1

Según R.A.E.: Alumno: 1. m. y f. Discípulo, respecto de su maestro, de la materia que está aprendiendo o de la escuela, colegio o universidad donde estudia. // Estudiante: 1. adj. Que estudia. 2. com. Persona que cursa estudios en un establecimiento de enseñanza.
Hemos preferido hablar de alumnos ya que la verdadera enseñanza sólo es posible si existe un maestro, sea este el profesor, otro alumno, o un buen texto

2

En un intento de reestablecer esas jerarquías, surgen todos los días herramientas para medir “la influencia” en la red: rankings, indicadores, nº de followers, nº de “me gusta”. Se confunde cantidad con calidad, lo que hace aún más necesaria la labor crítica del profesor para ayudar a separar el grano de la paja.

3

NEUFERT, Ernst: Arte de proyectar en Arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili, 2006. / LE CORBUSIER: Hacia una arquitectura. Madrid: Apóstrofe, 1998.

4

La imagen impactante sustituye al croquis intrincado que requiere una larga explicación, el render se percibe como el camino rápido hacia el éxito (el aprobado) en un ejercicio de banalización del proceso de la arquitectura y también de su enseñanza.

5

Sobre el problema que plantea la reducción del tiempo lectivo derivada de la aplicación del EEES, ver http://www.stepienybarno.es/blog/2014/04/07/arquitectura-y-educacion-110-_-con-blanca-espigares/

Yo quiero tener un millón de alumnos…

Mies van der Rohe

Mies van der Rohe dando clase en el IIT, publicada en Life Magazine; encontrada en el blog jesarquit.wordpress.com

Yo quiero tener un millón de alumnos…1

Autores del texto: Raquel Martínez y Alberto Ruiz

 

¿Qué Klout hubiera tenido hoy Mies van der Rohe? ¿Y Le Corbusier?

La red ha modificado nuestros hábitos, nuestras relaciones, la forma en que trabajamos y en la que nos divertimos.

La red ha difuminado las jerarquías, borrando las fronteras entre el experto y el neófito, estableciendo una base de relación horizontal donde todas las opiniones tienen, a priori, el mismo valor2.

La red ha acortado las distancias, haciendo posible una interacción tú-a-tú con personas lejanas física, social o culturalmente.

La red es, por el momento, el elemento que mejor define el siglo XXI. Por contraste, las escuelas de arquitectura se encuentran en muchos aspectos aún ancladas en el siglo XIX. Estructuras obsoletas, planteamientos caducos, metodologías desfasadas, que ya no sirven ni a la sociedad ni a los propios alumnos.

Los alumnos llegan hoy a las escuelas con mucha más información a su disposición que sus predecesores. Siguen apelando fundamentalmente a la vocación, pero han tenido en cuenta más datos que su nota de corte para elegir los estudios de arquitectura. Podemos discutir si la información que manejan es correcta, completa, o si está bien interpretada; pero, lo cierto es que está ahí, a un click de ratón o un leve roce de la yema del dedo.

A finales de los 90 Josep Quetglás exhortaba a los alumnos de arquitectura a abandonar las aulas y aprender de los libros como los mejores maestros, ¿sería posible hacer hoy en día una afirmación similar con respecto a la red?

Los profesores de arquitectura nos encontramos ante alumnos cuya principal fuente de consulta ya no es el Neufert o Hacia una arquitectura3, sino Architizer. La arquitectura se reduce en muchos casos a una imagen que se adjunta de Whatsapp en Whatsapp o se cuelga en la cuenta común de Tuenti y que se renueva constantemente4.

Frente a la inmediatez y la sobre-información, el profesor solo se hará válido si es capaz de convertirse en conductor de un aprendizaje que bebe de muchas otras fuentes distintas a su discurso.

