Fotograma de Blade Runner
Sabemos de sobras que el espacio púbico es un bien muy preciado y muy importante para la ciudad contemporánea. Son numerosos y variados los proyectos para perfeccionar el diseño e iniciativas para ganar extensión de estos espacios o para incluir, al menos declarativamente, a más usuarios. Mayoritariamente el espacio público de nuestras ciudades tiene una funcionalidad reducida: ocio y consumo, básicamente. Es un espacio altamente normativizado, sujeto a numerosas regulaciones de su forma, distancias entre elementos, de los usos preferenciales, ordenación y edificación, convivencia, ruido, pautas y frecuencia de mantenimiento, etc. Hablamos, por tanto, del espacio jurídico que forma parte del juego y expresión política (como explica Domenico de Siena en su blog http://urbanohumano.org ).
Concebimos al espacio público como espacio de igualdad y de integración, que admite prácticas que, lógicamente, se ajustan a las normativas donde las acciones diferenciales son sujetas a licencias específicas y, por tanto, a la valoración objetiva/subjetiva del funcionariado municipal. Pero, el espacio público tal y como lo entendemos y diseñamos ahora, ¿permite, realmente, la diversidad más allá de la estrictamente visual y representativa? Dado este nivel de regulación, parece que el espacio público a menudo obtiene carácter de espacio de disidencia ya que muchas acciones que ocurren en él tienen difícil ajuste a la normativa. Sin hablar, por supuesto, de la clásica acción de protesta y denuncia política.
Una definición del espacio público del Urban Dictionary lo especifica como: El lugar donde todos pueden disfrutar de su coexistencia y representar su colectividad e interés común, sin ahogar o disgregar su diversidad (www.urbandictionary.com ). Es una definición basada en la diferencia, en el uso individual donde prima la coexistencia, no la intención de igualar a los usos o acciones, algo que me parece enriquecedor y más acorde con las sociedades complejas que formamos hoy.
En las ciudades asiáticas, el espacio público de tipo occidental tiene un doble papel: representa el poder político o representa su modernidad ya que es un tipo de espacio importado desde el occidente que no forma parte de su tradición. Las calles estrechas de sus barrios viejos cortan el densísimo tejido y forman un espacio compartido y multifuncional. Algo que la ilustración borró de las ciudades europeas existentes y el movimiento moderno de las ciudades futuras. Allí se cocina y se reparan máquinas, se vende todo tipo de cosas y juegan los niños. Los días de descanso y los festivos también se convierten en espacios de fiestas.
Así, el espacio público es en realidad el espacio colectivo, cuyo uso es la suma de diferentes actividades que se respetan entre ellos y se intercambian temporalmente para crear una experiencia muy rica a pesar de ser, aparentemente, alejada del orden tan estéril que conocemos en el occidente.
Pensar el espacio público en términos de espacio compartido (público y privado) y productivo, que permita un uso diversificado y flexible en términos de ocupación espacial y temporal, cada vez me parece más estimulante y creo que podría ser una vía de repensar el espacio público contemporáneo.
Hola, Jelena. Es muy interesante lo que dices al final: «Pensar el espacio público en términos de espacio compartido (público y privado) y productivo, que permita un uso diversificado y flexible en términos de ocupación espacial y temporal»…aunque no sé si entiendo bien si te refieres a usos temporales o apropiaciones de lo público por parte de empresas que pagan un alquiler por ejemplo al ayuntamiento, como se hace en Madrid, no sé, como cuando la Gran Vía se vistió de azul para celebrar un aniversario de la empresa Telefónica, o los tradicionales mercadillos de todo tipo y puestos navideños.
No estoy en contra de que se diga no al cien por cien a ello pero es cierto que el permitir estos usos, aún temporales, implica un diseño muy particular de los espacios públicos, como el que se hizo en la Plaza de Callao bajo las órdenes del alcalde Gallardón en Madrid, donde se priman los vacíos para ser ocupados luego comercialmente, dejando espacios para que pasen los vehículos de emergencias únicamente y relegando la vegetación y las sombras a un papel absolutamente secundario cuando no anecdótico.
No sé si podrías elaborar un poco más ese párrafo final para ver cuál es más en concreto tu punto de vista.
Muchas gracias y feliz año!