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Jorge Toledo

La paradoja económica del arquitecto activista

Voy a dar por sabido, sin meterme a dar ejemplos, que siempre ha habido una corriente de compromiso social en la arquitectura. Que, con diferentes grados de radicalidad y fortuna, siempre ha habido arquitectos tratando de hacer de su trabajo una contribución consciente a la sociedad. ¿Por qué, entonces, es especialmente relevante hablar ahora de esto? Porque en estos últimos años está habiendo un resurgimiento, una corriente con valores quizás parecidos a los de hace unas décadas pero con modos de hacer actualizados y absolutamente contemporáneos.

Sin embargo —y aquí vamos al meollo de este post— muchos de esos proyectos cojean de la esfera económica de tal manera que no contribuyen a nuestra sostenibilidad como profesionales. Y no lo hacen porque apenas pueden: o bien se están poniendo en juego valores y formatos que no son tan fáciles de reconocer —y, por tanto, de retribuir—, o bien, precisamente allí donde sí son reconocidos y donde más falta hacen, no hay entre los beneficiarios medios económicos para proporcionar un retorno razonable.

Y así es como el arquitecto se encuentra con que no puede vivir de unos proyectos que, aunque expanden la arquitectura como disciplina y le (re)encuentran sentido social, no construyen una profesión viable.

¿Por qué, entonces, no deja de hacerlos? Porque, en el fondo, sabe que el compromiso social no puede limitarse a hacer lo que la sociedad demanda (y contrata): el compromiso social es hacer lo que uno cree que la sociedad necesita, y, por eso, la arquitectura más comprometida no puede estar sujeta a la ley de la oferta y la demanda que gobierna toda profesión.

De hecho, la crisis nos ha «facilitado» justamente eso: al paralizarse la demanda, se ha liberado la oferta. Como ya no vienen promotores a buscarnos, nos hemos hecho promotores… y, de pronto, nos hemos reencontrado más libremente con nuestra vocación. Al fin y al cabo, como siempre hemos intuido, el que tiene el poder para el impacto social, más que el arquitecto, es el promotor. Más que la solución arquitectónica, lo determinante son las condiciones de contorno, el enfoque, los principios de la iniciativa, el proceso… y es, justamente, eso lo que podemos elegir cuando hacemos, sin condiciones, lo que creemos que deberíamos hacer.

Llegados a este punto, las preguntas empiezan a ser otras: ¿Y si nos estamos equivocando de enfoque? ¿Y si no hubiera que profesionalizar lo que ahora es voluntario, sino voluntarizar lo que ahora es profesión? A lo mejor el arquitecto no debería vivir directamente de su trabajo, sino poder hacer lo que cree y obtener de la sociedad, indirectamente y por cualquier otro lado, los medios para poder seguir haciéndolo.

Admito que no sé muy bien qué escenarios abre esto. ¿Podría estar nuestro trabajo —ejem— subvencionado por el estado? ¿Tendríamos que vivir de donaciones, como activistas declarados? ¿O tendremos que seguir como hasta ahora, invirtiendo y donando nuestro trabajo mientras nos alimentamos de lo que la sociedad, aparentemente, sí nos pide, nos encarga y (a veces) nos paga? No lo sé, pero caray, creo que merece la pena considerarlo.

Y mientras tanto, permitidme que siga creyendo esto de mis compañeros de profesión: si fueran libres de hacer lo que quisieran sin tener que preocuparse de obtener de ello su sustento, harían cosas maravillosas con y para la sociedad. La prueba es que, aun sin retorno directo de ésta y luchando desde la precariedad, ya las están haciendo.

Por:
Jorge Toledo García es Arquitecto y trabaja en la facilitación de procesos de desarrollo de organizaciones, arquitectura y espacios públicos o comunitarios. Intersado tanto en el "cómo" como el "qué", trata de aplicar los principios de la colaboración y la cultura libre a todos esos ámbitos.
  • Francesco - 28 julio, 2014, 20:44

    Gracias Jorge.
    Este post explica muchas cosas que no estabán claras en mi cabeza.
    A veces no entendemos porqué hacemos las cosas, y está bien escribir para aclararlas.

