Parece mentira que hace solo dos meses hablábamos del negocio de las (falsas) revistas académicas y acabábamos dejando un hilo del que tirar en relación a la proliferación de “negocios de todo tipo que hacen un servicio dudoso y poco transparente al objetivo de la difusión del conocimiento” y haya salido a la luz una gran cantidad de información que si bien no está directamente relacionada con las revistas, sí que ha minado la confianza en las instituciones universitarias, muchas de ellas responsables últimas de algunas de estas revistas.
El asunto es desde luego preocupante y su alcance mucho mayor por la preocupación que genera, si bien nosotros no nos queremos apartar del hilo anterior y sí abundar en la dificultad de generar contenidos de calidad que estén en cierto modo garantizados por una revisión por pares cuidadosa y en la que se pueda confiar. Como siempre, la dificultad se presenta cuando uno se pregunta aquello de “quien controla al controlador” cuando por pura lógica es imposible continuar la escalada de controles hasta el infinito, bien al contrario, en un momento dado, no hay más controles, hay siempre una última instancia superior que sanciona y decide.
La pregunta, sin más rodeos, sería algo parecido a esto. Asumiendo que el número de investigadores en la base de una supuesta pirámide donde los doctorandos están abajo y son muchos y los ya doctores y profesores están arriba y son menos, ¿cuántos expertos en cada uno de los temas que se están investigando lo son realmente como para juzgar el trabajo de aquellos investigadores que lanzan sus resúmenes y trabajos a las cada vez más numerosas revistas académicas? ¿Se trata simplemente de un asunto de forma quizá, donde hay muchos expertos que pueden “opinar” sobre asuntos varios y su opinión es suficiente para validar?
Sin ánimo de entrar en detalles, las anécdotas y casos de graves errores a la hora de valorar un trabajo ajeno se cuentan ya por muchas y exigen una reflexión. Por supuesto, la transparencia del proceso no debe comprometerse si bien parece necesario abundar en los criterios para validar a dichos expertos así como las áreas donde estos puedan aportar una experiencia y por tanto un juicio valioso y no una mera opinión.
Es cierto que el arquitecto es un profesional formado en lo multidisciplinar y esa es su riqueza pero también su debilidad y desde donde se le ha atacado desde muchos flancos, por ejemplo, el de la falta de especialización clara en detrimento de las muchas especializaciones de los ingenieros que tanto han apreciado los mercados laborales en perjuicio como decimos de perfiles más generalistas como el nuestro.
Ese argumento bien puede servir como respuesta en relación a la validación de los expertos o pares ciegos que revisan los artículos de investigación, si bien el argumento contrario también valdría de nuevo para socavar la legitimidad de estas valoraciones: ¿Puede cualquier doctor arquitecto, por el mero hecho de su rango académico y esta formación generalista que antes del doctorado recibió, servir como experto en la revisión por pares ciegos de una revista? Huelga decir que la respuesta es no si hablamos de áreas claramente diferenciadas como construcción, teoría e historia, ideación gráfica o dibujo arquitectónico u otras. No obstante las intersecciones igualmente evidentes entre campos como estructuras y construcción o sostenibilidad y quizá muchas de las anteriores en muchos casos o incluso historia y teoría y, pongamos, dibujo, por poner algunos ejemplos a vuelapluma que bien podrían sostener este argumento, dentro de cada especialización de nuevo: ¿Cuánto puede saber un experto en cerramientos de ladrillo para juzgar el trabajo de un investigador que analiza las posibilidades expresivas del hormigón armado desde un punto de vista de la plasticidad del material? ¿Debe juzgarlo un experto en construcción, estructuras o historia?
Hoy nadie tiene una respuesta para ello y sólo podemos confiar en la buena fe de los revisores y en la pericia de las revistas para llamar a los más adecuados en función de los temas a revisar. ¿Es ello suficiente o forma parte de la inflación y el descrédito de las instituciones universitarias? Sea como fuere, parece necesario pensar en ello desde un punto de vista crítico y constructivo que ayude a construir un futuro mejor y más justo en relación a la difusión del conocimiento en las revistas académicas.