Créditos de la fotografía: http://www.architype.co.uk/
Desde hace ya varios años este tópico – Horizonte 2020 – forma parte habitual de nuestras conversaciones dentro y fuera del Estudio. Y todavía hoy – a finales de 2017- nos parece increíble constatar lo ‘verde’ que está nuestra sociedad en relación a los retos que nos esperan en materia de sostenibilidad y eficiencia energética a la vuelta de la esquina…
Lo más preocupante es que tampoco el sector de la construcción parece estar especialmente preocupado por la cuestión –y esto afecta a políticos, promotores, constructores, arquitectos, aparejadores, ingenieros, encargados, operarios, agencias de compraventa…-; en fin, a todos los agentes que participan del proceso de promoción y gestión inmobiliaria pública o privada, en cualquiera de sus fases.
Visitamos el año pasado un interesante desarrollo inmobiliario residencial de primer orden en la costa de Alicante y, al terminar la visita y preguntar al comercial por la calificación energética de las viviendas, nos respondió, para nuestro asombro, que no estaba seguro, que C o D, y que qué curioso, que era la primera vez que se lo preguntaban… y !estaba casi todo vendido!
Y si los promotores privados no están en la onda, qué decir de las Administraciones públicas, cuya fecha para incorporación al tren de los edificios de consumo casi nulo es 31 de diciembre de 2018…
Un caso flagrante es el de los edificios docentes. Mucho se ha avanzado, y mucho más se ha investigado desde mediados del siglo XX hasta hoy en materia de centros escolares… y qué difícil resulta llevar a la realidad ideas innovadoras y hallazgos en un campo tan exigente, con tantas restricciones y limitaciones normativas y presupuestarias. Por ejemplo, por tocarnos más de cerca, tenemos el caso de Andalucía, donde se está haciendo un gran esfuerzo en inversiones escolares y en fomento de la construcción sostenible. Pero nuestra impresión es que gran parte de la producción de estos últimos años nace ya fuera de paradigma, y la mayor parte del sector sigue proyectando y construyendo edificios como a finales del siglo pasado.
Ocurre, como ha ocurrido este verano, que la mayoría de los centros escolares resultan inhabitables con los rigores climáticos de final de curso, porque simplemente no están preparados ni dotados de medidas pasivas ni activas -en su diseño y en sus sistemas constructivos- que permitan la mejor experiencia de los usuarios. Son edificios pensados para un uso anual 9/12, lo cual quiere decir que hay 3 largos meses al año que las comunidades educativas ven mermadas sus posibilidades de alojar actividad a causa de la obsolescencia de sus instalaciones. Y si lo hacen suele ser abusando del aire acondicionado, de la salud de pequeños y mayores, y de la factura de electricidad. Y lo peor es algo que en el sur del país se tiene asumido como estructural, cuando debiera ser prioritario solventarlo.
Así que sí, que mucho se ha avanzado, pero nos queda mucho por aprender -qué paradoja- para hacer mejores proyectos de escuelas, con mentalidad ya del siglo XXI. Como comentaba Rodrigo Almonacid, los arquitectos tenemos una gran responsabilidad para propiciar este cambio, más allá de la autocomplacencia en la divagación estilística o en la búsqueda de resultados estéticos de pretendida modernidad. Y traemos a colación un ejemplo notable que para nosotros representa en muchos aspectos la dirección en la que debemos encaminarnos
El Horizonte 2020 es un reto mayúsculo para nuestra profesión, de esto no hay duda. Ahora la pregunta es: ¿estamos preparados? Y si no lo estamos, ¿qué vamos a hacer para estarlo?
Totalmente de acuerdo. Todavía hay mucho camino por recorrer, sobretodo en sostenibilidad. En nuestro caso, la accesibilidad suma otro elemento importante todavía por solucionar, pese a la entrada en vigor de nuevas leyes y normativas.