    Tambien tengo que decir que el escenario en donde el arquitecto no vive de su trabajo, personalmente, no es algo que me parezca muy signifcativo ni interesante. Y quizás el problema esté en utilizar esa palabra tan generica como «arquitecto». No creo que todos los que apartenecen a esa categoría tengan una vocación social en lo que hacen. Creo que hay arquitectos que hacen arquitectura para hacer dinero, para vender, para responder a demandas.

    De hecho me parece importante notar como en nuestro entorno (tu, yo, los colectivos en Madrid, etc…) nos hayamos a veces alejado mucho de la arquitectura para poder justamente hacer lo que creemos que la sociedad necesité. Précisamente, no creo que la sociedad necesite arquitectura (voy a ser más radical que tu?). Y si la necesita, es una arquitectura tan alejada de lo que define esa palabra, que quizas sea mejor usar otra palabra o inventar una.

    Creo que de esa equivocacion viene la busqueda que hemos conducido para encontrar un nombre a lo que hemos esta haciendo : diseño social network design, co-design, ….

  • Jorge - 28 julio, 2014, 20:56

    Gracias a ti por el comentario, Francesco.

    A mí, por el contrario, ese escenario me parece significativo, muy interesante (y complejo) y sobre todo enormemente deseable. Precisamente, en un escenario así, los que hicieran arquitectura para hacer dinero o para vender no tendrían cabida, y creo que eso mejoraría la profesión, o al menos su compromiso social.

    Sobre si, al cambiar de principios y enfoques, tenemos que cambiar el nombre de lo que hacemos, la verdad es que no estoy tan seguro. Es posible que, como dices, si estamos encontrando ámbitos de acción alejados de la arquitectura sea porque en la arquitectura no hay mucho que hacer… aunque lo dudo mucho. Quizás haya menos que construir que nunca, pero hay todo un modo de vida que reconstruir, toda una ruina arquitectónica contemporánea que transformar y muchas carencias por solucionar allí donde -atención- parece, sólo parece, que no hay demanda. ¿Por qué nos alejamos de ello? Es una cuestión distinta a la que planteo aquí, pero habrá que darle vueltas también.

  • José Antonio - 29 julio, 2014, 0:57

    Me parece un buen artículo porque señala muy bien algunas de las circunstancias que caracterizan el entorno en el que intentamos realizar nuestro trabajo. En algunas reflexiones no estoy de acuerdo y en otras sí. Intentaré ser breve, dejo comentarios para que el debate pueda continuar:

    En primer lugar, no estoy de acuerdo en que la crisis nos ha «facilitado» el que al paralizarse la demanda la oferta se ha liberado. Solo de forma parcial consideraría que ha funcionado en el modo que explicas, conozco casos. Pero hay otra parte en la que la demanda sí existe, y demanda de hacer las cosas de otra manera, no como hace diez años, pero te encuentras con el tema de la inviabilidad económica. La gente quiere hacer cosas (de otro modo) pero no hay financiación. También en mi caso he ofrecido ideas y propuestas para desarrollar proyectos (oferta que se libera), pero no han salido adelante, principalmente por la misma razón, porque se daban cuenta de que no tenían dinero para construirlos. Por lo menos se quedaron en proyectos básicos o anteproyectos, algo es. En conclusión, la crisis en mi opinión no es 100% una oportunidad para un cambio a mejor.

    Estoy de acuerdo en que la crisis crea una nueva situación en la que puedes reflexionar sobre qué quieres hacer como arquitecto y ayuda a clarificar donde está tu vocación, pero si no la puedes desarrollar (porque no depende solo de lo que tú solo puedes hacer) si no puedes desarrollar proyectos (porque no hay dinero), entonces ¿qué?.

