Resulta paradójico que en el año 2015, viviendo inmersos en un tiempo dominado por el sentido de la vista, alguien sienta la necesidad de enseñar a observar. Procesamos más imágenes que en ningún otro periodo histórico, incluso las llamadas de teléfono se han sustituido por encuentros presenciales gracias a Skype, hangout u Oovoo, nuestras emociones se resumen con iconos en Wassap y mensajes de texto. Casi nada queda ya fuera de los dominios del ojo.
En este marco de hiper-exposición a la imagen es donde nos cuestionamos si dedicamos tiempo a observar y si invitamos a los niños a hacerlo.
“Para los niños italianos, la ciudad es una escena que observan desde la ventana del coche, la de su casa o mientras un adulto les tira de la mano forzándoles a caminar a su ritmo” Miretta Prezza´s 2007
En 2014 me atreví a reescribir la apreciación que hacía Prezza.
“Para los niños viviendo en países industrializados, la ciudad es una escena que intuyen desde la esquina de sus ojos mientras juegan con el móvil de sus padres, ven un DVD en el coche o disfrutan de su propio Ipad en el autobús”
Una de las razones que han provocado el distanciamiento de los niños de la ciudad donde viven, es que éstos han perdido su libertad para explorar las calles por sí mismos. Esto a su vez, se debe a una mezcla de miedos en los padres provocados por una exacerbación mediática de crímenes contra niños y, sin duda, por un claro fracaso del diseño urbano que excluye al peatón (niño y adulto) y lo priva de seguridad y confort. Las consecuencias de esta ausencia de autonomía es que los niños no disfrutan de su entorno, precisamente en el momento de su vida que tienen más tiempo para hacerlo. Suena duro, pero estamos criando a nuestros hijos como forasteros en su propia ciudad. El problema es aún más complejo que sólo su falta de autonomía; estriba en la falta de apreciación del mismo y desde hace un tiempo mi ocupación como arquitecta se está centrando en enseñar a observar.1
Colin Ward, en su libro “The Child in The City”,2 ya nos hablaba de la ciudad como recurso educacional ¡Usémosla!
Frente a la comodidad que nos ofrece la infinita gama de dispositivos móviles, debemos poner todo nuestro esfuerzo en subrayar la belleza de la ciudad, la que sigue los cánones actuales y la que los rompe:
La belleza de un tejado lleno de chimeneas y palomas, las fachadas cansadas y sucias llenas de grafitis de colores, los ladrillos gastados por el tiempo o los que aún huelen a nuevo, los azulejos formando figuras que se convierten en caras de monstruos, el kiosco lleno de revistas, el beso que se están dando en la esquina, las tapas de alcantarilla, los limpia cristales del bloque de oficinas, gente corriendo, gente esperando para cruzar un semáforo o gente tumbada en la acera porque no tienen cama en la que descansar….
La mirada pausada nos lleva a apreciar mejor nuestro entorno, a valorar ese patrimonio que no es parte de ninguna lista. La observación nos hace más conscientes de nuestro presente, nos posiciona como espectadores y actores a un tiempo. Si enseñamos a nuestros hijos y escolares a observar estaremos ayudando a que sean adultos más comprometidos con su entorno; en definitiva comprometidos con su ecosistema urbano y humano, presente y futuro.
Por Semisótano arquitectos (Victoria Ruiz Garrido + Juan José Ruiz Martín) Londres, Noviembre 2014.