Una de las características principales de nuestra profesión es convertir cualquier acción que emprendamos (desde la construcción de un edificio a una crítica) en un proyecto. Este proyecto requerirá de todo un instrumental que ayude a su realización, lo que ha llevado a que algunos arquitectos desarrollen talentos diversos en artes que, aun considerándolas accesorias, producen un material que tiene valor por sí mismo cuando se descontextualiza de la obra que ha ayudado a animar: planos diversos, perspectivas, maquetas, el material necesario para representar una intervención arquitectónica antes de su elaboración.
Desde hace poco tiempo este arsenal cuenta con dos nuevos instrumentos sobre los que vale la pena reflexionar: el video y la realidad aumentada.
Se podrá objetar que el primero de ellos no es nuevo, lo que es una verdad a medias sólo cierta si adoptamos la posición relativista cierta también a medias de que todo está ya inventado. Y es que la consolidación y la operatividad de estos dos inventos sólo ha sido posible gracias al abaratamiento y la simplificación de las herramientas: cámaras, editores, soportes de almacenamiento. El mundo digital ha sido clave para ello al permitir que cualquiera pueda conseguir un dominio técnico del medio fácil, rápido y compatible con el ejercicio de la profesión de arquitecto.
Primer problema: del mismo modo que el dominio virtuoso de un instrumento (pongamos por caso un instrumento musical) no nos convierte en músicos el dominio de la técnica del video no nos convertirá en realizadores.
El video(1) se podría definir como una secuencia lineal de imágenes. El video permite, por tanto, contar pequeñas historias, organizar y narrar un proyecto. El video es un medio potentísimo para la transmisión de un mensaje. Y, lo más importante, es un medio empático (más si se proyecta en comunidad) que permite transmitir sensaciones. Que permite mostrar lo que de verdad importa de un proyecto. Que permite mostrar subtextos: que permite mostrar lo que realmente es la arquitectura envolvente, sensorial y sensual.
El video, pues, es un método fabuloso para contar un proyecto si se valora como lo que es y se usa mediante sus propias reglas. Ciclos como Ecumenópolis, del Colegio de Arquitectos de Cataluña, demuestran su potencia: el recorrido ya ha empezado y sólo queda seguir investigando, lo que va a permitir también establecer puentes con otras artes al tiempo que se cree mano de obra especializada en el tema.
(1)_ Hablo de video, no de cine, lo que considero otro tema. La relación del cine con la arquitectura es ya un campo explorado, aunque nunca lo esté lo suficiente. Es un campo abierto y magnífico que tiene, entre otras muchas virtudes, la de realzar la belleza, la potencia y las bondades de la arquitectura al relacionarse con ella de arte a arte.
Pie de foto: fragmento de uno de los videos de Aftermath, architecture beyond architects, dirigidos por Isaki Lacuesta, Jelena Prokopljevic, Jaume Prat