    En cuanto a la relación entre arquitecto-promotor y cual puede tener más impacto social, considero que en principio lo sería el promotor y el arquitecto es el que ayuda. De ahí estaría de acuerdo en que es una gran idea que nos convirtamos en promotores, lo que está relacionado con la actitud de empoderarse y tomar iniciativas para emprender proyectos sociales y construir nuestro entorno y no dejar que lo hagan otros. Creo incluso que es una actitud de responsabilidad y compromiso con la sociedad, y por lo tanto es lo que debemos hacer.

    Ahora bien, no estoy de acuerdo en generalizar en que el promotor tiene más poder para el impacto social que el arquitecto, o mejor dicho hacerle esa concesión. Aquí introduciría la necesidad de la crítica, porque puede haber promotores como ha ocurrido en nuestro levante Español que han llenado la costa de edificios (con ayuda de los arquitectos), efectivamente han desarrollado una actividad que ha tenido un gran impacto natural y social (pero en sentido negativo) y creo que ante determinado tipo de promotores solo a través de la política, leyes, normativas urbanísticas, y lo que hay detrás de todo esto (planteamientos medioambientales, ética, crítica etc.) se debe acotar que puedan hacer cualquier cosa, o sea que tengan más influencia para el impacto social y natural.

    Por ello considero que es desafortunado que concedas a la figura del promotor una mayor relevancia para el impacto social. El impacto social de cualquier obra, o construcción en nuestras ciudades debería ser algo compartido por todas las figuras que estarían implicadas, sin un protagonismo de unos más que de otros (esto me suena a reivindicar que todos los procesos de transformación sean democráticos). Comparto que siempre habrá un agente que tome la iniciativa pero tal vez no tiene porque ser un promotor.

    Por último comparto la reflexión de que en un sistema distinto, no sé qué tipo de escenario como tú también señalas, podriamos ejercer nuestra profesión de forma libre, dedicarnos a los proyectos que nos interesan sin tener que preocuparnos por nuestra subsistencia. Y tal vez sería en un tipo de Estado en el que simplemente con garantizar unas condiciones básicas de vida, esto nos liberaría para ejercer nuestros proyectos con libertad. En mi caso he tenido que dejar de hacer cosas que quería hacer por poder buscar un sustento, hago algo pero limitado, es triste tener que decirlo.

    Espero que sirvan estos comentarios para continuar con el debate, clarificar posiciones y poner conclusiones en común. Interesante artículo.

    • Jorge - 29 julio, 2014, 21:15

      Tienes razón: sólo he puesto una parte de la historia. Decir que la crisis ha «facilitado» algo es algo duro y tremendamente parcial, pero tenía que comprimir mis argumentos.

      Cuando dices que «La gente quiere hacer cosas (de otro modo) pero no hay financiación» no sólo es completamente cierto (hay impulsos de cambio más allá de la crisis) sino que además corrobora la tesis del post: que no siempre podemos obtener retorno de donde sí hay una necesidad de nuestro trabajo. De ahí que defienda que el retorno económico para nuestro sustento debería venir indirectamente, de otra parte.

      Creo que cuando yo he puesto «promotor» tú te has imaginado un tipo de personaje muy frecuente en los últimos años, el promotor inmobiliario dedicado a hacer pasta con la edificación. Yo con «promotor» me refiero precisamente a «el que promueve», como «el que toma la iniciativa», el que pone el impulso, el «para qué» y la visión en los proyectos. Y ese es el que creo que es determinante, tanto para bien como para mal. Tenemos que hacer que sea para bien, para introducir visiones renovadoras en la sociedad. Si no, el arquitecto por supuesto que podrá hacer bien su parte, pero su parte me temo que suele tener mucho menos impacto que la del promotor. Como ejemplo: ¿Crees que el arquitecto que hizo el mojón del Algarrobico hubiera podido, dentro de ese encargo hacer algo sostenible y respetuoso? Yo creo que no, las condiciones de partida estaban ya muy pervertidas…
      Creo que es necesario que cualquier «promotor» que ponga en marcha una iniciativa sea consciente de que tiene un impacto enorme. Porque lo tiene, quiera o no, para bien y para mal.

