La LUZ es el tema…
La importancia de la Luz como material constructivo en la Historia de la Arquitectura y la defensa de que, pese a lo que pueda parecer a priori, se trata de un elemento perfectamente tangible en tanto que es perceptible a través de los sentidos.
Tal y como afirma el maestro Campo Baeza, en lo que respecta a la Arquitectura, la LUZ es el tema. Siempre lo ha sido.
Desde las primeras muestras de Arquitectura, ya en la Prehistoria, la Luz era el leitmotiv en torno al cual todo se articulaba.
La Luz fue el tema en el Antiguo Egipto y sus conocidos templos solares -surgidos para escenificar la potencia vivificadora de Ra, dios del Sol en torno al 2500 a.C.-, y también lo fue en la Arquitectura de la Grecia clásica ‘definida por su luz y sus sombras’ 1.
La Luz fue el tema en la Antigua Roma con el Panteón como su máximo exponente; fue el tema en el Gótico de las catedrales; fue más tarde el tema en el Renacimiento –empleada para jerarquizar los espacios-; y fue el tema en el Barroco entendida ya como algo cuantificable y cualificable.
Y por supuesto que, la Luz fue el tema en el Movimiento Moderno, dejando que inunde el espacio arquitectónico.
La Luz es la piedra angular en Stonehenge, es el tema central del Partenón y –como ya hemos dicho- lo es del Panteón. La Luz es el tema en Chartres, en San Carlo Alle Quattro Fontane… Es el alma en Ronchamp y el espíritu en la Iglesia de la Luz.
Fidias, Adriano, Bernini, Borromini, Kahn, Le Corbusier, Siza… cualquiera de los grandes nombres de la Historia de la Arquitectura lleva como apellido indivisible la Luz.
Elisa Valero, en el título de un libro extraordinario, la cataloga como ‘la materia intangible’. Y el maestro Campo Baeza, en una introducción finalmente no publicada para dicho libro, manifiesta el acierto de este título. La Luz como materia –material que construye el espacio arquitectónico- pese a ser intangible –no se puede tocar-.
Sin embargo, existe otra acepción –menos conocida- de la palabra tangible recogida por la RAE:
“Que se puede percibir de manera precisa”.
Si nos atenemos a esta definición, la Luz ya no resulta tan intangible.
¿No es acaso perfectamente perceptible el haz de Luz traspasando el óculo del Panteón y atravesando el espacio arquitectónico bajo él?
¿No es perceptible de manera precisa la Luz que juega a dibujar ondas sobre las paredes de La Tourette?
¿No es visible en la Iglesia de la Luz de Ando hasta el punto de tornarse casi palpable materializando una cruz a priori inmaterial?
¿No es evidente la presencia sedosa de la luz acariciando la pared curva de Marco de Canaveçes desde arriba como algo casi corpóreo?
La Luz es, siempre lo ha sido, el tema. Y es materia. Materia tangible. No palpable pero perfectamente perceptible para los sentidos. No sólo a la vista. Como afirma Juan Navarro Baldeweg, ‘la luz es como el aire en la Música’, atraviesa el espacio arquitectónico y consigue que éste suene, que tenga armonía.
¿No es la LUZ –se pregunta retóricamente Campo Baeza- la razón de ser de la Arquitectura?¿No es la Historia de la Arquitectura la de la búsqueda, entendimiento y dominio de la LUZ?
¡Por supuesto que lo es! La Luz siempre ha sido el tema en la Arquitectura. El único denominador común a todos los movimientos artísticos que han conformado la Historia de la Arquitectura. La Luz es el tema. Y debe seguir siéndolo, ahora más que nunca, en la Arquitectura que viene. Ahora que tenemos más herramientas que nunca para comprenderla y dominarla. Y para hacer de ella una materia que, sin ser palpable, resulte plenamente tangible.