(Elliot Alderson, personaje de Mr Robot, serie de USA Network)
Hoy te has levantado, te has duchado, vestido, desayunado y cogido algún transporte para ir a trabajar. En menos de dos horas has usado dos o tres habitaciones y un espacio público, pero además has limpiado tu bandeja de correo de spam, dado los buenos días a tu madre por WhatsApp, añadido dos o tres tareas a tu lista de «cosas urgentes», chequeado tus facturas bancarias, reservado cita con el dentista y acudido al último concierto de Depeche Mode. También has visto de pasada las inundaciones de Sierra Leona y has jugueteado con la idea de reservar un «vuelo-chollo» a Maldivas.
En una de sus múltiples definiciones, entendemos la arquitectura como el arte (eso es otro debate) y la técnica de proyectar, diseñar, construir y modificar el hábitat humano. Este hábitat ha cambiado, se ha desdibujado y ampliado. Ya no necesitamos medios físicos para realizar muchas de nuestras actividades cotidianas. Los flujos y procesos que constituyen nuestro comportamiento han dejado de estar confinados en espacios materiales y se han convertido en lugares: áreas comunes, tangibles e intangibles. Espacios de intercambio, negocio, aprendizaje, ocio, control, almacenaje, registro, esparcimiento, etc. Nos movemos también en ámbitos imaginados, sin necesidad de iluminación, ni gravedad, ni higrotermia; que necesitan de una experiencia humana para tener sentido. El emplazamiento y la forma que definen nuestro hábitat ha adquirido nuevas dimensiones y parámetros.
¿Por qué entonces seguimos distinguiendo una línea tan clara entre arquitectura y tecnología? Es ésta la que abre la posibilidad de proyectar sin restricciones, de permitir una convivencia y fluidez plena entre todo tipo de procesos sociológicos. No se trata de ocupar el trabajo de programadores y diseñadores, sino de salir de nuestra jaula de 4 paredes de ladrillo visto y hormigón armado (esa nueva revolución de principios del siglo… XX) para ser capaces de abarcar horizontes más ricos y complejos. Para dar respuesta eficaz y coherente a un mundo con menos fronteras materiales. Es necesario un trabajo cooperativo entre todas estas disciplinas y agentes si queremos entender y reaccionar ante un cambio tan profundo en nuestro modo de vivir, en nuestra manera de habitar los mundos con los que interaccionamos. Las soluciones espaciales no pueden ser equivalentes a las desarrolladas milenios atrás. Necesitamos un replanteamiento cognitivo del mundo que nos rodea, y una respuesta atrevida, apoyada en nuestras múltiples herramientas, que satisfaga y anticipe los dilemas y problemas que están por llegar en esta convivencia.
La arquitectura no se reduce únicamente al hecho constructivo. No podemos seguir limitándonos a acatar tímidamente el cuentagotas normativo que nos va obligando a hacer pequeños agujeros en nuestro precioso e indiferente muro de hormigón con el objetivo de albergar cualquier dispositivo. Nos urge sumergirnos en el mundo infinito de posibilidades que nos permite romper las reglas de la física. Necesitamos empaparnos de las opciones que pueden resolver nuestras propias limitaciones como técnicos. Será bueno enfocar el trabajo en un proceso, en sus flujos, en su funcionamiento, en su actividad, no en una pieza escultórica que alberga vacío inerte. La experiencia como guía definitoria de lugares, de derivas. Elementos físicos, oníricos o la mezcla de ambos. Nunca el futuro de nuestra profesión había atisbado un porvenir tan apasionante y aun así habíamos sido tan reticentes a abrazarlo.