La idea de proyecto
Una imagen, aquella escena de una película, la letra de una canción, la forma sugerente de un animal, un recuerdo, un sueño…
La idea de proyecto es algo que puede tener su origen en infinidad de aspectos. Es simplemente algo que, cuando cruza por nuestra mente, deja en ésta un deseo: “Quiero transmitir eso a mi proyecto”. O mejor aún: “Quiero que mi proyecto sea capaz de transmitir eso al usuario”.
La idea de proyecto es aquello que nos acompaña desde el principio del proceso creativo. Sabemos el inicio del camino, esa idea, y sabemos el final del mismo: la forma en que nos gustaría materializar la idea. Sin embargo, no siempre conocemos el recorrido. Quizás durante ese camino nos demos cuenta de que no es posible materializar la idea tal y como teníamos pensado. Quizás comprendamos que sí es posible, pero hay mejores formas de hacerlo. Quizás (raramente) todo sea un camino bien asfaltado en que apenas encontremos trabas y hallemos con celeridad la manera de materializar nuestra idea.
Generalmente, la idea sufrirá transformaciones, se verá alterada por los condicionantes que se vayan añadiendo, y algunos que vayan desapareciendo, cambiará a medida que evolucione, volverá al paso anterior cuando el último haya sido erróneo, y seguirá con paso firme su desarrollo cuando esté bien apuntalada.
En ocasiones, el proceso creativo se iniciará sin una idea genial a que atender. El hecho de cumplir y satisfacer los condicionantes que el propio proyecto, la normativa, el entorno y el usuario marcan puede convertirse per se en la idea de proyecto.
En otras, la idea será genial, y se desvirtuará a lo largo del proceso creativo, dando como resultado algo que dista mucho de transmitir lo que teníamos en mente.
Igualmente, tendremos ideas geniales desarrolladas de manera genial; y también ideas no tan geniales que, una vez desarrolladas, traen a nuestra mente esa imagen, esa canción, esa película… generando la posibilidad de adoptarlas como idea de proyecto sin ser realmente así.
Un buen ejemplo de idea de proyecto es el del arquitecto japonés Toyo Ito, apoyado en una idea, desarrollada en función de los condicionantes, y consecución de manera que el edificio transmite lo que desde un principio se había pretendido.
Se trata del edificio proyectado entre los años 2002 y 2004 en Omotesando, barrio comercial de Tokio, para la firma de calzado Tod’s.
Nos situamos en un solar en forma de L y con apenas 10 m de fachada hacia el boulevard Omotesando. En éste, el arquitecto plantea un edificio de 7 niveles y un sótano, con una imagen completamente diferenciada de la de los edificios circundantes: una estructura fractal que recuerda ligeramente a la del estadio olímpico de Pekín de Herzog&DeMeuron.
Basándose en la arboleda del entorno y en las geometrías de sus ramas y troncos, basa su estructura en la representación de 9 árboles, cuya silueta se va adaptando al perímetro hasta dar forma a la fachada del edificio. Siguiendo la lógica estructural de la botánica, las columnas son más anchas en la base del edificio e incrementan su esbeltez a medida que ganan altura, ramificándose también en un mayor número de elementos estructurales.
De esta forma, toda la estructura se desplaza al exterior, dejando los interiores libres de columnas, lo que le otorga a la tienda una flexibilidad absoluta.
La estructura se convierte en el cerramiento, pero es a su vez el tejido que la define.
Sea de este modo o de cualquier otro, lo cierto es que para poder iniciar el proceso creativo, y enfrentarse al temido papel en blanco, el Arquitecto necesita tener algo.
Una imagen, aquella escena de una película, la letra de una canción, la forma sugerente de un animal, un recuerdo, un sueño… UNA IDEA.