Elementos convencionales

En otoño de 1968, un grupo de estudiantes de la Yale School of Art and Architecture, dirigidos por los arquitectos Robert Venturi, Denise Scott Brown y Steven Izenour, comenzaban un estudio titulado Form Analysis as Design Research or Learning from Las Vegas. Como es sabido, esta investigación se convertiría no en un estudio urbano sobre Las Vegas, sino en un tratado sobre los símbolos que la definen, de ahí que a la edición revisada de 1977 de la publicación resultante, se le añadiese el subtítulo “The Forgotten Symbolism of Architectural Form”. A este estudio le seguirían otros escritos en la misma línea, como el libro Remedial Housing for Architects, or Learning from Lewittown, donde se analizaban los elementos convencionales de los suburbios residenciales americanos, o el artículo “Symbols, signs and Aesthetics: Architectural Taste in a Pluralist Society”, un acercamiento a la relación entre el arquitecto y la sociedad a través de la atracción hacia los símbolos arquitectónicos que experimentan los usuarios.

En estos escritos, el elemento convencional es entendido como un objeto aislado, desprovisto de un significado más allá de sus características físicas y funcionales, en el que la complejidad, como característica inherente de la arquitectura, surge cuando se utiliza de manera no convencional. Sin embargo, para Atelier Bow-Wow, el estudio de arquitectura japonés fundado por Yoshiharu Tsukamoto y Momojo Kaijima en 1992, estos elementos no pueden ser entendidos sin su entorno inmediato, dependen de la forma de uso local y los sistemas culturales de la zona. El trabajo de este equipo y los proyectos de investigación que desarrollan paralelamente en el Tsukamoto Laboratory del Tokyo Institute of Technology o en el Kaijima Laboratory de la Universidad de Tsukuba que ambos dirigen, se ha centrado en el estudio tipológico de una serie de microarquitecturas o elementos convencionales a partir de criterios como la relación interior-exterior que establecen, su capacidad de articular espacios, la posibilidad de cambiar su significado o su disponibilidad de uso, entre otros aspectos. Así, encontramos proyectos como Smallness, una exploración del espacio mínimo planteado no desde el punto de vista de la eficacia de la capsula tecnológica sino de la esencialidad espacial, Dame Architecture, una colección de espacios que comparten características con el término japonés “dame” (sin uso, prohibido, sin valor) cuyo potencial arquitectónico se debe a ese inusual sentido residual, o el proyecto Windows behaviorology, desarrollado en el Instituto Tecnológico de Tokio donde se analizan los diversos comportamientos y percepciones que suscitan las ventanas en diferentes países.

Si paseamos por cualquiera de nuestras ciudades sin prejuicios estéticos, analizando los elementos convencionales que las definen como nos sugieren las investigaciones citadas, encontraremos que hay una serie de patrones de comportamiento por parte de sus habitantes que se repiten persistentemente en todas ellas: el cierre de balcones, la construcción de habitaciones en cubierta, la instalación de climatizadoras en fachada, la colocación de sistemas de captación solar o de comunicaciones, la conversión de terrazas en tendederos, la colocación de elementos de protección climática de toda condición, el cultivo de vegetación con fines formales o productivos, la ubicación de espacio para bicicletas o almacenamiento… Esta colección de microarquitecturas reconfigura incesantemente el paisaje urbano y de ellas puede depender en buena medida la calidad del hábitat doméstico de nuestras ciudades y la conformación de su espacio público. Surge entonces un intenso campo de trabajo donde los arquitectos podemos poner al servicio de la sociedad nuestro conocimiento técnico y humanista, asumiendo la complejidad que resulta cuando la resolución de una necesidad construye además un significado y entendiendo que la magnitud de un proyecto no depende de su tamaño sino de su capacidad de influencia en la vida de los habitantes.

Por:
(Huelva, 1975) Arquitecta por la Escuela de Arquitectura de Sevilla y profesora asociada del Departamento de Proyectos de la misma desde 2005. Co-fundadora del estudio sol89 junto a Juanjo López. Diversas publicaciones especializadas nacionales e internacionales han recogido su obra construida. Miembro del jurado de la VI edición del programa arquia/próxima (2018).

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