      «En mi caso he tenido que dejar de hacer cosas que quería hacer por poder buscar un sustento» <- El "trabajo alimenticio" creo que es un mal endémico del "ganarte el pan con el sudor de tu frente". Tenemos que buscar y construir, poco a poco, otros escenarios.

      ¡Gracias por las reflexiones!

      • José Antonio - 29 julio, 2014, 22:04

        He entendido bien cuando te refieres a la figura del promotor. No se trata solamente del promotor constructor tradicional, eso está claro. Se trata de la persona o agente, como explico en otro párrafo, que toma la iniciativa, y lo que me parece importante dejar claro es que en mi opinión no tiene este agente o no debería tener un papel relevante sobre el impacto social. Digamos que puede tomar la iniciativa, aportar una idea, pero sería a través de la participación de más agentes (políticos, intereses privados, participación ciudadana, ecologistas etc,) depende de las características del proyecto, y a través de las leyes o el contrato público que exista, lo que asume el protagonismo del impacto social y/o natural. En fin, pienso que el motor de las transformaciones pequeñas o grandes deben implicar a un colectivo, no es que quiera quitar el protagonismo a uno de los agentes, pero es que me parece que al explicar lo que explicas se puede entender que a través de la mano del alguien es la única manera de que se produzcan las transformaciones. Cuando dices que «es necesario que cualquier promotor que ponga en marcha una iniciativa sea consciente…» pues lo que pasa es que él sólo no puede ser consciente de todo lo que puede implicar lo que desencadena (puede estar sensibilizado y tener conciencia por supuesto que hay que exigirla), para eso estaría el resto de los agentes y personas que intervienen en un proyecto (políticos, ecologistas, sociólogos, colectivos sociales, o lo que pueda estar ahí). Tal vez no es lo que pienses por lo que conozco de tí, y tal vez lo puedas explicar mejor.

        Respecto a lo primero creo que hemos llegado al punto de encuentro. ¿Intentamos lo mismo respecto a lo que dices de la figura del promotor? (Tal vez creo que no has leido los siguientes párrafos cuando empiezo a hablar de este punto).

        Gracias!

        • Jorge - 30 julio, 2014, 0:34

          Cierto, no entendí bien tu comentario. Creo que lo que comentas supone un paso más allá, y es que todos nos convirtamos de alguna manera en co-creadores de aquello en lo que participamos. En esto estoy completamente de acuerdo, es mejor si no centralizamos la responsabilidad, la autoría, el mérito y las implicaciones éticas en un solo agente. En un escenario así sí que no tendría tanto sentido afirmar que el promotor es una figura predominante. Ahora bien, en el escenario actual yo creo que sigue siendo cierto que el que pone iniciativa (y la inversión) «manda», y al ponernos en ese rol muchos nos hemos sentido más libres. Pero sí, creo que es muy pertinente, como dices, pensar más allá de eso. Good point!

          • José Antonio - 31 julio, 2014, 0:07

            Efectivamente, el que pone la iniciativa y la inversión manda. Sobre todo si pone la inversión, porque el que pone la iniciativa y no tiene dinero para la inversión puede perder la iniciativa en favor del que pone la inversión (si son dos agentes). O no puede llegar a hacer nada.

            No es lo mismo siempre poner la inciativa y poner la inversión, ¿o lo has puesto entre paréntesis porque consideras que es lo mismo?. No creo que lo pienses, será porque has escrito rápido.

            Sobre lo de sentirnos más libres, efectivamente si puedes financiar las iniciativas claro que estoy de acuerdo en esto último. De ahí la necesidad de que todos tuvieramos derecho a una renta mínima o básica para que no se vieran colapsadas muchas iniciativas o demandas que la gente tiene y que no pueden satisfacerse como señalaba al principio del primer comentario. Al final siempre salen temas y reivindicaciones políticas!