Quizá el verbo fundamental en este proceso necesario de renovación de la enseñanza de la arquitectura sea ACOMPAÑAR.  La red nos proporciona una oportunidad de expandir la escuela más allá de la cita semanal acotada en las aulas5. Webs, blogs, campus virtuales, grupos de Facebook…, todos ellos son plataformas que permiten una interacción continuada entre los alumnos y el profesor (sin necesidad de que éste sea la pieza relevante) más allá del tiempo ordinario consignado.

Quizá por miedo a perder ese papel predominante en la enseñanza, el uso de la red y sus  herramientas es aún muy minoritario entre los docentes y siempre se produce como una aportación personal a la enseñanza, sin que esté regulado por las escuelas ni contemplado por ellas. Y aún plantea – al menos a nosotros nos los plantea – muchos interrogantes. Desde un pragmático  ¿quién paga esas horas de dedicación extra?; a cuestiones de mayor calado sobre la gestión de esa relación para-académica con los alumnos: ¿debo “amigarle” en Facebook? ¿hacerle un Follow en twitter si me él me sigue? ¿es normal enviar un Whatsapp a las 23h para avisar de que mañana no puedo ir a clase?

Lo que no cabe duda es de que, como cantaba Dylan, una vez más The Times They Are A-Changin’ y sólo entendiendo bien el potencial de este cambio podremos crear unas escuelas de arquitectura que sean las que nuestros alumnos y nuestra sociedad necesitan.

Notas de página
1

Según R.A.E.: Alumno: 1. m. y f. Discípulo, respecto de su maestro, de la materia que está aprendiendo o de la escuela, colegio o universidad donde estudia. // Estudiante: 1. adj. Que estudia. 2. com. Persona que cursa estudios en un establecimiento de enseñanza.
Hemos preferido hablar de alumnos ya que la verdadera enseñanza sólo es posible si existe un maestro, sea este el profesor, otro alumno, o un buen texto

2

En un intento de reestablecer esas jerarquías, surgen todos los días herramientas para medir “la influencia” en la red: rankings, indicadores, nº de followers, nº de “me gusta”. Se confunde cantidad con calidad, lo que hace aún más necesaria la labor crítica del profesor para ayudar a separar el grano de la paja.

3

NEUFERT, Ernst: Arte de proyectar en Arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili, 2006. / LE CORBUSIER: Hacia una arquitectura. Madrid: Apóstrofe, 1998.

4

La imagen impactante sustituye al croquis intrincado que requiere una larga explicación, el render se percibe como el camino rápido hacia el éxito (el aprobado) en un ejercicio de banalización del proceso de la arquitectura y también de su enseñanza.

5

Sobre el problema que plantea la reducción del tiempo lectivo derivada de la aplicación del EEES, ver http://www.stepienybarno.es/blog/2014/04/07/arquitectura-y-educacion-110-_-con-blanca-espigares/

Por:
Raquel Martínez, Arquitecto por la ETSAM (2000), y Alberto Ruiz, arquitecto por la ETSAM (2001) y Máster en Teoría, Historia y Análisis de la Arquitectura (2014); son amigos y residentes en Madrid. Desde el año 2009 están involucrados en el Grado en Fundamentos de la Arquitectura de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) en el que son profesores. Comparten interés por la arquitectura de mediados del siglo XX y el dibujo a mano, algunos proyectos profesionales y un espacio de reflexión en el blog arquitectura con minúsculas.
  • Blanca Espigares Rooney - 23 julio, 2014, 20:01

    Plas plas plas bravo bravo a Alberto y Raquel por este post. Suscribo cada palabra. La necesidad de acompañar, de hacerles comprender que está en su mano el conocimiento, el ser lo suficientemente buenos para transmitirles la necesidad de crítica ante la sobre-información. Sí. Buenísimo. Eso sí, difiero en un pequeño detalle. Hace años decidí que iba a erradicar la palabra «alumnos» por la de «estudiantes» ya que alumno es el que sigue, estudiante el que elige qué estudiar y por tanto ser autónomo. No creo en los maestros, porque como bien decís pueden ser un día un profesor, mañana un alumno o un cliente o siempre un texto. Por tanto en realidad el estudiante es el que elige eso y lo filtra. Yo deseo estudiantes, no alumnos. Pero es una disgresión en temas de conceptos. enhorabuena

