

Por: Luis Alemany
Desde: La esfera de Papel
En 1962, la vida de los pintores Lucio Muñoz y Amalia Avia empezaba a despegar. Él había trabajado con Oiza, Oteiza y compañía en las obras del Santuario de Arantzazu y así había juntado 800.000 pesetas para construir un chalé para los sábados y los veranos en Torrelodones, a 30 kilómetros de Madrid. Importante: 800.000 pesetas eran 800.000 pesetas, ni un duro más. Lo suficiente para hacer algo bonito, sencillo, normal. Una casita de clase media en el monte.
En ese momento, Lucio y Amalia tuvieron un golpe de suerte y una desgracia: cuando buscaron un proyecto, encontraron entre sus amigos a Fernando Higueras, el peor arquitecto posible para hacer algo bonito, sencillo, normal. Y mucho menos barato.
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