
Francisco de Goya y Lucientes. Duelo a garrotazos.1820-1823.
Parece que lo rabisalsero está pujando por un hacerse hueco en la producción cultural arquitectónica, al punto de insultar a la inteligencia del lector y a la misma crítica. Si en algo nos importa la pérdida de relevancia social, cultural y económica de la arquitectura —y no me cabe duda de que la desesperación ante esta situación está detrás de este tipo de actitudes— no podemos permitirnosque una furia ruidosa sustituya a una crítica genuina y competente.
Al crítico negligente lo reconoceremos porque se permite emitir juicios en ausencia de examen; en su peor versión, examina sin preocuparse de conocer a fondo lo que trata. Resulta, por tanto, improductivo y estéril. Ignorancia no quita pecado: la desinformación en un crítico es signo de insuficiencia y, así, también el prejuicio. El prejuicio, ese gran enemigo de la crítica, suele despertar en el negligente ante vías de trabajo que quedan fuera de sus intereses o de las coordenadas en las que se mueve con comodidad. Al crítico negligente no le faltan ganas de batallar por una mejor arquitectura, pero se conforma con su mal-conocer, olvidando que la suya es una profesión que demanda superar los propios límites.
La ausencia de curiosidad por lo diverso y la incapacidad de escuchar y dialogar con el que piensa diferente delata también al negligente. Carente de argumentos eficaces e incapaz de manejarse con los esgrimidos por otros (no olvidemos que esto es consustancial a la crítica), demoniza lo que no controla y empuña el garrote. El alboroto que levanta (las descalificaciones, insultos, mofas, etc.) es una pérdida de tiempo; pero atrae a los que comparten sus fobias y prejuicios, procurándole un espejo en el que confirmarse. Convencido de hacer lo correcto y más que nada empeñado en tener razón, el negligente se esfuerza por proporcionar un blanco sobre el que descargar, junto a sus afines, la ira, la frustración y la impotencia por la situación de descrédito en la que está la arquitectura. La ironía es que la consolidación de los prejuicios en los que se parapeta es uno de los cómplices del declive que le angustia. Con sus piernas hundidas en el fango, al negligente le falta visión y le sobra tranca.
La negligencia es abandono, y no es extraño que otros vengan a ocuparse del terreno yermo que envuelve a los que no aportan. Quienes, dotados de un verdadero espíritu crítico, han cultivado su curiosidad y capacidad de escucha, saben que este es precisamente el giro que ha dado la crítica en el cambio de siglo. Multitud de proyectos han canalizado la crítica en formatos no-periodísticos: su objetivo no es emitir un juicio de valor, sino contribuir, haciendo partícipe a la arquitectura, a mantener viva nuestra capacidad de discernir sobre un entorno habitado que se construye bajo condiciones cada vez más polivalentes y confusas. Entre estos proyectos hay trabajos editoriales, culturales, de investigación y docentes, pero también cruces de estos y otros campos de desempeño: así el ejercicio profesional entendido como investigación o la práctica abordada como escenificación discursiva. Tal es así que todo proyecto de arquitectura se convierte hoy en una declaración o “statement”. La crítica se ha proyectado sobre la práctica, pidiéndole a nuestro quehacer algo más que la solución de un conjunto de problemas dados; pero estos “formatos críticos” están necesitados de un observador exterior que los interrogue, los ponga en contexto, los espolee, les dé perspectiva… Allí donde el negligente sólo alcanza a entrever una amenaza, otros encontrarán ocasión para iniciar apasionantes debates en los que contribuir, aprender y poner a la arquitectura (y a sí mismos) en forma.
Genial, Paula.
Gracias Ana. La excelencia en la crítica también importa.
Entre tantas bagatelas lingüísticas de una red en deterioro se descubren, textos que llevan acuestas el estandarte de un trabajo pensado, estructurado e inmejorable. Felicitaciones
Gracias Luis por tu comentario. Es una recompensa para mi que aprecies el texto. Hay mucho trabajo y meditación detrás, también muchas conversaciones con compañeros interesados en la crítica y preocupados por la red en deterioro que comentas. Esto es lo que me animó a expresar en este foro una preocupación compartida por muchos. Dar el paso no ha sido fácil.
Tras ver un título tan sugerente como este y ver que la publicación venía avalada por los «likes» en redes sociales por parte de algunas personas con quienes suelo compartir criterios o intereses, me he puesto a leer esta entrada con muchas ganas. Y más porque el tema de la crítica me interesa mucho pues creo que es un campo al que no se le ha dado la atención y educación necesarias y por tanto todavía hay mucho trabajo por hacer.
