En busca del Arca Perdida, Spielberg, 1981.
Cada año, Forbes publica la lista “30 under 30”, en la cual se resaltan a los “jóvenes emprendedores, líderes creativos y estrellas más brillantes” del momento. Según MIT News, al menos 25 integrantes de la lista de 2016 son egresados de esta prestigiosa universidad. De ellos, más de cinco son asistentes graduados o post-doctorales con responsabilidades docentes. Ninguno es arquitecto.
Sinceramente, no me extraña en absoluto. Nos resulta fácil imaginar a un exitoso broker de Wall Street sin canas que peinar pero no a un arquitecto de éxito merecido. La arquitectura es un saber complejo y profundo; los grandes maestros del siglo XX son recordados como personas de edad avanzada y saber reposado. Con menos de treinta somos apenas aprendices, exploradores a veces, innovadores incluso, pero carentes de esa visión holística que sólo los años proporcionan. ¿Cómo demonios vamos a ser profesores de nada?
No me malinterpreten. Creo que hoy en día es más necesaria que nunca la integración de profesores jóvenes en nuestras escuelas de arquitectura. Además de la creciente diversificación de nuestra disciplina, la crisis en nuestro sector ha provocado que la vía académica se convierta en una opción real con un valor comparable al del “gran arquitecto proyectista”. Un arquitecto que construya su trayectoria como investigador o divulgador se encontrará con la docencia de forma inevitable y con mayor rapidez. ¿Cómo enfrentar este reto?
En primer lugar recomiendo un acto de libertad: dejar de lado el chip de maestro y adoptar el de facilitador. El diseño de programas y planes docentes resulta toda una aventura cuando se piensa como una comunicación de doble sentido en la que el profesor facilita técnicas para que el estudiante genere su propio conocimiento, que el profesor recibe de vuelta.
La expresión gráfica quizás sea el mejor ejemplo de ello, una materia en la que el docente espera que gracias a unos instrumentos básicos, pero precisos, su estudiante le sorprenda con un ejercicio de rigor absoluto. Un profesor sorprendido es un profesor satisfecho.
Por otro lado, creo que es clave comenzar desde un área especializada que nos permita transmitir conocimiento al tiempo que seguimos madurando. En este sentido, ser profesor de retretes1 durante doce años como Sáenz de Oiza puede significar una opción tan atractiva como sabia. ¿Quién ha dicho que el ritual de ir al excusado2 no contiene en sí mismo todo el saber de la arquitectura? Este tipo de comienzos facilitan llegar a la diversidad desde un origen riguroso, un ancla que no nos deje a la deriva antes de tiempo.
Por último, para ser profesor de arquitectura no sólo hay que ser buen arquitecto, sobre todo hay que ser buen estudiante. Enseñar a ser estudiante3, a aprender de forma independiente e innovadora, ese es el verdadero aporte de un docente. Ojalá todos fuéramos maestros de los de antes y nuestras frases ilustres resonaran a través de los tiempos; pero, mientras no sea así, toca hacer un ejercicio de humildad y enseñar sin dejar nunca de aprender.
Como si siempre tuviéramos menos de treinta.
Como arquitecto e investigadora me ha resultado muy interesante tu artículo. Coincido en los puntos que enumeras como fundamentales para afrontar el reto de la docencia, pero además añadiría, por lo menos, otro más: viajar. Creo que es muy importante conocer otros enfoques y maneras de investigar y aproximarse a la docencia. Moverse en varias Escuelas, en distintos continentes. Dependiendo de la cultura, hay grandes diferencias, y creo que es del todo enriquecedor.
Gracias Julia, ¡estoy totalmente de acuerdo contigo! Precisamente mi experiencia como docente ha sido fuera de España, donde la verdad es que la carrera académica está bastante complicada a menos que estés dispuesta a ser becaria hasta los 40. En mi caso todo ha sido producto de empezar a trabajar en Bogotá hace 2 años y medio con un grupo de investigación dedicado al análisis de prácticas docentes en diversas escuelas de arquitectura del mundo, tarea que me ha llevado a elaborar mis propias propuestas.
Si te interesa el tema, aquí en el blog de Arquia tengo publicadas bastantes reflexiones sobre el tema de ser emigrante y alimentarse de lo extranjero. Quizás la que más te podría atraer este post sobre SCI-Arc, una facultad de arquitectura californiana bien loca que he podido visitar en dos ocasiones.
https://blogfundacion.arquia.es/2014/10/the-show-must-go-on-aprender-arquitectura-en-la-costa-oeste/
Si lo lees y te gusta, ¡deja tu comentario! :)
Gracias Julia! Precisamente gran parte de mi experiencia viene de esos viajes que comentas, sobre los que suelo escribir bastante en este blog. Esta vez los pasé por alto, más que nada por no ser pesado siempre con lo mismo, pero efectivamente los viajes son imprescindibles. Creo que mi post más viajero y sorprendido es el que escribí sobre SCI-Arc, una escuela de arquitectura californiana rara, rara, rara. Ojalá te guste y te animes a dejar tu comentario ahi también ;)
https://blogfundacion.arquia.es/2014/10/the-show-must-go-on-aprender-arquitectura-en-la-costa-oeste/
Así que buenos estudiantes eh… Mejor «buenos aprendices», no? Lo otro suena demasiado académico, con lo que ello conlleva. Me parece superinteresante empezar a desarrollar el papel de «facilitador» del docente. Muchas veces hemos hablado de la cantidad de información a la que se puede acceder ahora mismo y la dificultad que entraña llegar a la que es realmente interesante, sobretodo cuando el criterio de cada uno aun se está formando.
