NEUROARQUITECTURA
Por Francisco Mora
Desde El Huffington Post
“Hace ya algún tiempo, aun cuando no mucho, entré, una mañana gris, a visitar la catedral de Tilburgo en Holanda. Tras cruzar la puerta, el sonido fuerte del órgano me sobrecogió. La música, sublime, ocupaba todos los rincones de aquella arquitectura y de mí mismo. Un sonido penetrante, que parecía alargar no ya las altísimas arcadas góticas del techo, sino mi sentimiento abierto de estar vivo y embargado por esa realidad física hecha con ideas y emociones profundas. Y allí me quedé, largo rato, sentado en aquellos bancos de nogal viejo. Cierto es que esta experiencia, y antes o después de ella, y con registros emocionales diferentes, me ha sucedido en otros entornos, fuera en el Panteón de Agripa, ante el Partenón en la Acrópolis griega, en el circo de Roma, o en lo que imagino podría experimentar ante el Burj Dubai que mira cerca, con casi un kilómetro erguido, los azules del cielo.
¿Qué tienen pues las arquitecturas que son como resortes que abren y despiertan muchos rincones de nuestro cerebro? Hace poco, a raíz de datos muy recientes, me puse otra vez a cavilar sobre la importancia de la arquitectura en relación a la enseñanza, fuese ésta preescolar o universitaria. Y me hice las siguientes preguntas: ¿Por qué enseñar a los estudiantes en clases amplias, con grandes ventanales y luz natural parece mejorar y producir un mejor rendimiento en ellos que la enseñanza impartida en clases angostas y pobremente iluminadas? ¿Pudiera ser que los colegios, los institutos de enseñanza media o incluso las propias universidades, que se construyen en las grandes ciudades, modelen la forma de ser y pensar de aquellos que se están formando en ellas? ¿Es posible que la arquitectura de los colegios no responda hoy a lo que de verdad requiere el proceso cognitivo y emocional para aprender y memorizar acorde a los códigos del cerebro humano y sean, además, potenciadores de agresión, insatisfacción y depresión? ¿Hasta qué punto vivir constreñido en el espacio de un aula, lejos de las grandes extensiones de tierra con horizontes abiertos o montañas, árboles, de suelos alfombrados de verde o secos matojos, no ha alterado la base emocional genuina de los mecanismos neuronales del aprendizaje y la memoria? (…)”
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