Sin embargo, tengo que reconocer que tras una primera lectura no entendí nada, no porque no entienda las palabras (el texto está bien escrito y las frases tienen mucho sentido en si mismas), me quedé con la sensación de que este artículo está escrito pensando en alguien (o «alguienes») en mente con quien la autora no comulga. Tras varias lecturas, y al tratarse de afirmaciones tan categóricas sin contexto, sigo con esa misma sensación ya que no he sabido encontrar ninguna explicación que apoye las afirmaciones.
En caso de que mis elucubraciones sean ciertas, sería una pena criticar la falta de debate cuando lo que aquí se escribe hace intuir algo que en el texto se critica: «La ausencia de curiosidad por lo diverso y la incapacidad de escuchar y dialogar con el que piensa diferente delata también al negligente». También es muy probable que me equivoque, y de ahí que haya decidido compartir mis impresiones aún a riesgo de equivocarme.
Te aprecio y admiro, Paula, pero lamento mucho que hayas empleado tu capacidad retórica en hilar falacias argumentales que no ayudan a construir absolutamente nada.
Tipificada como falacia ad hominem, la des-calificación de la persona para evitar rebatir las ideas –por otro lado argumentadas hasta la saciedad ya– no valida en absoluto tu postura.
Creo que una persona como tú, inteligente y capaz además de con un bagaje intelectual más que sobrante, debería ser capaz de entrar en el fango e intentar superar a los que nos calificas de negligentes,
Uso aquí el nos porque al contrario que Carlos, soy capaz de leer la dirección y objetivo de tu dardo y –salvando las distancias– comulgo con las posturas de otros compañeros que escriben más y mejor que yo sus discrepancias con los que tú, en consecuencia, consideras diligentes.
Un abrazo,
M.
Gracias por comentar, Carlos y Miguel.
Carlos, en el párrafo que abre el texto pongo en contexto la reflexión. Esta parte de la perplejidad y preocupación (o indignación casi), compartida por muchos, ante cierta ACTITUD en el campo de la critica. No hay excusas que justifiquen el insulto, el acoso, etc., aunque lo que nos preocupa a muchos es que haya quien vea esto como algo de lo más normal. Aunque haya sido una situación concreta la que me motive a tomar este tema y reflexionar sobre él, entiendo que lo que está en juego es algo que trasciende al «alguien», a lo que «argumenta», y al «contexto», y es completamente independiente de estas variables.
El crítico negligente es una «figura imaginara» o «ficción argumentativa» que utilizo para buscar una expliación a esa ACTITUD que a muchos nos preocupa, y que a la vez me sirve para plantear lo que en mi opinión tendríamos que exigir a una crítica genuina y competente. Mi deseo es que, si alguien se viera reflejado en esta figura imaginaria (ojalá que no sea así), se plantee, aunque solo sea por un momento, si está dando lo mejor de sí mismo.
Oportuno, acertadísimo y muy valiente post, enhorabuena Paula.
Recientemente veía un breve programa divulgativo sobre este cuadro, Duelo a garrotazos, que usas tan bien para expresar tu opinión. Entre los muchos comentarios, alguien destacó el último plano del cuadro: el azul despejado del cielo entre las nubes tormentosas. La llamada de atención sobre este fragmento era para querer ver una señal de esperanza en la cruenta escena que retrató Goya, un horizonte despejado. El final de tu texto es igualmente esperanzador, invita a «iniciar apasionantes debates en los que contribuir, aprender y poner a la arquitectura (y a sí mismos) en forma». No puede haber una crítica mejor que esa, un reto para quien la dice con sus palabras y también para quién, con exigencia, la oímos y comentamos.
Y si alguien se da por aludido como «crítico negligente», o alguna vez lo ha sido (¿quién no?), creo que en vez de defender su postura otra vez con garrote en mano, con sangre en la frente y con las piernas inmovilizadas en un hoyo que fue cavado por él mismo, debería entornar la mirada y fijarse en este fondo, olvidarse de las figuras, hacer un ejercicio de arquitectura y desplazar su mirada para habitar el vacío que encierra el cuadro. El mismo vacío potente y seductor que cobijan tus palabras.
Gracias por construir este espacio.
Gracias Juan Antonio por tus amables palabras y por la reflexión.