Por otra parte, ya sabes que hasta los 40 eres joven arquitecto jajaja En una carrera como esta hace falta mucho recorrido y mucho mundo hasta de poder estar en posición de decir ciertas cosas. Pero tranquilo Saga, estamos en el camino!!
Gracias Enrique! El tema de las palabras es interesante. Yo personalmente utilizo siempre las palabras «profesor» y «docente», en lugar de «maestro» que tiene que ver con lo «magistral». Al tiempo suelo utilizar «estudiante» en lugar de «alumno» que me recuerda a la condición de «discípulo». «Aprendiz» puede ser otra gran palabra, ligada a un taller o a un oficio «ancestral» que sólo se puede aprender a través de la acción. También es una palabra que recuerda a juventud. ¡Molaría ser aprendiz para siempre!
En cuanto a la edad, pues claro, somos jóvenes y sinverguenzas. Creo que lo que más me gusta es que siendo conscientes de esta condición y coherentes con ella, ¡en lugar de encerrarnos nos abrimos a todo un mundo de posibilidades! Puro espíritu Pedacicos ;)
Llámame rancio, pero no puedo con el concepto de «facilitador».
Las cosas en la calle no son fáciles. En absoluto.
Tengo la suerte o la desgracia de tener una memoria muy potente para las cosas que me pasan con las personas que me importan, y la relación con algunos de mis profesores me ha enseñado mucho.
Recuerdo la rabia que me daba cuando me decían aquello de «pues si vieras en la calle…» y pensaba que debían dejarme un poco tranquilo y esperar a que saliera a la calle para encontrarme con «la dureza».
Con el paso del tiempo he cambiado de opinión.
La universidad es un entorno protector, casi como un vientre materno, en el que la gente que trabajamos en ella con ganas e ilusión, apreciamos a nuestros alumnos y tratamos siempre de obrar en su bien.
Ahora, eso, para mi, no quiere decir que tengamos que «facilitar», si no todo lo contrario. Creo que tenemos que poner retos de toda la dificultad que sea posible, y hacerlo siempre dándoles la seguridad de que si titubean, de que si fallan, vamos a estar a su lado para ayudarles, pero no para ponérselo fácil.
Soy de la generación que aprendió CAD solita, que tuvo que zamparse el cambio al CTE cuando acababa de terminar y ya no tenía «profes» que se lo desmenuzaran.
Hay generaciones que lo tuvieron mucho más difícil todavía que nosotros, recordemos los de «dibujo de estatuas», y eso me reafirma en pensar en que la universidad, mientras más dura, mejor.
Soy un firme convencido de que todo el mundo tiene derecho a acceder a una educación universitaria pública, pero no todo el mundo tiene la capacidad para cursarla completa. Las cosas no son fáciles.
Miguel! Para nada rancio! De hecho estoy muy de acuerdo con lo que dices, es decir que el concepto de facilitador no va por ahi. Precisamente puse el ejemplo de Expresión gráfica AKA Dibujo porque creo que es una de las materias donde los estándares deberían ser siempre altos y esperar como mínimo una gran iniciativa y capacidad exploratoria por parte del estudiante. Creo que el facilitador es precisamente aquél que estimula y maximiza esa capacidad del estudiante para tomar la iniciativa y generar su propio conocimiento, en lugar de presentarlo como un ciclo cerrado con reglas inamovibles. Tiene que ver con facilitar procesos, los cuales no tienen por que ser necesariamente fáciles.
Por otro lado, este post surge también de una experiencia en una universidad que aparte de ser colombiana también es privada. Aquí las calificaciones se trabajan de una forma radicalmente -RADICALMENTE- distinta a la que estamos acostumbrados en España. El 4 sobre 5, que según las conversiones del MECD equivale a nuestro 7, aquí es o mínimo que tendrá un trabajo parcial medianamente correcto. Para nosotros un 7 o un 8 siempre fue un tesoro de valor incalculable. A partir de ahi te puedes imaginar el resto de la discusión ;)
Magnifico, Manolo!!!!! Yo hace tiempo que conocía de cerca tus inquietudes por realizar una arquitectura social, cultural y multidisciplinar. También sabía de tus habilidades para la escritura clara, concisa y sistemática. Y no digamos de tu empeño y compromiso por una pedagogía nueva en la enseñanza. Todo esto lo conservas. ¡¡¡Y lo mejor es que te estás superando mucho, mucho!!!!! ¡¡¡¡FELICIDADES y un gran abrazo!!!!