  • Miguel - 29 julio, 2014, 16:54

    Uf, Jorge. Vaya aluvión de ideas. No puedo decir que estoy en desacuerdo con todo, pero creo que mezclas algunos conceptos a base de fuerza bruta como si fuera una emulsión. No hay errores en tus argumentos, pero si cierta violencia y omisiones en el encadenamiento. A ver…
    ¿Corriente de compromiso social? Creo que es al contrario. Siembre ha habido algunos que sólo estaban en la arquitectura por la pasta.
    ¿Por qué es oportuno ahora?Porque no hay otra cosa que hacer.
    ¿Sabías que el programa ese de entre todos ha sido cancelado por la TVE1? ¿Por qué seguir empeñándonos en hacer de una forma diletante y altruista lo que otros hacen (hacemos), no por forrarse, sino simplemente por una compensación económica digna?
    No voy a asumir nada, pero siempre me he preguntado ¿de qué vivían esos arquitectos que no cobraban?
    ¿Vocación?¿libertad? Lo que tratas de construir se llama renta básica para artistas y lo defienden muchos filósofos contemporáneos. A mi me resultó interesante la apología de Paolo Virno en Virtuosismo y Revolución (gratis en Traficantes de Sueños).
    ¿Mi opinión? Inasumible y tremendamente egoista.
    Por dos razones fundamentales. Una ¿quién mantiene a esos arquitectos?¿La sociedad?¿En base a qué extraña designación unos pueden y otros no?
    Y si no es la sociedad la que los mantiene, vuelvo a la pregunta anterior ¿tienen derecho a regalar lo que otros necesita/mos ver compensado enconómicamente?
    Para mi lo ideal es la filantropía: Que el trabajo tenga un rendimiento económico justo y suficiente como para que podamos dedicar parte de nuestro tiempo y esfuerzo a otras cosas que no necesariamente tengan que ser rentables económicamente.

    • Jorge - 29 julio, 2014, 20:14

      Jajaja, la que me ha caído. Creo que al final de tu primer párrafo defines perfectamente mis propias impresiones para con este post: cierta violencia y omisiones en el encadenamiento. Ha sido un ejercicio algo loco de obviar mi habitual postura mesurada, informada y contextualizada, y apostar por un supuesto radical (en el que, por otra parte, sí que creo). Y hacerlo en 600 palabras. En fin…

      • Jorge - 29 julio, 2014, 21:00

        Dicho eso, paso a seguir tus comentarios:

        ¿Corriente de compromiso social? Creo que es al contrario. Eso es cuestión de ver la botella medio vacía o medio llena: lo importante para mí, aquí, es que lleva agua. Aunque estoy de acuerdo contigo en que lleva mucha y posiblemente (no tengo cifras) lo otro sea la excepción.

        Porque no hay otra cosa que hacer. Ahí creo que estás generalizando demasiado o siendo un poco pesimista. Yo creo que hay una renovación de impulsos y valores completamente real, significativa e independiente de otras circunstancias como la cantidad de trabajo (aunque, como decía, esto haya servido para poner cosas en evidencia). Y lo creo porque lo vivo en mis propias carnes y en carnes cercanas. Es relevante hablar de ello porque algunos lo sentimos relevante.

        ¿Por qué seguir empeñándonos… ¿Empeñándonos? Al contrario, si eso es la opción natural y fácil. Lo complicado es lo contrario. Cuadrar las actuales leyes de «lo laboral» y de mercado con ciertos principios es un dolor de muelas por el que están pasando en todas la profesiones en las que principios como el open source (por citar uno) están tratando de incorporarse. Y es porque la manera de entender la economía tiene que cambiar en concordancia (y lo está haciendo, sólo que no miramos hacia allá). No podemos asumir (al menos no eternamente) las dinámicas laborales actuales como un axioma fijo e imperturbable mientras intentamos cambiar lo demás.

        La renta básica para artistas (tomo nota de la referencia) parece un intento de avanzar en esa dirección, pero no el único camino posible. Y aunque a día de hoy puede ser inasumible, de egoísta creo que no tiene nada, siempre y cuando no hagas diferencias. Aquí digo arquitectos «comprometidos» porque de ellos hablo en el post, pero di «todos los arquitectos», di «toda la sociedad». Llámalo renta básica universal si quieres. Y luego dime idealista y dame un caramelo xD

        Y ya que lo mencionas, creo que el derecho a regalar tu trabajo debería ser inalienable y figurar en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Por remoto y jodido que parezca plantear esto a día de hoy. Ofrecer libremente lo que uno tiene o sabe hacer no tiene nada de malo, y si en este sistema no se puede, es el sistema el que está jodido. Dicho de otro modo: deberíamos reestructurar la economía para que regalar tu trabajo no fuera «competencia desleal» ni algo «poco profesional».

