La profesión ha muerto, ¡Viva la profesión!

 

Aceptémoslo ya. La profesión de arquitecto, tal y como aún se conoce popularmente, ha muerto. Viva la profesión. Y como sucede en cualquier proceso de sucesión, nuestra historia reciente nos acompaña formando parte de nuestra identidad. Continuamos reafirmándonos en los maestros de la arquitectura. Continuamos vistiendo de forma minimalista, rapándonos el pelo y llevando gafapastas. Nuestra tendencia al metalenguaje y a la metáfora parecen no tener cura… Pero no nos confundamos. La realidad es que los arquitectos del presente jugamos en  un tablero y con unas reglas de juego que nada tienen que ver con aquellas que hicieron posible lo que fue la profesión en la segunda mitad del siglo XX.

La crisis que arrastramos desde hace 10 años y de la que tanto nos está costando recuperarnos no sólo es achacable a condicionantes externas. Tenemos muy bien aprendida la cantinela de que si el sector de la construcción se ha venido abajo, que si no hay visados en los Colegios, que si Bolonia, la SLP, el CTE, el BIM, las Directivas nZEB, que si el aumento del intrusismo… Todo cierto, desde luego. Pero, quien decide continuar cantando esa canción permanece sordo a otra realidad mucho más interesante para nosotros.

Efectivamente, pareciera que aún no nos hemos percatado de que la Tierra no es plana. La presencia y el mensaje de las empresas de arquitectura en Internet habla por sí sola. Y no sólo eso, parece que tampoco nos hemos dado cuenta de que el Sol no gira en torno a la Tierra. El mundo gira en torno a las personas y sus necesidades, por lo que todo el que no desarrolle su capacidad de empatizar con un nicho concreto y solucionar sus problemas arquitectónicos sencillamente se queda fuera del tablero.

Porque tal y como nosotros lo vemos, el futuro es nuestro. Actualmente, se están produciendo cambios tan profundos y veloces en la forma de entender nuestras ciudades y su relación con nuestro planeta, en nuestra consciencia y necesidades como personas, en nuestra forma de conectarnos y crear comunidades… Todos estos cambios necesitan de una traducción arquitectónica. ¿Quién mejor que nosotros para hacer de traductores?

Porque la rígida corteza urbana que hemos heredado ya no nos sirve, debe rehabitarse, reciclarse y verdearse por completo para responder a las cualidades del nuevo ser que la habita.  ¿Quién sino nosotros tiene una formación específica para proyectar la ciudad del futuro?

Porque la arquitectura hace tiempo que saltó del medio físico al digital, que tiene posibilidades de desarrollo literalmente infinitas. ¿Quién no es feliz de liberarse de las leyes físicas para imaginar arquitectura sin límites?

Porque la realidad es que se nos viene encima un volumen masivo de trabajo por hacer en el que los arquitectos somos necesarios. Y, ¿quién sino nosotros se va a preocupar de la Arquitectura?

Sobran pruebas para poder afirmar que nos encontramos en un momento de oportunidad para nuestra profesión. Pero, para poder entenderlo, necesitamos volver a graduarnos las gafas de arquitecto y abrir los ojos… y la mente. Necesitamos soltar lastre de creencias heredadas que son contradictorias con el mundo globalizado en el que vivimos.

 

Créditos de la imagen: Extracto de “La consagración del emperador Napoleón y la coronación de la emperatriz Josefina el 2 de diciembre de 1804”, Jacques–Louis David. Fuente: Musée du Louvre, Paris.
Por:
- Luis Llopis i Eva Chacón - @luisbonsai, arquitecto ETSAM 1992: Tengo varios másteres y bla, bla. Me apasiona la arquitectura de Fallingwater, viajar tomando apuntes en mi cuaderno de dibujo, y desconectar sumergiéndome en el mundo submarino. @evabonsai, arquitecta ETSAG, 2006: Yo también tengo másteres, doctorado, etc. Soy curiosa por naturaleza, amante de la 'cocina' arquitectónica y la buena música. Si no me encuentras, búscame subida a alguna cubierta, árbol o montaña con buenas vistas. Nos vemos en las redes y en www.bonsaiarquitectos.es

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