LECTURA COMPULSIVA
Ediciones Asimétricas han publicado el libro Tendencias compulsivas, de José María Echarte Ramos, que es una recopilación de entradas en el blog n+1.
Es un libro muy divertido, que he leído con la sonrisa permanente y de vez en cuando me ha arrancado alguna carcajada. Me ha recordado a Berlanga y a Billy Wilder por la crítica ácida y porque me río y en medio de mi risa me pregunto de qué narices me estoy riendo, si lo que está contando es algo horrible, tremendo.
En el libro aparecen todo tipo de desmanes: Contratos increíbles a arquitectos estrella, explotación laboral en los estudios de arquitectura, políticos idiotas y corruptos, mamoneos varios… Pero el autor cuenta todo ello con gracia, con finura y con contundencia.
El actor William Holden dijo que Billy Wilder tenía la mente llena de cuchillas de afeitar. José María Echarte también la tiene llena de cuchillas de afeitar, pero las alterna con alguna que otra motosierra: Su crítica fina y precisa también es capaz de demoler, de cortar a las bravas y de arrancar de cuajo.
El capítulo sobre Calatrava, el más largo del libro, es modélico en el análisis preciso y en la crítica feroz. Nos cuenta cómo se produjo el encargo directo y por qué no se convocó concurso, cómo se pactaron los pagos, cómo se escaqueó el IVA, cómo se acordó pagar a la estrella en Suiza y cómo cobraría más a medida que su proyecto estuviera peor definido… y te tienes que reír, y lo tienes que subrayar porque subrayar es fijar la atención y releer lo que acabas de leer, cosa que necesitas porque, para empezar, no das crédito y, para continuar, te lo estás pasando bomba.
Tengo el libro muy subrayado, tanto que en algunas páginas lo que llama la atención es lo que está sin subrayar.
El libro es muy ácido, pero no amargo. Mientras que la amargura tiene un poso de pesimismo y de cosa irremediable y fracasada, la acidez siempre muestra una gran vitalidad y bastante optimismo. El propio autor lo dice en la cubierta: “No tengan miedo. Todo va a salir bien”. Es irónico, es demoledor, pero es alegre.
Me parece un acierto usar el humor para hacer crítica. El autor dice que lo contrario de divertido no es serio, sino aburrido. En efecto, lo más serio que puede hacerse es ejercer el humor. Comparto plenamente ese punto de vista y creo que ser pesado y aburrido no sirve para nada, y también que una crítica lacrimógena nos dejaría a todos anulados, parados, resignados, mientras que esta, sarcástica y corrosiva, mordaz y desopilante, nos estimula, nos da muchas ganas de remangarnos y afrontar el presente y el futuro.
Pero este libro provoca un efecto perverso: que cuando nos enteramos de una nueva barbaridad, de un estudio de arquitectura que solicita trabajadores entusiastas que sepan de todo y que no cobren, de un ayuntamiento que ha encargado una barbaridad de la peor manera posible y tirando el dinero de los contribuyentes o de un disparate que ha dicho algún arquitecto famoso, ya antes de indignarnos nos frotamos las manos y nos decimos: “A ver cómo lo cuenta Echarte”.
Y claro: nos reímos. Porque te tienes que reír.