En 1904, en la edición del 15 de enero del diario de Chicago Record-Herald, apareció una nota de prensa que explicaba el método de trabajo de campo meticuloso que había seguido Camillo Sitte y que 30 años después le serviría para escribir su “Historia de las ciudades según principios artísticos”. Según relataba la nota de prensa, Sitte seguía un preciso método para estudiar las ciudades in situ por el cual, tras llegar a una nueva población, preguntaba en la biblioteca principal por la torre más alta y por el mejor plano de la población. “A continuación, después de haber recortado el mapa en pequeños cuadrados más manejables por si hacía viento, se dirigía a la torre panorámica y pasaba unas cuantas horas analizando el plano de la ciudad 1 ”.
El ser humano siempre ha buscado ver el mundo desde arriba. Cuando la naturaleza no lo hacía posible a través de miradores naturales, las construcciones esbeltas (torres vigías, campanarios) permitían al hombre elevarse sobre la ciudad2. Más adelante, los avances tecnológicos de los siglos XVIII y XIX posibilitarían la primera fotografía aérea de la historia en 18583.
Finalmente, el desarrollo de la fotogrametría y la aviación posibilitarían a principios del siglo XX los primeros vuelos aéreos destinados a ortofotografía.
Boston. James Wallace Black (1860). Primera fotografía aérea conservada.
Fue sin duda un gran avance científico. Además de la fascinación que aporta contemplar una vista privilegiada, la ortofotografía ha sido una útil herramienta para muchas profesiones, entre ellas, la del arquitecto. Es inevitable ver las precisas ortofotos actuales y no pensar en aquellos tiempos en los que tener una reproducción completa en planta de una ciudad quedaba relegado a los dibujos de los antiguos planos. Merece la pena en este sentido echar un vistazo al proyecto Historic Cities, de la universidad de Jerusalén, que recopila online planos de ciudades antiguos.
Sevilla, a la izquierda en el plano de Braun y Hogenberg (1588) del Civitates Orbis Terrarum IV. A la derecha, Sevilla bajo el “Vuelo Americano” de 1956 (fuentes: Historic Cities y Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de Andalucía).
El arte no ha sido ajeno al anhelo humano de elevarse sobre el territorio 4 , habiéndonos regalado memorables planos cenitales tanto el cine como la fotografía. Cabe destacar las numerosas escenas de “El cielo sobre Berlín” (Win Wenders, 1987), donde los dos ángeles protagonistas observan desde arriba la urbe dividida por el muro de la vergüenza, y observan, tanto física como conceptualmente, la ciudad desde una visión “celestial”.
Fotograma de El Cielo Sobre Berlín (Win Wenders, 1987)
Hoy, sin embargo, ver cualquier rincón del mundo desde arriba es posible sin moverse de casa. Hace apenas 13 años desde que Google compartiera con el gran público su primera versión del programa gratuito Google Earth, y del equivalente servicio de cartografía en línea Google Maps. Ambas herramientas han permitido observar a ojo de pájaro, prácticamente cualquier lugar de la tierra, acercando así el mundo físico (aunque de manera virtual) a cualquier ciudadano con una conexión a internet. A nivel estatal, cabe destacar así mismo la labor de divulgación de la fototeca histórica del IGN y el CNIG 5 , que nos permite “volar” no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. Un avance más de la globalización que nos permite, cual Ícaro, mirar hacia abajo, con la misma fascinación que sentimos cuando volamos en avión y pegamos la nariz al cristal para contemplar por un momento las cubiertas, los trazados, las ciudades… el mundo construido bajo nuestros pies.