Por Diego Carreño de Vicente
“Estos días azules y este sol de mi infancia…”. Leer en días de estío los versos que escribiera Antonio Machado nos lanza con nostalgia a los años en que todo se aprende, todo deslumbra y maravilla por ser nuevo… “Nuestra verdadera patria es la infancia”, diría Rilke.
Los adultos tendemos a dramatizar la realidad… mirar inconsistente y alocadamente los problemas nos llevarían a juzgar de imprudente e insensato a quien así actuara, o de irresponsable a quien esquivara su responsabilidad de forma continuada, pero es verdad que se echa de menos la mirada cristalina de los que aún mantienen la inocencia. Quienes tenemos la suerte de trabajar o convivir con niños, no dejamos de sorprendernos por ellos… percibimos entonces cómo, en numerosas ocasiones, los adultos olvidamos la magia de la novedad. Es entonces momento de mirar de nuevo los orígenes.
Gracias al anuncio de un popular yogurt, podemos saber que el término economía tiene su origen en la palabra griega οἰκονομία, “administrar la casa” (oikos=casa); más conocidos son los orígenes de los términos política y político (polis=ciudad) o ciudadano y civilización (civitas=ciudad)… Así, la arquitectura -casa en el orden privado y ciudad en el orden público- es el lugar donde los hombres construimos la historia de nuestras relaciones… ¿dónde han quedado éstas? Si vemos la valoración que tenemos de dichos conceptos, economía, política o ciudadanía, deduciremos que algo está fallando…
“La sostenibilidad de la arquitectura pasa por los niños” afirmaban hace poco los compañeros de PLAY Studio en este mismo blog reclamando una reacción… Algunos opinamos de forma más aseverativa que es la sostenibilidad de nuestra sociedad, en la que deben reconfigurarse los valores ciudadanos, la que está en juego. Cambiar la mentalidad de que la “res pública” –ya sea ésta el espacio urbano, los bienes públicos, la responsabilidad o las mismas leyes que nos gobiernan- “es un asunto de todos” frente a la idea de que “no es de nadie”, afirmado por una ministra no hace tanto, es el desafío más urgente.
Pensamos que este cambio de mentalidad hay que focalizarlos en los más jóvenes, y en él los arquitectos tenemos mucho que decir. No por decreto, sino porque estamos hablando de relaciones en el espacio público, de sostenibilidad de los recursos, de respeto al patrimonio y la cultura existente; en suma, de proyectar el futuro de nuestra sociedad sobre la realidad contemporánea… Nadie puede valorar lo que no conoce. Ayudar a las nuevas generaciones a comprender los por qué de su entorno cotidiano y a que lo valoren y respeten tiene la virtud de devolvernos la mirada límpida a la esencia de nuestra profesión.
No es una teoría. Hablar de la experiencia propia es siempre complicado, pero no hacerlo en este caso no haría honor a los numerosos compañeros que colaboran desinteresadamente en el Grupo de Trabajo sobre Arquitectura Infancia y Juventud del COAM: un proyecto colectivo que en menos de dos años hemos generado dinámicas con más de 3.000 niños, con resultados espectaculares.
Es verdad, como decía Alejandro de la Sota la vida no siempre da risa, pero los días azules y los soles de infancia, sí.
Sobre la imagen: Imagen de la actividad “Getafe Renove” realizada en mayo de 2014 por el Grupo de Trabajo sobre Arquitectura Infancia y Juventud del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (fotografía de Víctor Pascual @vic_Pascual)