  • Miguel Ángel Díaz Camacho - 23 julio, 2014, 20:51

    Estimados Raquel y Alberto, desde hace años vengo usando la red en distintas plataformas como herramienta de comunicación con los alumnos y, al margen de los contenidos e interacciones, creo que lo fundamental, para todos, es el cambio de ACTITUD ante aquello sobre lo que queremos aprender, nos interesa o simplemente nos gusta. La información se ha fragmentado y multiplicado en un impresionante fenómeno de GIGANTISMO y quizá el reto no sea tanto discriminar esa ingente nube de contenidos (sencillamente resultaría imposible), sino establecer áreas de aprendizaje y canales de transferencia entre ellas proponiendo distintos itinerarios y grados de libertad: el aula – la conferencia – el césped – el blog – la sesión critica – el viaje – la biblioteca – el facebook – el taller de maquetas – la cafetería – el twitter – el aula…Cada área presenta un potencial que le es propio: la teatralidad del aula, la aventura del viaje, la intimidad doméstica desde la que revisamos, ya en pijama, los nuevos documentos subidos al dropbox de la asignatura o los nuevos ¡200 mensajes! del grupo de debate en whatsapp: diferentes actitudes ante una misma temática o contenido. De manera espontánea, atomizada, múltiple, desorganizada e incluso caótica, ha surgido una nueva geografía para el aprendizaje, más compleja y diversa, transparente y accesible, horizontal y expandida…un territorio por explorar que favorece la promiscuidad académica y la autonomía del alumno en la era de la halterofilia curricular. ACOMPAÑAR: participar de los intereses de alguien. ¡Qué bien elegida la palabra! ¡Enhorabuena!

    • Ana Asensio - 30 julio, 2014, 13:31

      Y que bien elegida cada palabra de tu comentario. Me parece que hay que destacar de él una cosa sobre todo: El cambio de actitud para una misma actividad dependiendo del entorno, y cómo sacar el máximo partido de cada uno de ellos.

      La red es indispensable, no tiene edades ni documentos de identidad, y te regala el acercamiento sin tapujos, y la opinión sin filtros.

      Pero también lo es el aula, y el “maestro”. Un maestro que no adoctrine ni imponga, pero sí que actúe como mentor, como acompañante como Raquel dice, que te transmita lo que él ha aprendido de libros buenos, y libros que no va a volver a leer, de experimentos con éxito, y aquellos de los que aprendió mucho más, los fracasos. Precisamente en esta era de la sobreinformación donde el trabajo más arduo es aprender a diferenciar lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso, en esa maraña informativa, me parece una cuestión de “clarificar” e “iluminar”, más que de “enseñar”.

      Estudiante es una palabra hermosa, aunque para mí, somos alumnos, o quizás aprendices. Creo que estudiante deberían ser todas las personas a lo largo de su vida, sin una edad o un deaddline para dejar de serlo.

      Quizás es eso, quizás somos aprendices. Muchas veces en estos largos años como alumna universitaria me he planteado: ¿qué habría ocurrido si no hubiese sido así, en la universidad, con un profesor dedicado a una rama específica que trata de enseñarle a los alumnos un método en unas pocas horas de clase? ¿Qué habría ocurrido si YO hubiese escogido UN maestro, para ir devorando y desgranando en unos pocos años lo que a él le costó una vida entera aprender?

      Lo sé, es muy de románticos y soñadores, pero yo sí creo en los maestros, y en aprender, no sólo lo que pueden enseñarte durante las horas de clase.

      Quizás hoy es posible volver a restaurar esa relación maestro aprendiz, donde se rebasaban los límites del aula. Quizás hoy es posible gracias a la red.

