La crítica ya lo ha dicho. Hay ,atención, colectivos de una persona, colectivos líquidos que intercambian agentes con otros colectivos a conveniencia, colectivos sin arquitectos titulados, colectivos que acaban siendo un proyecto y lo que es mejor aún, proyectos que se transforman en el colectivo, meta-colectivos, estudios de arquitectura tradicionales que se hacen llamar colectivos porque queda más moderno, colectivos libertarios bajo regímenes tipo Kibutz o colectivos manejados por un jefe con mano de hierro, colectivos cuyo trabajo es hablar sobre el trabajo de otros colectivos, etc. Todas estas versiones, originales y fraudulentas, conviven al mismo tiempo en cada uno de los llamados “colectivos”. La demostración de que la palabra “colectivo” es lo de menos es que, que se sea, sólo depende de que se diga que se es. Por tanto, todo el que quiera puede ser un “colectivo”. Demasiadas definiciones para un solo concepto.
Entonces ¿por qué centrar el interés en debatir “Qué son”? y saber ¿“por qué surgen”, “desde cuándo”, “quién fue el primero”? está muy bien pero no aportará nada salvo etiquetas en el debate contemporáneo.
A nuestro modo de ver, cómo denominar a los GPDTJ (grupo de personas que han decidido trabajar juntas) o saber cómo funcionan los GPDTJ, es propio y exclusivo en cada grupo, no habrá dos iguales, si se quiere estudiar para aprender de ello habrá que hacerlo, por fuerza, caso a caso, dado que conforman un ecosistema heterogéneo en todas sus capas definitorias. Si lo tratamos como un “fenómeno” generalizable nos liaremos y caeremos en prejuicios.
En cambio, si nos centrásemos más profundamente en saber “Qué hacen” a lo mejor hallaríamos más respuestas certeras, y entenderíamos hasta qué punto se complejiza la realidad y el funcionamiento de los llamados “Colectivos”, para, finalmente, centrar el debate en si asumiremos, para este nuevo mundo post-crisis que ha devenido, que ya existen nuevos roles para el arquitecto. Igualmente importante es entender que, han de generarse más aún, que hace falta un marco legal para lo que hacen, que los sistemas pedagógicos están obsoletos, que nos han vendido la moto con lo de “las competencias” y que las leyes y seguros necesarios tendrán que evolucionar hasta que dé vértigo.
Aprenderemos que, hace falta estimular el debate sobre ciudad en la ciudad por la ciudad, que es necesario distribuir la toma las decisiones, que se quiere trabajar mano a mano con las administraciones para que no se escaqueen de su cuota de responsabilidad con el cuento de la “participación ciudadana”, que la participación se infraestructura, no se dicta, que un técnico del ayuntamiento podría ser tu mejor aliado y, sobre todo, que no deberían existir los modelos hegemónicos ni en arquitectura ni en la organización de quien la despacha y que, cuanto más heterogéneo y crítico sea el panorama, más ricos y resilientes nos estaremos volviendo.
Para resumir diremos que, preferimos “hacer” que “ser”, que los llamados “colectivos” son sólo un forma más de enfrentarse al ejercicio de la profesión, que creemos que todas son necesarias, igual de necesarias que son todas las arquitecturas y todos los clientes, que queremos participar de lo nuevo y de lo tradicional y que en todo este panorama sólo podremos distinguir el diferencial que haya entre lo que se diga y lo que se haga por parte de cada cual.
Genial.
Lo importante es que el trabajo de arquitectura lleva mucho haciéndose de forma colectiva, transversal, horizontal y transdisciplinar.
Lo realmente inútil es decir que eso solo lo hacen los colectivos.
Ahora bien, mientras se sigan usando etiquetas, y mientras se sigan concentrando (en oposición a repartiendo) premios y reconocimientos a equipos de arquitectos –que hacen lo que muchos otros llevan haciendo años sin etiquetas– añadiendo al reconocimiento que es porque son colectivos a mi el problema me parece grave.
Me parece grave fundamentalmente porque creo que en el montaje –francamente divertido– creo que solo hay un error. Los nuevos arquitectos ven a los colectivos como el modelo a seguir, pero como el modelo sexy-acrítico –recordemos próxima el aplauso a PKMN Y a Campo Baeza al mismo nivel– y no como héroes veteranos de la WWI.