Imagen de “La vida de Bryan”, Terry Jones, 1979. Texto del autor.
Septiembre de 2017 será un mes recordado por muchos arquitectos formados en la Universidad de Granada. Se trata de la última convocatoria de PFC de la ETSAG. La última oportunidad de terminar antes de ser enviado derechito a Bolonia.
En algunas ETSAs la fecha se cumplió hace tiempo. En otras, más conocidas, llegará pronto 1. En todas ellas el PFC cambiará, pasando de una prueba obligatoria dentro de la licenciatura a una nueva versión con grado de máster, exclusivo para los que elijan cursarlo tras terminar su grado en busca de la habilitación profesional. Los que conocimos al antiguo PFC quedaremos para contar historias en la barra del bar y las tardes de dominó.
Mucho hemos reflexionado en ARQUIA blog sobre el PFC y sus infinitas contradicciones 2. José M. Echarte nos relataba hace poco su odisea personal a la hora de entregar en una caja que no cumplía con la “norma” 3. Hemos publicado textos pefeceros sobre lo económico, lo pedagógico, lo político, lo lógico y lo ilógico. Y ahí seguimos, conversando sobre ese PFC que es como nuestra primera pareja: un amor pueril cuyo recuerdo es mezcla de la añoranza y la compasión que evoca la inmadurez. Un romance que, con sus desastres y chapuzas, nos enseñó que la arquitectura es una pasión de mortales consecuencias.
Por todo esto, hoy el PFC merece que echemos un vistazo a su lado brillante. No voy a negar que enfrentarse a la bestia pefecera es una experiencia traumática. Una prueba psicológica a la altura de la primera colleja inesperada. Nadie está preparado para el PFC cuando llega, pues su mayor dificultad está en el desconocimiento. Sin embargo, todo se ve pequeño y relativo desde lo alto de la cruz del PFC. El tribunal es un triste romano que apenas nos alcanza con su lanza. La escuela de la que venimos es un pueblito a lo lejos. Ese es el regalo que nos hace el PFC: la perspectiva.
El PFC es un gigante que exigió esfuerzos soberanos para permitir que subiéramos a sus hombros. Tuvimos que gestionar procesos de trabajo tan diferentes como el proyecto de seguridad y salud o el render pornotectónico. Nos tocó tragarnos el orgullo y renunciar a ciertas ideas para conseguir un resultado aprobable. Bajamos de las nubes para escuchar esa voz molesta pero sabia que decía “quita eso, que no lo va a mirar nadie”. De estas noches de entrega se cuentan gestas épicas, compuestas por compañeros que alcanzaron el estatus de santos samaritanos a ojos de nuestras madres. Junto a ellos cambiamos nuestra mirada.
El PFC despierta un brillo crítico en los ojos de los arquitectos, una mezcla de realismo y utopía capaz de soñar sin despegarse del suelo. Esta visión suele estar acompañada de una fina ironía, propia de los que saben que se puede debe poner ilusión en la arquitectura a pesar de que sus procesos son a menudo injustos, trapaceros y volátiles. De esas explosiones nos quedan cicatrices que lucimos con orgullo, pues muestran que hemos vivido la arquitectura en carne propia. Ese, y no otro, es el lado brillante del PFC.
1- Oficina PFC ETSAM
http://dpa-etsam.com/pfc/
2- Fundación ARQUIA Blog – Búsqueda por la palabra PFC
https://blogfundacion.arquia.es/?s=pfc&cat=&swp_category_limiter=0
3- N+1 – La Importancia del peso
https://nmas1.wordpress.com/2017/09/11/la-importancia-del-peso/