Gracias Rafael! Tú eres de los que siempre nos lee pero pocas veces se manifiesta… Una especie de lector invisible. ¡Qué sería de nosotros sin lectores invisibles!
Hola Manuel y gracias por compartir este post.
Tu post me ha hecho pensar en como fue mi vida de estudiante en mi «Escuela» de Arquitectura del Desierto de Atacama-Chile (UCN-Antofagasta), en los profesores que tuve y como se dio el proceso de «reciclaje» de los viejos profesores a los nuevos, los menos de 30 como los llamas.
Creo que un buen profesor necesita de un contexto donde desarrollarse, aprender, enseñar y brillar. Y ese contexto es una Escuela de Arquitectura (me gusta que se llame así: Escuela, como la de los niños…).
Creo no ayuda mucho la idea del profesor solitario, con estilo literario, la del héroe. No olvidemos que al héroe siempre lo acompaña la tragedia y nos son tiempos de tragedia, sino de celebración…
Entonces la Escuela… Necesitamos buenas Escuelas, y mas que enfocarnos en «areas especializadas» tal vez seria interesante apostar por «territorios especializados», es decir que lo que te guia no es un tema puntual, sino un territorio, un clima, una cultura, un saber que te precede.
Sera muy probable que esas Escuelas sean fundadas (así han sido) por estos buenos profesores, y que parte de la fundación de esa escuela sea como cultivar a los buenos y venideros profesores.
Mi Escuela del Desierto fue fundada para aprender y enseñar Arquitectura en un territorio «nuevo» (Un Desierto!!!) y esa decision fue una certeza. Luego los nuevos profesores eran los mejores alumnos que iban siendo formados los los Viejos fundadores… otra certeza.
No existe un lugar donde estudiar para ser profesor de Arquitectura, para ser un profesor de Arquitectura te debes formar por los viejos profesores, se necesita un guia, un mentor y recorrer un camino… Ademas de las otras cosas que tu comentas por supuesto…
Otro buen ejemplo a mirar es la Escuela de Arquitectura de La Universidad Católica de Valparaiso, su proceso de fundación y lo vanguardista que han sido desde una mirada poetica del territorio y la Arquitectura. Vale la pena conocer su trabajo: La Ciudad abierta, Amereida y sus travesías (http://www.ead.pucv.cl/amereida/ciudad-abierta/)
Entonces, me parece que le desafio mas grande de un buen profesor menos de 30 debiera ser juntarse con otros y salir a recorre el mundo, encontrar nuevos territorios y fundar nuevas Escuelas de Arquitectura.
No se trata de tener una fuente de trabajo, se trata de marcar las pautas a seguir. De estar en la punta de la flecha y abrir caminos nuevos. Se trata de Ser Absolutamente Modernos…
Recibe un abrazo y gracias por compartir tus observaciones con los que los que invisiblemente los leemos.
Igma
Gracias Igma! Qué gran comentario!
A mi también me gusta el título de Escuela. Escuelas Técnicas las llamamos en España, de las de aprender haciendo. No me acabo de acostumbrar a que en Colombia se les llame Facultades. La Facultad es para licenciarse en un saber, la Escuela es para «hacer» ese saber. O algo así.
En cuanto al punto principal, ¡pues totalmente de acuerdo! En parte el post tiene sus raíces en el contexto académico español. Nosotros ya no fundamos escuelas al ritmo que lo sigue haciendo América Latina, y a menudo nos encontramos con claustros que se renuevan menos de lo que quisiéramos. Por otro lado sigue presente un pensamiento de que el docente de arquitectura debe ser siempre un maestro arquitecto, alguien con muchos años de profesión a la espalda. Los maestros (los de verdad, los de la vida, acordándome de Ana Asensio) son tesoros imprescindibles, pero sin músculo joven la academia no avanza. No me estoy refiriendo a legiones de becarios sino a arquitectos que realicen una labor investigadora y docente seria, sustentable y sustentadora.
Precisamente por eso me sumé al carro de recorrer mundo y ayudar no tanto a fundar sino a re-fundar, algo que siempre es muy sano. Creo que en este mismo blog hay otros grandes ejemplos de re-fundadores, pienso en Brijuni, en Raquel, en José María, en Santiago y en otros tantos grandes.
En cuanto a la Escuela del Desierto, brutal, interesantísimo y desconocido para mi hasta ahora. ¡Gracias! Valparaíso y Ciudad Abierta si los conocía pero aún no los he visitado en persona. ¡Necesito un viaje a Chile con urgencia!
En resumen, sigamos recorriendo mundo y haciendo red, son dos de las pocas cosas que ofrecen la certeza de no equivocarnos nunca. ¡Un abrazo!