

Por Miguel Ángel Díaz Camacho Desde Párrafos de Arquitectura
“Recuerdo la primera vez que tuve un original ante mis ojos. Aquella planta dibujada a lápiz contenía toda la información necesaria para la ejecución del proyecto: cotas, niveles, acabados, materiales, tipos de muro, altura de techos, programa, soporte, relación con el entorno inmediato…Más que una planta podríamos decir que se trataba de un mapa, una estructura latente de una manera muy concreta y determinada de ordenar el mundo: era un proyecto en forma de atlas, era una planta de Javier Carvajal, del que se decía que llegaba a poner cotas al agua “para expresar su precisa precisión” (1).
Curiosamente, una de las cuestiones más excitantes de la planta reside en nuestra capacidad de habitar los espacios allí representados, la posibilidad de “llamar a la puerta” y recorrer todos y cada uno de los paisajes indoor que se proponen. Es entonces cuando se descubre que tal vez en la abstracción de toda planta se pueda establecer -como en ningún otro documento- la estrategia esencial y primera de todo proyecto, aquello verdaderamente irrenunciable, el vínculo que allí se convoca entre los Hombres y el Mundo: “En la planta existe una concentración intelectual que la imagen no puede tener(…)”
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