Fachada SolarLeaf – Strategic Science Consult of Germany (SSC), Colt International and Arup.
Fotografia: © Colt, SSC, Arup
El presente de los materiales trabaja con componentes orgánicos, materiales autorreparables… ¿Hasta dónde podemos llegar? ¿Qué envejecimiento tienen estos materiales?
Son sostenibles, sí, ¿pero son fiables?
Dentro del mundo de la construcción, son los materiales los que evolucionan a una mayor velocidad. Recientemente hablamos de Material Passport, el documento que informará sobre las propiedades de los materiales de los edificios y que nos ayudará en la gestión de los residuos y su reutilización. Se trata de una gran revolución programada para un futuro no muy lejano, pero aún futuro, dada la infraestructura requerida.
No obstante, y aunque Material Passport todavía nos parezca un poco inaccesible, la revolución ya está aquí. Los materiales del futuro han llegado para quedarse. Seguimos contando con materiales tradicionales como hormigones y ladrillos, pero poco a poco mediante investigación e I+D se modernizan y mejoran, además de crear también nuevos materiales con mejores prestaciones.
Hablamos de hormigones autorreparables, con bacterias que autorreparan el material en caso de grietas. De Breathe Bricks, ladrillos que absorben la contaminación del aire. De hormigón con grafeno, prácticamente invulnerable a agentes externos.
A primera vista suenan maravillosos y abren infinitas posibilidades para proyectar.Pero, ¿qué envejecimiento tendrán las bacterias? ¿Qué vida útil tendrá un hormigón “invulnerable”? ¿No deberíamos reducir materiales y residuos en lugar de atajar solamente sus consecuencias?
Como ya sabemos, la industria de la construcción es uno de los mayores usuarios de materias primas (por ejemplo en el Reino Unido supone el 60% del total) y uno de los mayores productores de residuos (el 30% de los producidos en Europa). Para reducir este impacto, una buena opción son los materiales con biocompuestos, o basados en restos orgánicos. Con 40 millones de toneladas de residuos orgánicos secos procedentes de la agricultura producida en Europa sólo en 2014, podemos imaginar el mercado que se puede abrir para utilizarlos en la construcción.
De hecho, el último informe de Arup Growing, Making and Regenerating, destaca la producción de materiales con biocompuestos tan diversos como las cáscaras de cacahuete para paneles de partículas resistentes a la humedad, ceniza de cáscara de arroz para paneles o mezclas con cemento para reducir rellenos, plátanos para textiles con absorción acústica, ladrillos fabricados con micelio de hongo o pieles de patata prensadas para crear materiales resistentes al fuego, aislantes hidrófugos y absorbentes acústicos.
Pero, ¿sabemos que durabilidad tienen estos biomateriales? ¿Resulta seguro su uso? ¿Cómo serán sus residuos?
Arup también participó en el desarrollo de SolarLeaf, el primer sistema de fachadas en el mundo que cultiva micro algas para generar calor y biomasa. La idea es innovadora pero necesita de ciertas condiciones solares para funcionar, por lo que es difícil extrapolarlo a las diferentes zonas climáticas, especialmente con las variaciones meteorológicas actuales.
Además de que presenta cuestiones importantes a contrastar tales como el mantenimiento, limpieza, si es saludable para el usuario, etc.
Los materiales biocompuestos son una buena alternativa para solucionar el problema de los residuos de construcción, cómo dice la expresión: ‘One man’s trash is another man’s treasure’.
Pero no olvidemos ir a la raíz y pensar en cómo reducir la cantidad de residuos en general, no solamente en reutilizarlos para construir más.