LAS UNIVERSIDADES COMO PARTE DEL PROBLEMA

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Por Eduardo Cadaval Desde Portavoz TV

Si todos nos quejamos del estado actual de la arquitectura pública en México ¿por qué no buscar las causas que han originado esta situación? Un ejercicio más riguroso nos pediría ir más allá para saber quiénes han sido los responsables y buscar cuáles son las posibles soluciones. Dicho análisis exhibiría muchos elementos que cumplirían la doble condición de ser responsables de lo sucedido y al mismo tiempo parte indispensable de la solución. En un lugar destacado se hallarían las universidades por su importancia y las repercusiones de lo que se  enseña en sus aulas, parece difícil conseguir cambio alguno si éste no ocurre también en los lugares donde se reflexiona y donde se dan los primeros pasos en la larga trayectoria de aprendizaje que requiere la profesión.  

México es el país con más escuelas de arquitectura del mundo. Sobra decir que muchas son auténticas bromas o entran en la  fantástica categoría “patito”.  Muchas otras creen que por estar cerca de Dios -según ellos- o tener rimbombantes nombres anglosajones, esquivan esta clasificación, pero la calidad de su enseñanza demuestra lo contrario. No es un tema menor el preguntarse cómo es que todas estas pseudo instituciones han logrando obtener un registro oficial para ofrecer un título universitario, tampoco lo es el que no exista una mínima supervisión sobre el tipo de educación que ofrecen.  En un país tan desigual como México, la calidad de la educación es un elemento que contribuye al  desequilibrio: si la calidad de la enseñanza es desigual, las oportunidades también lo serán.

Lo dramático es que las escuelas patito no son el verdadero problema. Sí lo son la mayoría de las grandes escuelas de arquitectura del país que, por omisión o enfoque, han contribuido a la situación actual. Las universidades no se han preocupado por construir un ámbito laboral apropiado donde sus egresados puedan desenvolverse. En las escuelas de arquitectura no existe un debate en torno a las  condiciones laborales o temas gremiales que permitan crear espacios para el adecuado ejercicio de la profesión. No hay ninguna discusión sobre cómo se debe gestionar la arquitectura pública del país. Nadie asesora o propone lineamientos a las dependencias gubernamentales sobre cómo deben llevarse a cabo los proyectos financiados con dinero público. Las instituciones académicas no ejercen presión alguna para que las cosas cambien y ni una sola facultad o escuela puede jactarse de ser pionera en este ámbito o de  tener expertos trabajando en temas de desarrollo laboral  o sobre condiciones equitativas para la profesión. Sus investigadores publican ensayo tras ensayo sobre arquitectura virreinal o sistemas paramétricos pero nadie trabaja sobre temas gremiales de urgente actualidad (…)”

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