Estructuras Nostálgicas de la Arquitectura
Proyecto: Ágora en Olot de Unparelld arquitectes.
Fotografía: José Hevia
Cíclicamente la nostalgia forma parte del nuestro consumo cultural e incluso del consumo general. Las campañas publicitarias con estética pasada, las re-ediciones de películas o de los juegos de Spectrum, últimamente hacen pensar que los tiempos en los que la mirada hacia el futuro era una garantía del progreso, hayan pasado. O que el futuro ya no se identifica sólo a través de la imagen de progreso tecnológico y que en este progreso cabe un concepto tan personal como nostalgia.
Entendemos por nostalgia una visión aparentemente personal y declaradamente positiva sobre un hecho o un lugar del pasado que puede haber existido o no. Svetlana Boym en su libro sobre el futuro de la nostalgia define el concepto de esta manera: “Nostalgia (from nostos return home, and algia longing) is a longing for a home that no longer exists or has never existed. Nostalgia is a sentiment of loss and displacement, but it is also a romance with one’s own fantasy.” Es, pues, un concepto poco objetivo e imposible de clasificar, tanto que en el siglo 18 fue definido como enfermedad mental: al no conseguir definir sus síntomas y posibles tratamienos, los médicos la pasaron al territorio de la poesía.
La nostalgia opera sobre una serie de imágenes situadas en el limbo entre la memoria colectiva y la personal. Ante el aluvión de imágenes deliberadamente nostálgicas de los tiempos que individualmente recordamos como mejores –más amables, menos estresantes, en los que éramos más libres o atrevidos- surge la pregunta sobre cómo la arquitectura interviene en la construcción de la nostalgia. ¿Hay arquitecturas nostálgicas y qué estructuras arquitectónicas responden a la creación de ese “no lugar” en el cual nos podríamos reconocer?
Cada vez más oímos a los arquitectos utilizar la palabra artesano para definir su manera de hacer proyectos. Artesanía, quizás no siempre basada en la larga experiencia de trabajo mil veces repetido, pero sí traducida al trabajo manual, aprendizaje en base de prueba y error, con un uso muy específico de la tecnología y con el fin de producir la pieza única, huyendo de lo genérico. Artesano-artista, antes que obrero pre-industrial.
Esta auto-definición nos da una pista sobre el lugar que ocupa la nostalgia en la arquitectura: su terreno son los procesos y no los resultados; la narrativa, la secuencia o el recorrido antes que el esquema funcional; el material y el detalle y no la forma simbólica; la luz, el aire o el sonido antes que confort.
Según la definición de Boym, lo que compartimos es el extrañar y lo que nos divide es la forma definida.
Algunas arquitecturas recientes muestran esta calidad de despertar una nostalgia colectiva, de crear unos espacios hedonistas, sensibles a los detalles y a un espíritu inexplicable pero sí reconocible del pasado deseado e inexistente.