Una peineta. Esa fue la respuesta de Frank Gehry cuando un periodista le preguntó en la rueda de prensa previa a la entrega del premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2014 cómo contestaba a aquellos que opinaban que la suya formaba parte de la conocida como “arquitectura espectáculo”. Curiosa reacción para alguien que venía de inaugurar el día anterior en París su última obra, la Fondation Louis Vuitton, en una velada llena de pompa, ostentación y glamour, como correspondía a un edificio llamado a convertirse en referente cultural de la capital gala y promovido por LVMH, uno de los conglomerados de empresas de lujo más icónicos del momento.
Gehry rechaza con vehemencia la etiqueta de starchitect, y declara sentirse dolido por la imagen que de su método de trabajo proyecta el famoso cameo en Los Simpson; pero no parece producirle ningún pudor el carácter casi hagiográfico que por momentos adquiere el documental Apuntes de Frank Gehry rodado por su amigo Sydney Pollack, ni que el restaurante de la Fondation LV, Le Frank, lleve su nombre.
No hay una cifra oficial del coste de las obras de construcción de la fundación, y mucho menos de los honorarios cobrados por el estudio de Gehry; al fin y al cabo, se trata de una iniciativa privada, y no tiene que dar explicaciones sobre su contabilidad. En cualquier caso, parece indudable que la alianza entre LVMH y el mediático arquitecto ha sido fructífera en términos económicos: como ya ocurriese con el Museo Guggenheim de Bilbao, el contenedor ha acabado generando más interés que el contenido. Desde septiembre de 2016, apenas dos años después de su apertura, el centro ya no se cierra al público durante los cambios de exposición, sino que ofrece un parcours architectural, concebido como una muestra permanente en la que el visitante puede descubrir a través de maquetas, fotografías, croquis y audiovisuales el proceso creativo del edificio “en toda su fuerza y belleza, así como su gran complejidad estructural”. Y para que no haya ninguna duda de esa complejidad Gehry deja vista, con sus soldaduras y articulaciones, la estructura metálica del interior del volumen de la escalera que comunica las plataformas en las que se exhibe esa especie de making of del edificio.
Fondation Louis Vuitton (Frank Gehry), © Ester Roldán, marzo de 2018
El término making of, que podríamos traducir como así se hizo, tiene su origen en el mundo del cine, y se utiliza para denominar al vídeo documental que muestra cómo ha sido la producción de una película, aunque su uso se ha extendido y actualmente se aplica también a sesiones fotográficas, programas de televisión y series. Tal ha sido el éxito de este formato que ha adquirido ya la categoría de nuevo género audiovisual, y lo que empezó siendo un material extra ha llegado en ocasiones a despertar más curiosidad que la propia obra documentada.
Antes de que la tecnología digital llegase al séptimo arte, se construían estructuras de entramados de madera para soportar las fachadas de cartón piedra que reproducían templos egipcios o plazas medievales, intentando recrear arquitecturas del pasado de la manera más verosímil posible. Y así el espectador, aun sabiendo que se trataba de decorados, se sumergía en la magia del cine. Gehry prefiere desvelar el truco.
Studios Atlas, Ouarzazate, Marruecos, © Ester Roldán, abril de 2018