Tienes toda la razón, inicar un debate en el que participan constructivamente las eprsonas que discrepan es un gran reto, para todos.
Un amigo común, Dani Montes, se preguntaba hace poco porqué este debate no existe. Yo pienso que la actitud que cae en el insulto, la falta de educación, la demonización, etc. es en parte responsable de este bloqueo. Pero también lo es el aplauso típico de las redes sociales, lo que el filósofo Byung-Chung Hal llama «positivismo», ejemplificado por el botón «me gusta», que erradica o cuanto menos dificulta toda negatividad, diluye toda posibilidad de discrepar. Hacer espacio a la negatividad (el cuestionamiento) es entonces más importante que nunca, pero por el mismo motivo también lo son las formas (y si me apuras los formatos). La crítica se convierte en un asunto de creatividad, y no de fuerza bruta o garrote.
Por otro lado, encuentro que el positivismo de redes sociales como facebook desvirtúa las opiniones que se vierten en este espacio, convirtiendo el agrado en aplauso o complaciencia, quizás empujando al que quiere cuestionar a vestirse de «rabisalsero» para ganar valor de circulación en este medio. El precio a pagar no es solo el bloqueo de la posibilidad de debate, sino la degradación de la crítica. En mi opinión debemos de resistir esta «llamada» y buscar formas más respetuosas y educadas de cuestionar, y como decía antes, seguramente más creativas.
Gracias de nuevo por hacer notar que todos podemos caer en el descuido al elaborar una crítica, por ahondar y reforzar la relación entre la imagen de Goya y el texto, y por incidir en el mensaje que lo cierra: ese espacio aun vacío que nos convoca e invita :-)
P.S. La palabra que utiliza Han es «positividad» no positivismo, disculpad el lapsus.
Puede que quizás al leer el texto, lo hubiera interpretado desde una perspectiva diferente.
Lo tomé como una llamada de atención al ‘opinólogo’, medio troll, que convierte cualquier debate arquitectónico en un sálvame de amiguismos y opiniones llevadas a lo personal, al insulto, y a banalidades varias. Al releerlo, y leer los comentarios, quizás tiene una doble lectura, por alusión, no sé si genérica o personal (no entro en eso).
De todas maneras, me surge la duda. Igual que la crítica debe aportar y construir algo, tratar de mejorar lo presente al fin y al cabo (o evitar que empeore), me gustaría saber, Paula, el objeto de mejora del panorama que propones a través de esta crítica. Es decir, si trata de calmar ciertos ánimos que se alejan de la arquitectura para pasar a la bacanal de opinión irrelevante, ok. Pero si trata de restringir la capacidad crítica a unos pocos poseedores de ese derecho, que están a algún tipo de nivel intelectual supuestamente superior, no.
Criticar al que critica restringe de alguna manera el campo del análisis, amputa el aprendizaje (la actitud crítica se forma despacio y a lo largo de los años, y ningún aprendizaje debe mutilarse, sino tutorizarse), y de alguna manera, saca ese debate de la libertad de expresión. Igual de valiente que veo este post, veo valiente la actitud de muchos que dicen las cosas que no gusta oir, y que también cuesta sacar, ya que te llueve de todo menos palmaditas en la espalda. ¿quién decide quien no aporta, quien no tiene curiosidad, quien tiene malas intenciones, quien no tiene un trasfondo cultural bueno? Y aunque así fuera, ¿no tiene derecho a la crítica?
Por eso, y tras dos lecturas de tu texto, me gustaría preguntarte, y que así me pueda llevar una imagen final de tus palabras, cuál es la interpretación transparente de tu texto, sin alusiones ni generalidades, y qué mejoras propondrías al panorama que describes (y me aclaras).
Un gran abrazo y de nuevo gracias por el post.
Me resulta muy curioso lo que comentas del positivismo, te cuento: el otro día estaba comentando con unos compañeros lo duro que se me hace tener que estar constantemente aclarando, puntualizando, e hilando perfectamente respuestas a opiniones sobre nuestros artículos que, lejos de querer reflexionar al respecto, básicamente se basan en una participación atacante y destructiva. Les preguntaba, hasta cuándo merecía la pena esa corrección y atención a la participación de algunos lectores, cuando las intenciones detrás de ellas para nada son sumar, sino el garrotazo limpio. Y su respuesta fue, que tanto daño hacen al debate esas actitudes, como el inocente «me ha gustado mucho este artículo».
