Del paralex al Grasshopper
Tratar de imitar con exactitud no tiene valor alguno; si ése es nuestro propósito, la fotografía será lo más útil. No deberíamos imitar cuando nuestra intención es crear, improvisar. Cuando nos preocupa demasiado cómo lo habría hecho fulano, o qué dirá el profesor Blanco, el dibujo saldrá perdiendo en intención y valor general, y se convertirá simplemente en otro dibujo más. [1]
El arquitecto utiliza el dibujo como medio de comunicar ideas, como forma de pensamiento y de exploración. Sin embargo, a día de hoy, el croquis no es ni mucho menos el único recurso del arquitecto. El desarrollo de la tecnología ha dado lugar a la aparición de sistemas de dibujo complementarios al boceto o al paralex (https://blogfundacion.arquia.es/old/2017/05/las-cuatro-libertades-del-paralex/), conocidos a nivel general como sistemas CAD – Computer Aided Design.
En 1982 aparece la primera versión de AutoCAD que en poco tiempo se consolidó como uno de los más efectivos software CAD del mercado. Fue seguido por otros como MicroStation (1985), Photoshop (1988), 3D Studio Max (1990), los sistemas BIM (Building Information Model, término por primera vez acuñado en 1992) o Rhinoceros (1993). Y si estas fechas nos han hecho sentir ya algo mayores nos queda el consuelo de Grasshopper, cuya primera versión data de hace “sólo” diez años (2007).
Ahora bien, ¿son los distintos software impulsores de diferentes arquitecturas?, ¿influye el programa o sistema de dibujo empleado en el resultado alcanzado?
La respuesta a esa pregunta es tan sencilla como directa. No. O al menos no debería, porque es el dibujo, entendido éste como una herramienta de representación, quien debe adecuarse a las necesidades del diseño, nunca el diseño quien se adapte a las posibilidades del dibujo.
Aún así no es cuestionable el papel que ha jugado la tecnología en la aparición de nuevas arquitecturas. Por ejemplo la Ópera de Sidney (1959) fue uno de los primeros casos testeados informáticamente por el equipo de Ove Arup tras el diseño de Jørn Utzon. También lo fueron los 3.312 paneles triangulares, todos diferentes entre ellos, del British Museum de Foster + Partners (2000), cuya ejecución hubiera sido casi imposible sin una aproximación paramétrica. No obstante el arquitecto no deberá subordinar el proceso de diseño a las posibilidades que ofrezca la herramienta. Dentro del paradigma de lo visual, el comando puede volverse un enemigo, deformando, doblando o torciendo los volúmenes bajo el sol hasta poner el diseño al servicio de la tecnología que lo crea.
Por último, y en paralelo a los sistemas CAD, tenemos que distinguir el croquis como un recurso de diferente familia. Entendido como una herramienta de pensamiento – no de representación como las antes citadas –, el croquis es un método de exploración, de rápido testeo de variantes. Intuitivo y veloz a la par que seductor e imaginativo, será el mejor aliado en la fase de creación, no sólo de esquemas generales sino también en la definición de detalles.
Como conclusión es innegable que la arquitectura contemporánea necesita desarrollarse a través de sistemas CAD. Sin embargo, es asimismo indiscutible que su intención primera, la aproximación a sus conceptos más esenciales, necesitará de la velocidad de la mano más que del perfeccionamiento que ofrece el ordenador. Porque la arquitectura se piensa con las manos aunque se construya con teclados. Es preciso leer la evolución del paralex al Grasshopper como un proceso natural, no necesariamente lineal, y siempre entendiendo la tecnología no como una evolución sino como una elección.
[1] “The Value and Aim in Sketching” en KAHN LI, LATOUR A. Louis I. Kahn: escritos, conferencias y entrevistas. Madrid: El Croquis; 2003, p. 16.