Venecia, para entender la relevancia de la trama.
Bellin, J. N. (1764) Plan de la ville de Venise: reduit sur un plan en 20. feuilles publié à Venise. [Paris: publisher unknown] [Map] Retrieved from the Library of Congress, https://www.loc.gov/item/2012586601/.
2030 parece ser un momento clave, que viene siendo anunciado desde 1972, cuando el MIT publica Limits of Growth Report, informe que pronosticaba puntualmente los procesos de crisis energética, cambio climático y colapso económico que se han ido fraguando desde entones y que, según parece, tendrán su punto de inflexión dentro de doce años aproximadamente.
A día de hoy desde Silicon Valley se anuncia que la era industrial de la energía y del transporte se acabará para el año 2030. Sus proyecciones hacen especial hincapié sobre cómo la disrupción tecnológica modificará la jerarquía energética y la industria del automóvil. Vaticinan que las consecuencias de este cambio de modelo serán especialmente visibles en el paisaje urbano. De todas las transformaciones que predice esta teoría, me interesa una en particular: la flota de automóviles se reducirá en un 80%, de manera que el espacio destinado al tránsito y al aparcamiento se reducirá en la misma proporción.
Qué vamos a hacer con tanto espacio libre.
Me seduce esta hipótesis porque plantea por fin un escenario en el que el futuro no es Gotham. Y pone el foco en la potencialidad de una infraestructura tan absoluta como la trama viaria. Esta valorización resulta excepcional porque lo cierto es que éste patrimonio industrial urbano 1, siendo un elemento principal y característico del paisaje de la ciudad, normalmente se trata como residual, aunque puede ser un elemento clave para la resiliencia de las ciudades.
Cuando hablamos en términos urbanos, la resiliencia debe entenderse como la capacidad de transformación ante situaciones de crisis. Es un concepto importante, tanto que ha conseguido entrar en la agenda de la utopía global para 2030. El número 11 de la lista de Objetivos del Desarrollo Sostenible se refiere a las ciudades y apela a “Lograr que los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”.
Que este objetivo sea alcanzable depende fundamentalemnte de la estrategia que se adopte para la transformación del espacio público. Si aceptamos la hipótesis expuesta, la liberación de uso del 80% del viario podría ser la tormenta perfecta para la especulación con el que quizá es el más legítimamente público de los suelos, la calle. Es importante considerar la trama como parte del patrimonio urbano colectivo. Esta situación que de momento es sólo una conjetura, nos sirve de excusa para reflexionar acerca de la capacidad transformadora de una infraestructura en la que también hay que salvaguardar los elementos relacionados con la identidad y la memoria urbana.
En un contexto global que está cocinando una transformación sistémica, hay un enorme potencial latente en la reconversión de infraestructuras y arquitecturas que están normalmente fuera del foco. Esto me lleva a querer alargar un poco la receta para la innovación urbana que dejaron por aquí los compañeros de Paisaje Transversal, ¿no serán estos elementos secundarios claves para las nuevas formas de hacer ciudad?