El hombre que dio la segunda juventud a Mies
El 3 de febrero de 1959 el inexperto piloto del vuelo 320 de Chicago a Nueva York estrelló el aparato en el East River durante la maniobra de aproximación a LaGuardia.
Herbert Greenwald fue el promotor inmobiliario que dio la segunda juventud a Mies van der Rohe. Greenwald fue el hombre que convirtió a Mies en ese afamado arquitecto comercial que consiguió plasmar su ideario en obras privadas que (contra lo que se suele creer) cumplían presupuestos ajustados con eficiencia y profesionalidad.
Su relación profesional fue ideal, casi arquetípica: las voliciones de los dos se cumplieron. Las obras se vieron enriquecidas por ello al volverse más terrenales, más urbanas. El volumen de edificios que desarrollaron entre los dos fue suficiente como para que los edificios adquirieran valor de serie y se fueran aupando unos sobre otros para irse perfeccionando y mejorando.
Greenwald exigió a Mies van der Rohe un taller muy profesionalizado capaz de desarrollar sin ayuda externa proyectos de ejecución complejos 1. Greenwald, incluso, se guardó las ideas del maestro para su desarrollo posterior cuando su aplicación no era posible en un edificio. Sólo así se explica el paso de los Promontory Apartments, resueltos en hormigón armado y ladrillo por no estar suficientemente desarrollada la tecnología para hacerlo en muro-cortina (estamos todavía a finales de los 40) a los celebradísimos Apartamentos en Lake Shore Drive 2 , casi el primer muro-cortina de Mies y ya uno de los más perfectos: Greenwald protege, guarda las buenas ideas y las desarrolla cuando éstas pueden aplicarse comercialmente.
Herbert Greenwald fue una de las 65 víctimas del vuelo 320. Su cuerpo nunca fue recuperado.
Es imposible pensar en la historia de la arquitectura del siglo XX sin tener en cuenta sus promotores, desde John D. Rockefeller a Ian Schrager. La arquitectura española no habría sido lo mismo sin la figura de Juan Huarte hijo, promotor y mecenas que empleó a Oiza, a Fullaondo y a Coderch. Ni sin tantos otros promotores menos conocidos que consiguieron construir las visiones de arquitectos como Fisac, de la Sota y tantos otros. La administración pública merece mención aparte, y lo mismo eso debería de arrojar alguna luz sobre su sistema de contratación mediante concursos públicos. Cuando hablo de promotores pienso en esos promotores profesionales que construyen inmuebles para luego venderlos más que en los que encargan obras para su uso y consumo. Los primeros están sujetos a las leyes del mercado puro y duro. Cuando consiguen aunar estas leyes con la voluntad de hacer ciudad o de construir arquitectura los resultados suelen ser disruptivos y apasionantes.
Herbert Greenwald murió con tan sólo 44 años de edad. Después de su muerte la arquitectura de Mies no perdió calidad, pero el arquitecto, en cierto modo, perdió la ilusión. Dejó de atender a pequeños encargos como los que Greenwald le hacía para su familia. Dejó de desarrollar proyectos de ejecución, asociándose para ello con diversos despachos profesionales.
Su viuda, Lillian Feldman Greenwald, se echó la empresa a sus espaldas y siguió desarrollando promociones con Mies como arquitecto. Incluso consiguió que éste construyese un centro social en Chicago pagado con fondos de beneficencia, edificio que sigue en uso perfectamente conservado.
Sin el buen hacer de estas personas que permanecen anónimas-demasiado-anónimas la fisionomía de nuestras ciudades estaría todavía anclada en el pasado. Que este escrito les sirva de homenaje.