Tanto por sobreexposición como por completo rechazo, nadie es inmune a los términos sobrecargados de significados que están en tendencia:
corrupción-justicia/injusticia-presunción-legalidad-gobierno-coherencia-acusación-especulación-censura-alternativa-precariedad-trama-libertad-principios-respeto
En el contexto sociopolítico que nos rodea, es casi imposible esquivar ciertas reflexiones referidas al papel de la arquitectura dentro de tal vorágine. Tenemos asumido (aunque no aprendido) que el papel que juega el manejo de nuestros espacios, inmuebles y suelos es un factor de vital importancia en cada una de estas palabras. También lo es el valor de asignación que le otorgamos a cada uno de ellos. Las ciudades y los edificios no son componentes inertes sin relación; son espejos de nuestros prejuicios o desigualdades, vehículos de nuestros desequilibrios de poder.
Quizás planteado de esta forma pueda sonar a idea peregrina, pero cuando empezamos a personalizar, saltan las alarmas.
Caso 1, Inmueble privado1:
Más allá de la polémica política, que en los últimos años las portadas de los periódicos (y no de las revistas de cotilleo) se llenen con las posesiones de ciertos representantes a modo de estigma delata una peligrosa catalogación.
En nuestra sociedad, se puede juzgar o no el honor o la profesionalidad de un individuo en función de su espacio doméstico; siempre y cuando dicho personaje pertenezca a una determinada clase social o rango político. Existen guetos para millonarios y barrios obreros. Una casa unifamiliar pasa a ser chalé en función de su propietario, o de su localización. Al mismo tiempo, se adecúa o no a tus responsabilidades dependiendo de la posición que ocupes. En un segundo plano quedan banalidades como los gustos personales, la herencia cultural, o la educación de cada propietario. Irónicamente, fuera de nuestro país todas estas premisas pueden volverse opuestas por razones religiosas, urbanísticas, raciales…
Caso 2, Uso del espacio público2:
Ya sea en su faceta física o virtual (que es igualmente importante recalcar), las situaciones que pueden darse en todos los espacios públicos y el mismo uso de éstos vienen marcados por el contexto de esta situación política. Se ejecutan condenas de cárcel para comentarios abiertos en medios digitales, pero se pasan por alto los mismos si se dan en un debate en un salón de plenos, en platós de televisión o en despachos de altos cargos de empresas.
El uso o abuso del espacio o la integridad personal se vuelve variable en función del espacio en el que se da. La forma en la que nos relacionamos ordenadamente como individuos dentro de las ciudades se adecúa paulatinamente a nuestra comprensión histórica del derecho y del respeto personal. La ciudad y otros espacios públicos van adaptándose a tales condiciones, para hacerlas flexibles o manejables. La interacción entre el mundo tangible e intangible debe darse a través de la priorización de las necesidades sociológicas. Estos lugares responderán al uso de transporte compartido, actividad cooperativa, expresión ciudadana, etc.
Caso 3, Urbanismo3:
De nuevo topamos con uno de los más claros ejemplos de instrumentación social. La despoblación rural, el abandono del patrimonio y la desertización van bailando en la fina línea entre ser inevitables consecuencias del progreso tecnológico y ser peligrosas situaciones a resolver. Si la localización o los intereses inmuebles son sustancialmente importantes para algún cargo, aparecen expropiaciones fantasma, recalificaciones paulatinas, procesos judiciales para defender «la integridad de las ruinas», etc.
De nuevo, los actores tienen un carácter polar muy marcado. Las premisas de ahorro económico, energético y sostenibilidad no son prioritarias si la autoridad no saca beneficio directo de ellas, pero el estatus y el apellido de los agentes intervinientes dictaminan si un suelo será urbanizable, reserva natural o coto de caza privado.
Quizás todos los planos deberían llevar en su leyenda, junto a la simbología de escala, la componente sociopolítica del proyecto.