  • Enrique Parra - 23 julio, 2014, 21:43

    Se puede decir más alto pero no más claro. La labor del docente ha cambiado, el acceso al conocimiento por parte de los estudiantes es tan sumamente fácil que es tarea de los profesores enseñar a filtrar los contenidos y a crear un cierto espíritu crítico.
    En mi experiencia, ahora que doy mis últimos pasos (espero) por la escuela, he aprendido muchísimo de los profesores que se han involucrado tanto conmigo como con mis compañeros; habiéndose preocupado por organizar viajes, enviarnos a conferencias, recomendar libros y haciendo crecer nuestro interés 24/7 vía twitter, facebook o whatsapp.
    Por supuesto, todo eso no está pagado ni de lejos, por lo que es necesario (por no decir urgente) una revisión tanto de la metodología docente como del puesto de trabajo de profesor en si mismo.

  • José Ramón Hernández Correa - 23 julio, 2014, 21:54

    Estoy de acuerdo con vosotros.
    No sé cómo se puede encajar en la escuela toda esta sobreexposición virtual que nos da la red, pero hay que intentarlo.
    Hace poco tiempo las fuentes de información eran escasas. Hoy son superabundantes.
    Qué difícil es todo.
    Lo que está claro es que la escuela tiene que estar en este mundo y no darle la espalda.

  • S. de Molina - 24 julio, 2014, 8:44

    Enhorabuena por tocar un tema que interesa no solo a docentes y alumnos sino a las propias universidades.
    ¿Para que sirve un itinerario curricular propuesto por una universidad si los estudiantes aprenden en más lugares que las propias asignaturas?. La respuesta a esa cuestión da la clave de cuanto hacer una carrera por la que se adquieren unas competencias sirve (no solo para adquirir esas competencias) sino como plataforma para cosas aun mayores.
    Quien quiera hacer hoy una carrera busca una experiencia formativa tanto más que simplemente aprender o una habilitación profesional. Aprender de cualquier tema es gratis y está al alcance de todo el que tenga un ordenador y acceso a la red, sin embargo una experiencia formativa que cambie la forma de ver el mundo, o que proporcione una base sobre la que construir un futuro profesional específico o solvente es una tarea pendiente para muchas universidades.
    Felicidades por el tema!!

  • Raquel Martínez - 24 julio, 2014, 11:19

    Gracias a todos por los comentarios y las aportaciones. Aunque ya lo sabíamos, siempre reconforta constatar que hay más gente preocupada por el cambio necesario que debe hacer nuestro sistema universitario.
    Los profesores que tenemos interés en estos temas, y que nos esforzamos por «estar al día», encontramos una buena acogida entre los alumnos – o estudiantes (interesante reflexión, Blanca, le dimos alguna vuelta al término y quisimo seguir apostando por el maestro aunque este no sea necesariamente el profesor) – pero muy escaso, por no decir nulo, «acompañamiento» por parte de la universidad. Es cierto que se han implantado los campus virtuales y la docencia on-line, pero siempre como una modificación de la estructura que no de la metodología, o de la actitud como señalaba Miguel Ángel.
    Al hilo del comentario de Enrique sobre esos profesores que sí han sido capaces de abrir su campo de acción más allá de lo que marca la guía de la asignatura, y sobre la necesaria redefinión del rol del profesor; me gustaría traer aquí una pregunta que se hacía Rodrigo Almonacid en Facebook, cuestionando cuándo el sistema (léase ANECA, universidad, etc.) va a incluir esa capacitación como un mérito a tener en cuenta en la acreditación del profesorado.
    La clave es, como señalan Santiago y José Ramón, poder convertir la universidad en una pieza más de nuestro día a día como sociedad, no en un reducto de supuesto saber aislado del devenir del mundo.

    Últimamente se oye mucho esto de que las universidades ya no tienen alumnos, que ahora tienen clientes. Y aunque se percibe como algo negativo, quizá podríamos darle la vuelta recurriendo a otro eslogan del mundo comercial «el cliente siempre tiene razón». Quizá la gran oportunidad de cambio de todo el sistema venga de mano de los alumnos/clientes que de verdad demanden recibir otro tipo de formación y experiencia.

