenici (literalmente “monumentos” en serbocroata).

Monumento a la revolución del pueblo de Moslavina (Spomenik Revolucije Naroda Moslavine), ©Ester Roldán, septiembre 2018

 

Concebidos en un expresionismo abstracto, con el doble propósito de diferenciarse del realismo soviético y de establecer una memoria “oficial” que no generase recelos entre vencedores y vencidos dado el conflictivo pasado de los pueblos balcánicos, los más de diez mil spomenici que se construyeron entre los años 50 y 70 pretendían representar con sus atrevidas formas anicónicas de hormigón la utopía política de Tito.

Tras la desmembración de Yugoslavia en los 90, estos memoriales pasaron de ser lugares de peregrinación a molestos recuerdos de un pasado que se deseaba borrar, y fueron destruidos o simplemente abandonados a su condición de ruinas arqueológicas contemporáneas.

Algunos, como el de Petrova Gora, han sido poco a poco reducidos a su estructura por el saqueo de los lugareños, que únicamente ven en el antaño impresionante edificio una fuente de materiales de construcción gratuitos. Su progresiva “desnudez” es fácilmente rastreable en internet: desprovistos de significado ideológico y carentes de funcionalidad, los spomenici son sólo extraños artefactos jalonando el paisaje. De una plasticidad muy fotogénica, eso sí.

Monumento al alzamiento del pueblo de Kordun y Banija en Petrova Gora (Spomenik ustanku naroda Banije i Korduna) © Ester Roldán, septiembre 2018
Por:
ESTER ROLDÁN longo + roldán arquitectura Ester Roldán (1976), arquitecta por la ETSA de Valladolid y DEA por la ETSA de Barcelona. En 2000 funda longo+roldán arquitectura junto a Víctor Longo, con quien desarrolla desde entonces proyectos en los que intenta materializar sus ideas arquitectónicas experimentando en intervenciones que van de la escala urbana a las instalaciones efímeras, y por los que han recibido numerosos premios, entre los que cabe destacar la nominación al Mies van der Rohe Award en 2019; sus obras aparecen así mismo publicadas en revistas especializadas nacionales e internacionales. No limita sin embargo su trabajo al ámbito de la construcción, y colabora asiduamente como articulista en varios medios, imparte conferencias, es docente en la Escuela Universitaria de Diseño, Innovación y Tecnología de Asturias, y participa activamente en todo tipo de propuestas artísticas, culturales y sociales.

Deja un comentario

Tu correo no se va a publicar.

Últimos posts