El caminante sobre el mar de nubes, Caspar David Friedrich, 1818
Defender a capa y espada una Arquitectura de verdadera calidad es una gesta quijotesca en una sociedad que no siempre la valora. No son pocas las dificultades a las que se enfrenta un Estudio de Arquitectura que aspira a desarrollarse desde el rigor de la práctica profesional.
La filosofía de vida del arquitecto “en libre ejercicio de la profesión” incluye de serie el sello Carpe Diem. El largo desarrollo en el tiempo de los trabajos, la gran dedicación que requieren, su lamentable volatilidad y la enorme dificultad para tener una previsión de futuro estable nos obligan necesariamente a vivir al día. Esta permanente sensación de levedad en nuestra existencia como arquitectos autónomos nos hace sentirnos como Han Solo sobreviviendo en el espacio sideral a bordo del Halcón Milenario, o como el caminante de Caspar David Friedrich, detenido ante un mar de nubes. ¿Será por eso que nunca nos ponemos enfermos?
A esta característica, la levedad, en principio aplicable a la generalidad de los profesionales autónomos, los arquitectos sumamos las “condiciones particulares” de nuestra profesión, que se resumen muy bien en una: dar un buen servicio a nuestros clientes y producir una arquitectura de calidad. Ya sea por principios morales, por eso de que “el buen trabajo llama a más trabajo”, o por pura egolatría, si algo nos caracteriza a la mayor parte de la profesión es ese prurito de querer obtener un buen resultado (lo que esto significa para cada cual, varía mucho en función de sus valores y aspiraciones).
Y claro, a cualquiera que haya leído hasta aquí, le parecerá que los que estamos en esto nos hemos metido en una profesión nada deseable, vamos, en un buen lío. Les dirá a sus hijos adolescentes: “De todas las opciones, arquitecto, la peor”. Y en parte tendrá razón. Pero en parte no, y ahora explicamos el porqué.
La sorpresa inesperada es que esta existencia leve estimula sobremanera la motivación y, en consecuencia, el pensamiento creativo. Los talentos y capacidades que requiere su desempeño 1 se enmarcan en las tres categorías – autonomía, maestría y propósito- que describe Daniel Pink 2: “El secreto del alto desempeño no está en recompensas y castigos, sino en una fuerza intrínseca invisible.La fuerza de hacer las cosas por su propio interés. La fuerza de hacer cosas porque importan.” Y, desde luego, cuando sumamos cierta cota de libertad, dominio de un campo de conocimiento especializado, aspiración a la excelencia y necesidad de supervivencia, esta fuerza intrínseca surge sí o sí, y además, a raudales.
Esta combinación de factores siempre se ha dado en nuestra profesión, pero la fuerza que generan se revela más potente que nunca al sumarle la especial situación que vivimos en la actualidad, cuando atraviesa “la peor crisis de su historia»3. Una prueba de la alta motivación de los arquitectos es nuestra creciente versatilidad y capacidad de adaptación a nuevos territorios4, que está produciendo actualmente una diversificación sin precedentes y sin equivalente en otras profesiones.
Desde nuestra experiencia hasta el día de hoy, hemos llegado a esta feliz conclusión, que arroja algo de luz a la (a veces) insoportable levedad de ser arquitecto: la combinación alquímica de factores -presencia simultánea de autonomía, maestría y propósito- es el motor que genera la motivación necesaria para que, contra toda lógica y pronóstico, la nuestra no sea actualmente una especie en extinción, sino una especie en mutación.
¿Alguien se atreve a apostar?
Escena deStar Wars: Episodio IV – Una nueva esperanza, George Lucas, 1977
Darwin nos enseñó que los seres vivos se encuentran en una constante evolución para adaptarse a lo que les rodea, y que la vida cambia una y otra vez. La mutación de los seres vivos es fundamental para la su supervivencia y las características del arquitecto, su versatilidad, hacen que se adapten con mayor facilidad a los cambios. Si no eres capaz de adaptarte a lo que te rodea lo más posible es que no sobrevivas. ¿Llegará el arquitecto a ser una mezcla entre los X men y los Jedi? Cabezonería no les falta.
En agonía y éxtasis constantemente…unos luchadores, cabezotas incanzables. Di que si!
Pero el cambio es apostar hacia adelante, lo contrario a la constante, pero acaso no hay situación más constante que el mismo cambio?
Pues yo creo que si…muchas gracias por compartir un punto de vista tan nutritivo y positivo!
Muy buen artículo. Es difícil vivir tranquilo cuando uno queda tan deformado que siempre se pone el listón un pelín más alto. Debería ser algo que enseñen en la Universidad, consejos no sólo sobre como conectar con la arquitectura, sino cómo saber desconectar, estar satisfecho y tranquilo al tiempo que se es autocrítico y se intenta siempre llegar un paso más allá.
Creo que en el fondo nos encanta tener una excusa para estar un poquito «chalados».
Susana, Paz y Manuel, nos sentimos muy honrados con vuestros comentarios. «Stay hungry, stay foolish», verdad? jaja… porque es esa permanente in-satisfacción característica del emprendedor es un mecanismo psicológico que nos ayuda a mantenernos alejados del conformismo, asesino de la creatividad, y a tener continuamente una «visión transversal» de nuestro mundo. Es la que nos permite esforzarnos continuamente por ver el «código» que hay detrás de lo que nos rodea (como en Matrix), ir más allá de las apariencias. Pero por otro lado es fundamental saber disfrutar de momentos «Carpe diem» de desconexión y disfrutar de la vida, y ese es también el mensaje del post. Nuestra experiencia, como alumnos y como docentes, nos dice que difícilmente este espíritu se puede enseñar en nuestras queridas Escuelas de Arquitectura. La orientación de los Planes de Estudios hoy por hoy aún está, por lo general, mucho más focalizada hacia «grabar información» en los discos duros de los alumnos que a desarrollar el pensamiento reflexivo y creativo. La última esperanza está en la impronta personal del profesor, que en ocasiones consigue traspasar los corsés de las Guías Docentes y, sin dejar de cumplir con ellas, enseñar a poner en crisis y buscar nuevos límites al conocimiento.
Ay el disco duro! Ese gran fantasma… Precisamente ando colaborando con un grupo de investigación sobre Educación en Arquitectura, repensando este tema de las estructuras curriculares sobre todo en el primer año. Hay dos temas que se repiten constantemente, la idea de «experiencia» y el «aprender haciendo», a partir de autores como John Dewey, o de grandes profesores como Brunno Queysanne y Roberto Castro.
Dentro de poco van a empezar a salir los productos de este proyecto. Espero que me den permiso para compartirlos con vosotros, ¡seguro que se produce un buen debate!
¡¡No hay tiempo para ponerse enfermo!!
¡Gran artículo!
Manuel qué interesante, quedamos a la espera de noticias de vuestra investigación… por lo que cuentas seguro que vais por muy buen camino ;).
Alberto, muchas gracias!!
Interesante artículo
Apostar por una buena arquitectura y por unos profesionales competentes es una invesión. La obra de arquitectura es un «objeto» a largo plazo.