        De la filantropía, tal y como al describes, coincido en que es la solución más viable>/b> y razonable hoy día, pero para nada ideal. ¿Te parece ideal tener que trabajar por encima de tus propias necesidades para poder permitirte trabajar para otros por vocación? Ese escenario tiene un mal endémico: el «trabajo alimenticio». Que es un mal necesario, sí. Que es ideal… para mí desde luego que no.

        PD: Perdón por la chapa. ¿Se nota que me he mordido mucho la lengua al hacer el post? xD

        • Jorge - 29 julio, 2014, 21:22

          Vaya, había puesto formato al texto para más claridad, pero no admite «b» sino sólo «strong» :-/

  • Iñaki Transversal - 29 julio, 2014, 18:03

    Gracias por el artículo, Jorge. Nos parece necesario.

    Nosotros creemos que el mejor modo de «activar» la sociedad y mejorar tu hábitat (arquitectura o urbanismo) de una manera coherente y ética, es hacerlo profesionalmente.

    Si haces bien tu trabajo y este es bueno para tu sociedad, debes encontrar la manera de que la sociedad te lo valore. Construir esa estructura también es parte de tu cometido.

    Otra cosa, las rentas para ciertos profesionales son como la socialización del suelo, interesante pero utópico en estos momentos.

    • Jorge - 29 julio, 2014, 20:07

      Gracias por el comentario, Iñaki.

      Aclaro que mi uso de la palabra «profesión» va relacionado al concepto de «oficio, actividad remunerada» y no tanto a la «profesionalidad» entendida como calidad del trabajo. Esa es irrenunciable; NO estoy abogando por una arquitectura amateur, ojo. Así que si con «profesionalmente» os referís a «con calidad, compromiso y responsabilidad», estoy de acuerdo.

      Si con «profesionalmente» os referís a «viviendo de ello», entiendo que es un ejercicio de coherencia muy necesario hoy día, fundamental para la sostenibilidad de «nuevas» formas de hacer en el sistema económico actual, y muchos estamos precisamente en ese intento. Pero tiene muchos roces, muchas cosas forzadas y muchas limitaciones y no construye otra manera de entender la economía, porque estamos aceptando como un axioma que la forma de obtener ingresos es inmutable y va, e irá siempre, ligada a lo que hacemos. Y eso es lo que quería cuestionar aquí.

      Sé que lo que planteo es utópico en estos momentos, eso es obvio. Si lo cuento aquí (y de esta manera tan intuitiva y poco justificada) es para comprobar hasta qué punto la gente lo ve siquiera como una opción deseable. ¿Cómo llegaremos? Habrá que currárselo, claro, pero ¿queremos realmente ir allí?

  • José Ramón Hernández Correa - 29 julio, 2014, 19:14

    No sé si viene a cuento: Hace unos veinte años el cura de mi pueblo se embarcó en la restauración de la iglesia. Tenía muy poco dinero para ello y me pidió que le hiciera el proyecto gratis, por amor a Dios y a mi prójimo.
    Le pregunté si los albañiles, los carpinteros, los pintores, etc, cobraban, y me dijo que sí, que naturalmente, pero porque ellos necesitaban cobrar para poder vivir.

    • Jorge - 29 julio, 2014, 19:40

      Jajaja… vaya resumen crudo de la situación. Una anécdota digna de figurar en un #ClientsFromHell arquitectónico.

