Ayer se otorgó el Premio Pritzker 2018 a B.V. Doshi. Esto es importante porque los Premios Pritzker son una de las mejores cosas que le ha pasado a la arquitectura en las últimas décadas.
Los Pritzker son fundamentalmente una brillantísima estrategia comunicativa que ha conseguido que durante un día al año no se hable de otra cosa que de arquitectura en buena parte del mundo. Sencillo: como no existía el Nobel de Arquitectura se lo inventaron. Y coló. Todo el ruido mediático organizado a su alrededor, este artículo incluido, no hace más que ahondar en ello. Podemos debatir, cuestionar, bromear (y lo hacemos): redunda en esto. Luego vienen las segundas miradas, ampliamos materia y acabamos aprendiendo algo sobre arquitecturas, culturas y arquitectos que de otro modo no conoceríamos.
Se objetará que el premio es para la élite que construye, para los grandes volúmenes de obra. Para los encargos singulares. Cierto. La Humanidad empezó a significarse mucho antes de la escritura. Fuimos humanos cuando protegimos el fuego y creamos un hogar. Lo fuimos cuando empezamos a manipular el medio ambiente a nuestra conveniencia. Empezamos a significarnos pillando un pedrusco grande, muy grande, pesado, muy pesado, y lo más esbelto posible para ponerlo vertical desafiando las leyes de la física. Extrudimos un punto y con ello reclamamos nuestro lugar en el mundo.
La arquitectura inventó la religión.
La arquitectura inventó a Dios.
No al revés.
Los Premios Pritzker son una de las actualizaciones de este mecanismo atávico. Celebran a quien sigue desafiando las leyes de la física. Celebran a quien se cuestiona la vigencia de seguir reorganizando la naturaleza. Y celebran a quien la sociedad ha delegado para que se ocupe de ello: los arquitectos.
Esto sólo funciona si se hace bien. Y se ha hecho bien. Los Pritzker se han otorgado siempre a quien lo merecía 1 . Los Pritzker funcionan por delegación. Chipperfield, Perrault, Holl no lo tienen. Tantos otros murieron sin él. Pero hey, no pasa nada: tan importante es premiar a quien se premia como saber que tras ellos hay otros que también lo merecen. Saber que el premio no es excepcional. Cierto es que hay quien se obsesiona con el tema y gasta millones de euros haciendo pasillos y organizando congresos con un resultado improbable, lo que posibilitará que algún día un Paul Auster escriba un cuento guapo sobre ello. Y triste. Todo será ganancia porque la leyenda aumentará con ello.
Insisto: los Pritzker son un premio colectivo. Yo me siento representado por Doshi. Me sentí representado por RCR (por razones obvias), pero también por Sejima-san, por Koolhaas o por Barragán o por Siza(1).
Lo que son los premios quedó claro cuando se otorgó el primero de ellos a Philip Johnson. Cerquita estuvo (vino de un pelo) que se lo diesen a Fernando Higueras, lo que nos haría mirarlos muy diferente ahora. Pero Pops era Pops. Y qué caray: lo merecía. 1
Lo que son los premios quedó claro con esa llamada telefónica que la organización hizo a Gordon Bunshaft en 1987 pidiéndole asesoramiento para nuevos candidatos. Bunshaft dijo que dejasen de buscar. Nadie era mejor candidato al Pritzker que él mismo. Y qué caray: lo merecía. 1
Todo es una broma. Una broma seria. Pero una broma.
¿Doshi? Carlos Arroyo, arquitecto al que respeto mucho, dice que merece el Pritzker. A mí me basta. Luego miré su obra y descubrí espacios tan bonitos que quitan el aliento. Descubrí una relación genuina con su cultura, con el medio ambiente, con el espacio público. Descubrí que tiene un currículo que colapsaría Linkedin entero si se decidiese colgarlo. Claro que Doshi merece el Pritzker. Él y buena parte de los nominados. Lo importante es el jolgorio. También es importante no equivocarse y dárselo a un Calatrava cualquiera: el prestigio tarda mucho en ganarse y un suspiro en perderse.
Hoy es 8 de marzo y pienso que sería importante que los próximos 10 o 20 años se otorgase el Pritzker exclusivamente a mujeres. Hasta ahora sólo representan el 6,8% de los premiados. Concretamente tres. Y un 33,3% de ellas ha muerto ya, es decir: Zaha. Si en lugar de pensar así los porcentajes nos referimos a sus contribuciones descubriremos que este 6,8% se queda muy corto. Zaha revolucionó su campo, aunque envejeciese mal. Pigem-san y Sejima-san representan todo lo que tendría que ser la arquitectura en los próximos años. Hay candidatas: casi al azar están Odile Decq, Tatiana Bilbao, Momoyo Kaijima, Patricia Urquiola, Anne Lacaton, Yvonne Farrell, Shelley McNamara, Cecilia Puga, Manuelle Gautrand, Alison Brooks, Liz Dillier, Nathalie de Vries, Carme Pinós, Francine Houben, Amanda Levete y tantas otras. Hacerlo apenas repararía casos como el de Denise Scott Brown o Anne Tyng. Y el mensaje que se lanzaría no tendría precio.
Ahí lo dejo.