Fotografía: David Frutos
Esta foto fue tomada en junio de 2016 el día de la inauguración de nuestro primer Europan ganado: Viena, 2003. Curiosamente, la foto fue realizada desde el solar en el que un año después ganamos el último Europan. 14 años entre el primer concurso, recién titulados, y este último con el que nos despedimos de este certamen bianual diseñado específicamente para jóvenes arquitectos europeos (menores de 40 años). Este concurso dio sentido a nuestra práctica profesional. ¿Acaso no hay mejor manera de despedirse del mismo?
La cosa no queda ahí. En 2005 ganamos nuestro segundo Europan en Stavanger. Después, tras 4 ediciones en blanco decidimos despedirnos del concurso de la manera más nostálgica posible: participando en las ciudades que 10 años atrás habíamos conquistado. Primero sería Stavanger y después Viena. Éste fue el único criterio de selección y funcionó. Ganamos de nuevo en ambas ciudades.
Ahora, muchos nos preguntan acerca de las claves de este éxito. Una respuesta inmediata puede ser que la principal causa de todo esto es la nostalgia figurada en un deseo irrefrenable encubierto. En cierto sentido esto es verdad, al menos en los 2 últimos. En general, hay otras respuestas más genéricas como conocer bien el contexto de cada sitio y qué es lo que se pide. No es menos importante conocer bien e interiorizar el tópico de cada edición así como ciertos manierismos gráficos del momento.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que Europan propone en cada edición decenas de sitios en países de toda Europa. Así que, lo primero que uno hace es elegir solar. Y es aquí donde empieza lo bueno.
En primer lugar, si no sientes empatía por el jurado de ese sitio ten seguro que el sentimiento será recíproco por lo que mejor ni lo intentes.
En segundo, el país, entendido en su dimensión cultural más amplia, es determinante. Sólo hay que fijarse detalladamente para darse cuenta de que en algunos países ganan principalmente los locales mientras que en otros la situación es muy abierta.
Por último y cuestión no menos importante, es el compromiso de encargo de un proyecto para el primer premio. En las primeras ediciones esto sucedía casi por defecto mientras que en las últimas hay que leer detenidamente. Es importante dejar claro en este punto que estos criterios de selección persiguen “construir.” Nuestro objetivo principal en este concurso ha sido siempre conseguir trabajo. No lo ocultamos.
No obstante, a lo largo de este quindenio hemos aprendido que para conseguir trabajo no basta con ganar. Europan tiene implícito un planteamiento algo cruel: ¿pueden arquitectos veinteañeros ser adjudicatarios de macro encargos en países / ciudades que sólo conocen por fotos, cuya lengua no hablan, cuya cultura no conocen, sin experiencia previa, sin estudio…? Cada vez que vemos las fotos de nuestra primera reunión en el Ayuntamiento de Viena con tan solo 25 años y con cara de “pipiolo” uno entiende que no es de extrañar que el proceso fuera tan complicado.
¿Cómo se genera confianza? ¿Quién la genera? ¿Cuál es el rol de Europan como institución? Y es aquí cuando uno aprende que Europan no es nada sin Europan. Y del mismo modo uno aprende que Europan es la suma de los Europanes nacionales. Europan Austria, al que le debemos prácticamente todo, nada tiene que ver con Europan Noruega, por ejemplo. El primero nos enseñó que ganar es sólo el primer paso y que no hay más pasos si la institución no ejerce como tal. Y eso es algo que otros países todavía están aprendiendo. Así que en esas estamos.