  • Daniel Alejandro Gómez Escoto - 30 julio, 2014, 5:47

    Daniel Alejandro Gómez Escoto. Profesor de arquitectura en Córdoba, Veracruz –México
    Muy interesante el comentario, que por casualidad me lo he encontrado, si de alguna manera mis comentarios logran un poco de luz me daré por bien servido. Pues bien y solicito para el siguiente apelativo una benigna acogida mis queridos quijotes y lo pongo sin entrecomillado para que sea más digno y no lo contrario, pues es para mí una consideración importante el llevar tan digno título en vista del contorno social tan deprimido como lo estamos viviendo. Ustedes hacen falta en estos momentos y en esta sociedad, son el abono que ha servido y servirá para las nuevas siembras, si no ¿de qué podríamos discutir que valiera la pena?. Soy arquitecto al igual que ustedes localizado en otro país de habla novohispana. Y con esto les doy un indicador de mi persona. El tema que nos preocupa, a mí desde que estudiaba y aún sigo de alguna manera haciéndolo, es nuestra legitimidad como individuos preocupados por realizar el trabajo que se ha calificado como tal vez el más noble de todos LA ARQUITECTURA. Y tan antiguo como la humanidad, pues quien puede contradecir esto sin caer en una negación de lo humano que es intrínseco del tema. Lo humano esto es lo que se trata aquí con gran importancia, es el origen de todo el tema de arquitectura pues su trabajo es para esto. Velar por la realización de lo humano es hacer la arquitectura y en su expresión más amplia el urbanismo. No se preocupen por la arquitectura que tendrá miles de caras y otras que se inventarán, ocúpense de seguir verdaderamente respondiendo a las necesidades humanas, pues esto les dará lo necesario para vivir con calidad de vida y esto tendrán que resolverlo en la ética profesional y solo daré un acercamiento a ello, dice un sabio refrán “rico no es aquel que tiene todo sino aquel al que no le falta nada”. En mi caso siempre he vivido buscando lograr con gusto el equilibrio, buscando una coherente locura más que una loca cordura, en mi co-creación de vida. Esto al parecer por los temas no he sido innovador pero si junto con ustedes original, pues este es el tema de donde surgen las causas de lo humano y donde el apelativo “social” irá llegando luego. De lo utópico ha sido un tema que desde que descubrí la palabra me ha llevado por caminos que valen la pena disfrutar. Como ejemplo lo tengo en un personaje español que formara parte de la segunda audiencia en tierras americanas, precisamente en lo que fuera entonces la Nueva España. No es mi intención dormirlos, pero vale la pena nárralo brevemente pues en ello se inscribe nuestro tema, ya lo vas a ver. Don Vasco de Quiroga abogado en derecho canónico, llega a sus 60 años al continente americano, para impartir justicia y luego por voluntad promover una creación urbana y arquitectónica por las necesidades de los habitantes despojados de todo y así poder vivir en sociedad (o en policía como él lo dijo). Para resolver el hábitat de una población por demás deprimida, efecto de las guerras y las enfermedades del choque de culturas que ocasionó la colonización americana, el “Tata” Vasco fundó por lo menos dos pueblos desde sus cimientos a los que se conoce como los Hospitales – Pueblo de Vasco de Quiroga (año de 1534), se le elevó a ser el primer Obispo de la diócesis de Michoacán como una innovación del gobierno español en América por meritos propios. Ya antes había comprado con sus medios es decir con su sueldo de oidor, unos terrenos para que los más deprimidos vivieran en una nueva sociedad. Seré más breve, el esquema que Vasco utilizó para la organización de esta nueva sociedad fue la influencia utópica proporcionada por Tomás Moro y el mismo Vasco acepta que su propuesta fue dechado de la obra literaria de Moro. Para finalizar, les estoy compartiendo mi hallazgo de la propuesta utópica tan cuidadosamente rehuida en nuestro tiempo y que sirvió eficientemente para proporcionar una nueva solución de vida en una sociedad colonial que no podía ser más necesitada que la deprimida por una guerra total. Por extenso de mi final aclaro, lo que se propuso Vasco y que de cariño se le llamó el Tata Vasco y se le recuerda también, es lo Facio nova en lo social en lo arquitectónico y en lo urbano.
    Buenas noches mis amigos.

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