  • Alberto Ruiz - 24 julio, 2014, 11:50

    Ya que Raquel me «acusa» de escurrir el bulto, voy a aprovechar para plantear un par de temas que se quedaron flotando en el planteamiento del artículo. Al menos desde el punto de vista de un profesor no tan devoto de las nuevas tecnologías en el aula.
    Nos hemos echado en brazos de la Red y sus maravillas como auténticos conversos y creo que en demasiadas ocasiones ha sido para ocultar deficiencias, propias y del sistema. La cantidad de información disponible sobre cualquier tema es infinita y no requiere apenas esfuerzo llegar a ella. El resultado, en demasiados casos es un abuso de la reproducción literal de lo que se busca, sin ningún tipo de filtro, análisis o mínimo planteamiento crítico. Al menos, los libros tradicionales (sin ser la panacea) han pasado por un mínimo filtro editorial. En Wikipedia puede escribir cualquiera. Y el problema no es ese, sino que lo que allí aparece se asuma como cierto.
    Y me diréis con razón, que ahí está la labor del docente. Ese «acompañamiento» es fundamental pero, por otra parte, no debería ser exclusivo del trabajo con nuevas tecnologías. Creo yo que se puede acompañar a un alumno en la lectura del Benevolo (aunque solo sea para ayudarle a sostenerlo mientras lo lee…)
    Otro tema (que si que aparece en el artículo) es cómo aplicar para la labor educativa unas herramientas que, no nos engañemos, se inventaron con fines recreativos (para ligar, vaya). ¿Es necesario tener varios perfiles separados (personal, docente, profesional) o, como se suele afirmar, la identidad digital debería ser única como la real (si es que nuestra identidad real es única, que ese es otro tema)…
    Y no. No estoy de acuerdo en el planteamiento «el cliente siempre tiene razón» aplicado a la enseñanza. Sigo creyendo, aunque seguro que todos conocemos casos que me contradicen, que en estos asuntos la razón todavía la suele tener el profesor.

  • Raquel Martínez - 24 julio, 2014, 13:30

    Tiene cierta gracia que justo la contraria me la vaya a llevar el co-autor del artículo, pero eso anima el debate.
    Cuando hablo de «usar al cliente», es en el sentido de hacer tandem alumnos y profesores para presionar contra la estructura universitaria. Y sólo tratando de extraer una posible lectura positiva de una situación mercantilizada que no comparto en absoluto.

  • Paula V. Álvarez - 25 julio, 2014, 18:44

    Gracias Raquel y Alberto por vuestro fantástico post y por lanzar este debate!

    Desde mi punto de vista el gran potencial de las redes está en lo que va más allá de la comunicación inmediata. A través de blogs, grupos, redes sciales, existe una oportunidad para crear «archivo» que puede dar soporte a un trabajo centrado y dirigido no sólo a corto plazo sino sobre todo al largo plazo, pero que crece y se perfila en tiempo real. Son instrumentos estupendos para promover interés y la curiosidad por explorar aquello que no está en las redes, sean las revistas o los libros en papel o los viajes de arquitectura para visitar obras, experimentos pedagógicos desarrollados en escuelas, o apuntes a un conocimiento científico que no circula en los medios divulgativos. Es más, podrían ser instrumentos maravillosos para que desde las aulas, y atravesando años académicos consecutivos, pudieran desarrollarse proyectos a largo plazo, colaborativos y comprometidos. Por ejemplo, sería posible crear un espacios para explorar y aprender produciendo, verdaderamente activo, a través de pequeños ejericcios de curso. En este sentido sí que hecho en falta más iniciativa por parte de docentes y estudiantes, creo que hay una oportunidad no aprovechada… ¿Sería demasiado ambicioso poner en marcha algo así ? ¿O tal vez la gran laguna que encuentro viene por desconocimiento?