Es cierto que a veces no se pretende debatirlo todo (por favor que la providencia nos libre de caer en el bucle del debate perpetuo), pero también es cierto que muchas veces no sólo la crítica está desargumentada y su actitud es totalmente destructiva, sino que otras muchas, la ‘aprobación’ o ‘positivismo’ como comentas, también lo está, y hace daño mermando poco a poco.
Ana estoy 100% de acuerdo contigo. esto también me plantea la duda de si las redes sociales son el mejor espacio para la crítica. Pronto te contesto a tus preguntas del otro comentario. Gracias por unirte al debate.
Paula, el nivel de tu retórica llega a límites admirables. Pero sigues empleando la falacia «ad hominem» tan gravemente que se vuelve en tu contra.
Demandas el debate sin entrar en el debate, pones en duda el espacio de discusión cuando no has/habéis generado discusión en el espacio aduciendo que no es el espacio adecuado, y para mas inri, en uno de los giros retóricos más crueles que se le puede hacer al otro, desprenderlo de su nombre, calificas de imaginario al crítico negligente que suscita tu artículo.
Quedo muy decepcionado.
Miguel, la falacia «ad hominen» (corrígeme si me equivoco) consiste en «dar por sentada la falsedad de una afirmación tomando como argumento quién es el emisor de esta». Francamente no encuentro ninguna relación con mi reflexión. ¿Cuál es la afirmación que aquí se está dando por falsa?
Este texto versa sobre las formas de hacer crítica, y no entra en el contenido de la crítica. No porque no interese, sino porque considero que la «forma» de la crítica es un tema perfectamente legítimo y suficientemente potente para hacerlo el centro de la reflexión. Lo demás son desvaríos que no vienen a cuento, salvo que se quiera bloquear una reflexión sobre este tema.
Las formas de la crítica. Este, y no otro, es el debate en esta página y en este momento. Estás más que invitado a entrar en el mismo.
Hola Ana,
El texto está abierto a interpretaciones, y puede ser aplicado a muchos contextos, desde diversas perspectivas; uno de ellos es sin duda alguna el del opinólogo que comentas, aunque yo estaba pensando en la crítica como desempeño profesional al escribirlo.
Sobre el segundo punto: efectivamente, el texto intenta calmar lo ánimos, y es además una denuncia de la crítica desvariada y ciertos hábitos de nuestro tiempo y de otros, ya que el desvarío de la crítica social se ha dado en nuestro país repetidas veces a lo largo de la historia, desde los tiempos de la Inquisición, preocupando a muchos intelectuales, desde Cervantes al propio Goya (como notó el mismo Sáenz de Oíza). No por capricho he escogido una obra de este pintor para la imagen que acompaña este texto, reforzando con ella (o así lo esperaba) esa dimensión atemporal y universal a la forma de hacer crítica que aquí defiendo.
Estoy contigo en que la capacidad crítica es independiente del nivel intelectual. De hecho últimamente estoy fascinada con un programa de televisión divulgativo que parte de este principio, «Mirar un cuadro»: En muchas ocasiones el programa también demuestra que para interpretar o hacerse un juicio sobre una obra hay que conocer los detalles más íntimos de dicha obra, el contexto físico y mental para el que fue pensada. No podemos confiar unicamente en las impresiones que logramos a través de los sentidos o lo que algo nos transmite para hacernos un juicio sobre una obra, y si esto es cierto en la pintura, más aun en algo tan complejo como la arquitectura…
La última cuestión que planteas, «la crítica de la crítica» es un gran tema, me interesa muchísimo y me parece decisivo en el escenario arquitectónico contemporáneo. Hace un año en el Congreso Criticall Marta Pelegrín argumentaba en la mesa que tuve el placer de moderar que, en un momento en el que proliferan las prácticas críticas, la crítica de la crítica es fundemental, una afirmación que suscribo 100%. Unos años antes Jose M. Galán, compañero de sin|studio, decía algo similar en el cierre del texto que escribió para el libro «Arquitecturas Colectivas»: la importancia de la autocrítica en las prácticas críticas. Esta es la perspectiva de la crítica de la crítica que está presente en mi reflexión, junto a un recordatorio de los aspectos más básicos de la crítica como ejercicio intelectual. Este recordatorio está lejos de una crítica, simplemente apela al sentido común. Si queremos verlo como «crítica», recordaría una vez más el cacracter despersonalizado del texto, imprescindible para mi en cualquier reflexión crítica. Como dijo Wilde, «la crítica es independiente del objeto que critica y no está necesariamente sujeta al mismo».
