Alberto Campo Baeza: «En el Panteón de Roma se debe llorar»

«Valladolid, 1946. Arquitecto. En marzo recibió en Italia el PremioPiranesi, que no es un premio cualquiera. En la gala, ante la clase alta romana, cantó Peppino di Capri. Esas cosas pasan una vez en la vida.

P| La arquitectura convencional o comercial o normal o como quiera llamarla… ¿Le es indiferente o se fija y la aprecia?

R| Claro que me fijo. Me fijo y pienso en una casita pequeña que tengo en proyecto en Montecarmelo y a la que el Ayuntamiento le pone todas las dificultades imaginables por un centímetro aquí, otro allá, pese a que cumplimos todas las normativas. Pues cada vez que voy a Montecarmelo, que voy en cercanías porque no tengo coche, veo miles y miles de metros cuadrados de mierda sin que nadie les diga nada. Un poquitín de rabia sí que da la falta de respeto. Pero también hay arquitectura comercial que está bien y me merece respeto. Rafael de la Hoz, por ejemplo.

P| El estudio lo tiene en la calle Almirante, la casa en Piamonte… Casi todos querríamos vivir aquí, en la ciudad del XIX. Si nos vamos a esos suburbios es porque no queda sitio. ¿Eso es un fracaso de la sociedad o es un éxito?
R| Ojo, mi casa es un cuarto sin ascensor, 86 escalones, 30 metros cuadrados. Bueno, si tuviera niños sería complicado pero, sin niños, vivir en el centro es rentable: la casa es más cara pero ahorras en muchas cosas. En tiempo, en energía… Pero vamos, sí, es dolorosa la incapacidad de los arquitectos que construyeron los suburbios para crear vida de ciudad.
(…) «

 

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