    Vosotros que estais más en contacto con la docencia que yo (tanto los autores del post como los que venis comentando), me encantaría saber si teneis referencias de proyectos de este tipo: producción de conocimiento a largo plazo, usando las oportunidades que ofrecen las redes digitales y desde las aulas.

  • Miguel - 28 julio, 2014, 10:50

    Que aluvión de ideas. Acuerdos y desacuerdos se me agolpan en la mente.
    Ojito, la información está disponible. Otra cosa es que estén dispuestos, o siquiera sepan usarla. Hace muy poco hice una experiencia docente y los estudiantes de 2º no sabían la diferencia entre etiquetas y carpetas.
    El concepto de acompañamiento me parece muy peligroso. No hay que olvidar que los docentes tenemos una responsabilidad hacia los estudiantes. ¿Os imagináis que a nuestros clientes sólo los acompañáramos en la tarea de decidir cómo hacerse su casa?
    La información disponible no es infinita, aunque es exponencialmente mayor que la que hay en las bibliotecas analógicas, la gran mayoría de información que está en esta última NO está en la red.
    El peligro de la vagancia digital es enorme. Copiopego lo primero que encuentro y ya está listo. En este sentido creo que no es necesario acompañar sino incrementar considerablemente el nivel de exigencia.
    Sobre lo de la autoridad que comenta Alberto, me remito a la responsabilidad que tenemos. Si o si.
    Y sobre los proyectos a largo plazo que propone Paula, son una de las posibilidades más potentes que tiene la red, pero algunos se empeñan en intermediar, en no etiquetar, en copiar contenido protegido por los derechos de autor sin citar fuentes, en general a hacer un malísimo uso de la red. Cuando no es el caso de docentes que no entienden que acumular años de ejercicios de su asignatura de proyectos para que las generaciones venideras los aprovechen hace que el trabajo crezca de una manera brutal…
    Muchos están ya en el post-digitalismo y nosotros seguimos acabando los trabajos en indisain porque no sabemos aprovechar el wor

  • Luis Sánchez Blasco - 14 agosto, 2014, 14:25

    La red es una plataforma más que utilizar, como bien dice Miguel Ángel, cada una con sus temas, sus tonos y sus formas.
    Aunque ahora mismo, al inicio de la carrera hay disponible para todos los alumnos una cantidad ingente de información, siempre en los inicios lo que nos falta es el criterio de selección y valoración para ver y discernir aquello que realmente es útil.
    Respecto al día en el que las publicaciones digitales se valoren de alguna forma en la acreditación académica, siempre que lo he planteado la conversación ha terminado con un «tú es que eres un friki» por la parte contraria, aunque algunas de esas publicaciones sean más leídas y de más utilidad que muchos libros que nunca han salido de la biblioteca de la Escuela.

  • Tomás Fernández - 15 agosto, 2014, 10:06

    Después de leerme el artículo y los comentarios, me ha venido a la mente la idea de la suma de la «universidad física» + «universidad digital»
    Unas aulas llenas de alumnos en donde se complementan las enseñanzas actuales con las pasadas. Donde cada cátedra, cada curso, dispusiera de su propio universo digital, con su web, blog, etc… propio y que las enseñanzas actuales pudieran complementarse con los proyectos, los comentarios y en definitiva con las experiencias pasadas de los otros alumnos que pasaron por esta cátedra. Y porque no también complementar esta experiencia con las de otras cátedras y al final lograr un aprendizaje global.

  • https://www.reformasenmadrid.biz/ - 29 marzo, 2021, 12:18

    La red lo ha cambiado todo, sobre todo para bien. Al menos de cara al usuario.
    De cara al empresario, dificulta todo bastante, al tener éxito solamente los primeros resultados.
    Antes se repartía el mercado de las reformas y arquitectura de una manera más repartida. En la actualidad, las desigualdades se acrecientan, e irá a más.

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