Con este texto no estoy acusando a nadie de no tener trasfondo cultural bueno, sino reclamando la importancia de tenerlo. También he intendo compartir con los que leeis el texto las herramientas más básicas que yo tengo para distinguir entre una crítica o un debate genuino y lo que no lo es. Cada cual, usando estas herramientas, podría en mi opinión llegar a sus propias conclusiones.
Sobre la imagen final que reclamas, creo que mi mensaje es bastante claro e inequívoco, pero su significado se genera en el diálogo entre las energías potenciales que contiene una obra cultural y los sueños, ilusiones y reacciones de quienes lo llen. La lectura de este texto es abierta, todas las capacidades de interpretación son posibles. Su interpretación no me pertenece.
Agradezco que no hayas entrado en personalizar, porque es algo que hubiera deformado mi reflexión y bloqueado este debate tan interesante acerca de la crítica que hemos iniciado. Lo que dices de que la crítica de la crítica restringe o amputa la crítica me intriga mucho, pero no llego a entender el porqué ¿podrías explicarmelo?
Gracias y un abrazo.
Después de leer en repetidas ocasiones el artículo, me quedo con una figura de fondo: la de Quijana, o más conocido como Don Quijote. Este artículo tiene mucho de este libro, sobre todo por la forma de «estar» en la realidad de Don Quijote, y la de Sancho Panza, que, inculto de él, se cree las promesas del primero.
La crítica de moda que se está poniendo en este país es preocupante tanto por la forma de llevarse a cabo como por la falta de conocimiento en su base, por la facilidad con la que emite juicios de valor y se cree en un nivel superior por autodenominarse crítico en un medio importante, por reírse incluso de la forma de vestir de los autores de los proyectos «atacados», por su egocentrismo básicamente, una especie de reality-show al más puro estilo Tele5. Y en este punto me acuerdo de esos seguidores del «famoso» programa Mujeres Hombres y Viceversa que montaron en cólera cuando Tele5 decidió no emitir el programa en el día del accidente del vuelo en Los Alpes para poder cubrir en directo la noticia. Ahora bien, dicho esto, pienso que los autores de los proyectos «atacados» utilizan adjetivos «positivos» de forma gratuita. Y esto, para muchos, incluso para mi, es también una forma de insultar. Se debería hablar con menos adjetivos creo yo, porque es otro modo de «presentar» tu ignorancia, tu egocentrismo y tu falta de seriedad y arbitrariedad al mostrar tu proyecto, que supuestamente, tan importante es para la investigación arquitectónica y social.
En definitiva, artículo muy acertado pero en el que también me gustaría saber si la otra parte, la «atacada», querría entrar a debate.
Hola Joaquín, gracias por tu opinión.
La positivación que comentas es un tema que me interesa muchísimo. Nunca lo había pensado así, pero es cierto que parece la otra cara del «insulto». En mi opinión, ambos son estrategias para ganar valor de circulación en los medios. En el fondo, ambos comparten la misma actitud paternalista para con el público o la audicencia. Como si no tuviéramos autonomía y libertad para pensar por nosotros mismos, en vez de darnos herramientas para que distingamos la paja del grano, tanto la demonización como la «angelicación» nos ofrecen un cuadro cerrado (y radical) ante el cual no cabe nuestra reflexion, sino solamente dejarlo o tomarlo.
Sin embargo, en cuanto se abre un espacio de discusión genuino, no es difícil encontrar a un público más maduro de lo que los críticos y los comunicadores se piensan, uno que no muerde tan facilmente los anzuelos que le lazan. Los que tratan de expresar su opinión en los foros que se crean en torno al insulto y la positivación, sin embargo, enseguida son etiquetados como enemigos o adeptos. El debate está bloqueado en ellos de antemano, los egos saltan facilmente, el ambiente se vicia.
Quizás estos métodos que reducen la discusión posible a un sí o no están inducidos por el like de facebook. Como no existe un dislike hay que pasarse de la raya para cuestionar algo, lo que a su vez provoca una reacción defensiva de suma de «likes» y vuelta a empezar: la pescadilla se muerde la cola. Un buen amigo me comentaba que las redes sociales han cambiado por completo la forma de comunicar y reaccionar ante las ideas, pero ¿significa que tenemos que tolerar los nuevos escenarios que se generan?
Necesitamos otros métodos que habiliten otros espacios de discusión, menos hipotecados por la positivación. Todos saldremos ganando.