Arquitectura afro-futurista en Black Panther
Hace ya más de mes y medio que Black Panther vio la luz en los cines estadounidenses, y desde entonces ha copado páginas físicas y digitales en medios de muy diversa índole. Ha llamado la atención su éxito en taquilla (más de 1.250 millones de dólares recaudados a nivel mundial) unido al hecho de ser una película mainstream de elenco casi por completo afrodescendiente, incluidos todos sus personajes principales, su diseñadora de producción Hannah Beachler y su director Ryan Coogler de apenas 31 años de edad. En las últimas semanas, Beachler se ha convertido en protagonista de artículos en webs como Wired, Dezeen o Architectural Digest gracias a su peculiar propuesta para la escenografía de Wakanda, un país ficticio ubicado en África Ecuatorial. Esta nación tiene la peculiaridad de ser un país ultra desarrollado a nivel tecnológico y aislado del resto del mundo, circunstancia a la que el diseño de Beachler responde con un paisaje utópico afro-futurista.
“A big question I was interested in exploring was, what makes something African?” “For us, we said, ‘Let’s make it human, let’s make it tactile.” Ryan Coogler, vía wired.com
El optimismo de Wakanda se aleja de los planteamientos futuristas africanos de District 9, así como de distopías en las que todo aparenta ser perfecto hasta que el sueño se viene abajo (Gattaca, Bioshock) o las pesadillas industriales en las que una élite se eleva sobre el mundanal suelo (Elysium, Altered Carbon). La palabra clave en su diferencia es afro-futurismo, un término acuñado en los noventa para hacer referencia a los productos de imaginar el futuro a través de la sensibilidad y los problemas actuales de las comunidades afro-descendientes. Sus resultados se debaten entre una bofetada al imaginario occidental y un parentesco con un toque de humanidad, locura y artesanía.
Esta influencia se deja ver en todo Wakanda a través de sus objetos, su tecnología, su vestuario y, por supuesto, su arquitectura. En el país de la Pantera Negra todo parece funcionar a la perfección a excepción de las relaciones exteriores, por lo que los paisajes urbanos juegan a imaginar cómo sería una ciudad si el futuro se inventara en África. Los edificios en altura se mezclan con cubiertas de paja y estructuras típicas de Mali, mientras que las arquitecturas de menor escala se distribuyen de forma orgánica e irregular. Los trenes de raíles magnéticos se mezclan con calles sin asfaltar y los buses levitan frente a puestos de mercado que cuelgan sus productos en la fachada al más puro estilo magrebí.
Quizás el caso más interesante sea el de sus rascacielos. Además de presentar aspectos estilísticos de la arquitectura africana, poseen una curiosa tipología híbrida que poco a poco va mutando su estructura de torre en un conjunto cada vez más urbano, hasta llegar a una planta baja de usos mixtos y variados. Quizás esta sea una de las razones por las que Wakanda no pierde ese aire de ciudad intermedia a pesar de contar con numerosos edificios en altura. No existen volúmenes cerrados que llegan al suelo con fachadas cerradas ni frías, sino acumulaciones urbanas bien consolidadas que se pliegan sobre sí mismas y se elevan sobre el paisaje.
Sin duda, una importante lección para arquitectos y urbanistas.