Imagen de uno de los microchip de IBM mostrados en la exposición del MOMA de 1990.
Las fascinaciones que produjeron la técnica y la tecnología entre los años veinte y sesenta del siglo pasado dejaron excelentes edificios tanto en el ámbito de su estricta aplicación constructiva como en el de las metáforas. Sin embargo, la actual tecnología de la información y su paso a las redes globales no mantiene esa equidad con respecto a su empleo y su ilusión.
La seducción técnica y tecnología se manifiesta de dos modos. Mediante la pura aplicación de esta con una escasa teorización, o por medio de la emulación, con una producción escrita y visual compuesta por metáforas, ilusiones y sueños.
Las metáforas técnicas o tecnológicas extrapolan el comportamiento de la máquina, la fabricación o la ejecución de esta a ámbitos que no le son propios. Cuando la arquitectura pretende imitar a la máquina, intentando imbuirse del espíritu de la época, aparecen una serie de factores de mímesis o de metáfora, que tienen como referente los cambios producidos por las diferentes revoluciones, la industrial y la tecnológica.
La mera aplicación de conocimientos técnicos de la máquina a la arquitectura tuvo como brillante consecuencia la carrera por la altura en los rascacielos1 o la invención de cubiertas cada vez con mayor luz y más ligeras. Dentro de las metáforas, las sedes corporativas reflejan el pensamiento de las grandes empresas manufactureras. La sede de General Motors en Detroit de Eero Saarinen, proyectada y construida entre los años 1947 y 1956 supone un ejemplo paradigmático de la metáfora de la organización moderna de las cadenas de montaje llevadas a la organización espacial de la arquitectura.
La metáfora de la máquina presenta las mismas ventajas que la máquina. Funciona bien si hay una tarea lineal, en entornos seguros, cuando se trate de producciones seriadas y precisas y cuando las personas se comporten según lo asignado. Pero, también, hay que aceptar sus limitaciones. Y estas son: la dificultad de su adaptación, la burocracia sin límites, y los efectos deshumanizadores sobre las personas.
Hasta mediados del siglo veinte, la fascinación por la metáfora de la máquina como paradigma de cómo debían funcionar los edificios dominó la escena arquitectónica. En los años setenta se produce un cambio en este modelo. Los sistemas productivos cambian su interés de productos primarios mecanizados a mercancías más elaboradas, donde prima el valor socio-cultural y la capacidad de adaptación tecnológica. Esta modificación del concepto de producción lleva a la modificación de la metáfora arquitectónica.
La revolución en torno a las tecnologías de la información no se basa en aparatos, objetos y máquinas (que pasan a ser accesorios), ni siquiera en el conocimiento y la información, sino en la aplicación de ese conocimiento e información a aparatos de generación de conocimiento y procesamiento de la información/comunicación, en un círculo de retroalimentación acumulativo entre la innovación y sus usos.2 Implica, no tanto un cambio en la construcción material de la arquitectura, sino en cómo esta se piensa y en los instrumentos que se utilizan para desarrollarla. Atesora la capacidad de cambiar los conceptos arquitectónicos de manera radical, por ejemplo el de arquitectura líquida. La condición de líquida, dota a la arquitectura de capacidades tales como la capacidad de atender al cambio, de adaptarse con fluidez a una realidad variable cambiando la primacía del espacio por la del tiempo.3
Las metáforas mecánicas dan paso a las metáforas sobre la desmaterialización, sobre la metamorfosis de los procesos y sobre la metamorfosis de los productos. La exposición celebrada en el MOMA en 1990 en la que las impresiones de los microchips de IBM desarrollados a partir del año 1974 se reproducían en grandes pliegos culmina simbólicamente un proceso de cambio de paradigma que dura hasta el presente. Las imágenes fuera de escala remitían a ciudades, plantas de edificios o estructuras orgánicas.
El trabajo de Toyo Ito corrobora la posición de Superestudio de que la arquitectura de una civilización tecnológica no tiene que ser necesariamente tecnológica.4 El pensamiento informacional cambia la manera de ver el mundo -por lo tanto, la forma en la que nos enfrentamos a la arquitectura-. Transforma el proyecto de arquitectura y, así, la arquitectura misma. La mediateca de Sendai incorpora las metáforas de la organización tecnológica de la información a la práctica del proyecto. En la organización global del edificio, las plantas tratan los usos del espacio como capas de información, que están interconectadas y pueden ser intercambiables entre sí.
Y así, la técnica y tecnología material despojadas de metáforas y de su mera aplicación se han convertido en un instrumento creativo de primer orden. La tecnología de la información sigue todavía transformando el mundo.